Puerto Rico ¿Sociedad del postrabajo?

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Desde hace décadas, la sociedad puertorriqueña ha venido experimentando un marcado descenso en la proporción de personas mayores de 16 años que están en el grupo trabajador. En 1950, por ejemplo, la tasa de participación laboral en Puerto Rico ascendía al 55.5%, pero para septiembre de 2006 había descendido a un 47.2%.

Esta es una de las tasas de participación laboral más bajas del mundo. En países latinoamericanos como Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay, la norma estadística actualmente ronda alrededor del 59%. En países industrializados como Estados Unidos, Canadá, Japón, Holanda y Sue­cia, la cifra suele ser aún mayor. (Ver Gráficas 1 y 2.)

Algunos estudiosos, como José Vázquez Calzada han catalogado a la ociosidad como “el gran problema” de la sociedad puertorriqueña contemporánea. Una de sus principales consecuencias es un aumento en la de­pendencia económica de las personas que no trabajan formalmente sobre aquellas que si lo hacen. Dentro de la población dependiente se encuentra un número cre­ciente de personas: jubiladas, incapacitadas, amas de casa, estudiantes, menores de edad y desempleadas. Entre los grupos que más rápidamente se han retirado de la fuerza laboral están los hombres entre 45 y 64 años, muchos de los cuales se acogen al seguro por incapacidad. Como señala Edwin Irizarry Mora (2001: 222), “la orientación de la estructura de la economía de Puerto Rico es cada vez más excluyente del factor mano de obra”. Emilio Pantojas-García (1990) ha empleado el término “portindustrialización periférica” para caracterizar el cambio en las estrategias de desarrollo económico en Puerto Rico dominantes, desde mediados de la década del 1970. Fundamentalmente, la isla pasó de ser un centro de manufactura de exportación intensiva en mano de obra, a una plataforma de servicios financieros e industrias de alta tecnología, intensivas en conocimiento.

Otros autores, como María Milagros López (1994) y Jaime Benson (2000), han abordado el fenómeno desde la óptica de una “sociedad del postrabajo”. Este concepto se deriva de la obra de André Gorz (1983) y Stanley Aronowitz (Aronowitz y Cutler 1997), sobre las economías postindustriales europeas y es­tadounidense, respectivamente, donde han declinado rápidamente ocupaciones tradicionales, tales como campesinos y obreros de fábrica. Con la creciente automatización de los procesos laborales y el desa­rrollo de una economía basada en la alta tecnología, la información y la producción de servicios, muchos teóricos contemporáneos han planteado que el con­cepto convencional del trabajo estádesvaneciéndose y reemplazándose gradualmente por el ocio. Por eso los defensores de la sociedad del postrabajo, como Aronowitz y Gorz, proponen reducir la jornada laboral, asegurar un salario social mínimo, desvincular la identidad de la “carrera” y aprovechar el tiempo libre para desarrollarse personalmente. Según López, se trata del “surgimiento de modos de vida que no pre­suponen la centralidad del trabajo o del aparato re­productor que lo sostiene, para las vidas y el sustento de los individuos”.

Tasas de participación laboral

La sociedad del postrabajo en Puerto Rico se ca­racteriza por el descenso en la tasa de participación laboral, la declinación constante del trabajo agrícola, el masivo desplazamiento poblacional fuera de la Isla, la expansión de la economía subterránea, la aplicación intensiva de la tecnología microelectrónica -especialmente las computadoras personales- a los procesos laborales y la hipervalorización del ocio individual y colectivo. López le atribuye el origen de estas tenden­cias a la reestructuración económica de la Isla a partir de la década de 1960, particularmente al aumento dramático de las transferencias federales y el empleo gubernamental, como estrategias para mantener un nivel de vida relativamente alto, aunque este fuera artificial. La ampliación del mercado de consumo, subsidiado por el Estado de bienestar sin un aumento proporcional en la productividad, propició la sociedad del postrabajo en Puerto Rico. De ahí surgieron nuevos imaginarios políticos que no toman como punto de partida las luchas por mejores salarios, condiciones de empleo, ni derechos laborales, como tradicionalmente había reclamado el movimiento obrero. En su lugar, se privilegian nuevas identidades y formas de asociación basadas en otras solidaridades, como las del género, la sexualidad y el consumo. Desde este punto de vista, amplios sectores de la población puertorriqueña están desarrollando prácticas alternativas -y hasta subversivas- al trabajo asalariado, el sistema capi­talista y la disciplina laboral.

Indudablemente, el concepto de sociedad del postrabajo apunta a una de las transformaciones culturales más profundas en Puerto Rico durante los últimos cincuenta años. No obstante, quedan pendientes múltiples preguntas básicas sobre el valor del trabajo en el contexto económico actual y futuro. ¿Hasta que punto puede el disfrute del tiempo libre sustituir la ética del trabajo en una sociedad postindustrial, suponiendo que Puerto Rico pueda describirse como tal? Sobre este últi­mo asunto, cabe cuestionarse: ¿puede el sector de los servicios representar la base material de una sociedad, que ya no depende primordialmente de la producción de bienes manufacturados para su subsistencia? Más aún, ¿como puede una economía sostenerse a largo plazo, con una creciente proporción de la población excluida permanentemente del mercado laboral? ¿Qué discursos y prácticas pueden asumir un papel protagónico en la afirmación y defensa de los derechos ciudadanos y so­ciales, mas allá del régimen de trabajo capitalista? ¿Cómo combatir la creciente explotación laboral y la desigualdad de clase, género y raza en las llama­das sociedades postindustriales? Finalmente, ¿en qué medida pueden lograrse la productividad economía, el desarrollo sustentable y la creatividad individual fuera de la esfera laboral, como postulan algunos teóricos del postrabajo?

Jorge Duany
Antropólogo. Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Puerto Rico- Río Piedras


Publicado: 16 de enero de 2008