Las humanidades en el currículo

Arturo Morales Carrión (1914-1989)

Arturo Morales Carrión, Conferenciante Humanista del Año 1989

En estos días ha salido a la luz pública un informe sobre la significación de las humanidades en el sistema de Instrucción Pública de Estados Unidos. El informe titulado American memory: a report on the humanities in the nation’s public schools ha recibido el endoso de la Fundación Nacional de las Humanidades (National Endowment for the Humanities) y ha servido de base para numerosos comentarios en los diversos medios de comunicación. El tema, pues, es de gran actualidad, tanto en Estados Unidos como en Puerto Rico. Ojalá que pudiéramos contar nosotros con un informe parecido sobre las humanidades en nuestro sistema educativo en general y no sólo en el sector público.

Es observación corriente, tanto en el Norte como acá, que hay grandes deficiencias en el conocimiento que tienen los estudiantes respecto de las ciencias y las matemáticas. Es evidente que estas disciplinas están en la base de nuestra civilización moderna. Vivimos en la era tecnológica. Nos envuelve y a menudo confunde un oleaje de nuevas técnicas que no sólo penetran en nuestro inmediato contorno sino que también se aventuran en los inmensos espacios siderales. No hay rincón en el universo que escape a la curiosidad científica que aprovecha la técnica de nuestro tiempo. Así pues, toda auténtica educación, desde los más primarios esfuerzos, debe promover la formación científica y el saber matemático.

Conviene que esta afirmación proceda no sólo del gremio científico sino también del gremio humanístico al que pertenezco, entre otras cosas porque en la historia de las ideas científicas, en la forjación y figura del mundo de la naturaleza, encontramos la huella de humanistas que fueron a la vez científicos.

Nos hemos empeñado en la época moderna en apartar las ciencias de las humanidades como si fueran dos órbitas totalmente distintas; como si la imaginación humana que crea la ciencia y desarrolla la técnica no fuera la misma imaginación, capaz de la creación estética, literaria o filosófica o de la reflexión religiosa. Unas y otras tienen su eje, su origen, su centro de gravedad, en la existencia del género humano. Ha sido el ser humano mediante la energía de su pensamiento y de sus varias facultades, el creador de ambas. Por esta razón, toda auténtica educación debe ser también humanística, debe dar relieve y significación a los estudios donde queda la huella del pensamiento y de la acción humana. “Sólo el Hombre –ha descrito el gran filósofo contemporáneo Pierre Teilhard de Chardin– puede servir al hombre para, descifrar al mundo”.

Estas brevísimas e insuficientes reflexiones nos sirven de punto de arranque para hilar otras tantas en torno a ese esencial y difícil aspecto de todo empeño educativo: El curriculum guarda en su aceptación latina la noción de correr, la de realizar una carrera. Ese es en verdad el sentido más profundo de un programa de estudio. Es el emprender una carrera de obstáculos que puede ser relativamente corta, intermedia o larga. Y como en toda carrera, implica un avance y desplazamiento en el tiempo. Un rebasar de puntos en el camino al fin de alcanzar determinadas metas.

Toda elaboración de un curriculum supone cierta secuencia en el tiempo y ciertas metas precisas hacia las que se marcha. Supone un tipo de adiestramiento. ¿Pero qué diremos del contenido? Ahí es donde la cosa comienza a complicarse. ¿No basta con subrayar la vía, el camino, que otra cosa era la noción de Methodosentre los griegos? ¿Nos resulta suficiente proveer destrezas para aprender? ¿O no hay otro aspecto muy fundamental que es el contenido, el que plantea también otras preguntas esenciales? ¿Qué es lo que debo conocer y para qué debo conocerlo? ¿Qué valor tiene ese conocimiento? ¿Cómo me afecta a mí? ¿Y quién soy yo, a fin de cuentas? ¿De dónde he venido? ¿A dónde voy? ¿Qué función ha tenido mi entorno social? Mis ideas, sentimientos, valores y preferencias, ¿En qué se originan?

Es en este terreno difícil y pedregoso que junto a las ciencias aparecen las humanidades. Creo firmemente que la imagen científica del mundo que deben poseer los escolares debe complementarse con la imagen humanística. La primera subraya las ciencias de la vida y la naturaleza; la segunda provee el conocimiento de las ideas y los hechos que han creado la historia y la gran herencia de las artes de creación. Todo curriculumnecesita este equilibrio; de otro modo nuestro corredor irá cojeando.

Reconozco que la retórica pedagógica usualmente enlaza estos conceptos. No estoy clavando ninguna pica en Flandes. Pero me ha movido a este planteamiento la lectura del informe al que aludí, American memory. En el prefacio del informe hay una observación que podría aplicarse a Puerto Rico: “La Reforma Educativa es tema candente pero las humanidades no forman parte de ella”.

El informe nos subraya una preocupación central sobre la que varias veces he meditado: La ausencia de una memoria colectiva. Observemos algunas de las abundantes pruebas recogidas en el Norte: Hay estudiantes que no saben qué hizo Jorge Washington; que desconocen que hubo una primera guerra mundial, y que creen que el latín -y no el español- es el idioma de Latinoamérica.

En un reciente estudio de la Corporación Hearst, un 45% de los entrevistados creía que la frase de Carlos Marx, “De cada uno de acuerdo con su habilidad, a cada uno de acuerdo con su necesidad”, era un precepto de la Constitución de Estados Unidos. En otro estudio de la National Assessment for Educational Progressefectuado en 1987, se encontró que dos tercios de los estudiantes de 17 años no sabían que era la Guerra Civil Norteamericana, ni sabían qué era la Magna Carta, ni quiénes eran Whitman, Hawthorne y Melville, por no decir Dante.

La gran preocupación del informe, de la que me hago eco, es que en el afán de recalcar métodos en el sistema educativo, se ha sacrificado el contenido y con los aspectos esenciales de esto que llamamos la Memoria Colectiva. Si esto sucede en Estados Unidos, donde hay tantas, instituciones y grupos interesados en la historia y la herencia cultural, ¿Qué vamos a esperar de Puerto Rico? ¿Cuán grande es el énfasis que las humanidades tienen en nuestras escuelas? ¿Hay la clara conciencia de su significación? ¿Diluimos, por ejemplo, la enseñanza de la historia dentro de las ciencias sociales sin atender a la armadura cronológica y a los múltiples aspectos del proceso histórico, siempre en la continua revisión?

La Fundación que dirijo -La Fundación Puertorriqueña de las Humanidades- con reducidos fondos, ha tratado de dar eficaz ayuda en esta dirección. Y pocas cosas me han causado tanta satisfacción como el éxito de una idea que propuse y que hizo suya nuestra Junta de Directores para la celebración de seminarios regionales de enriquecimiento humanístico para maestros. Creo que las conclusiones de los cinco seminarios celebrados corren paralelas con las del informe American memory, informe sobre el cual deberíamos un día celebrar un amplio foro. Este informe tiene una conclusión fundamental que enteramente subscribe: La formación del maestro es decisiva: Su preparación debe insistir en la adquisición de contenido y no simplemente metodología, cuestión vital para el éxito de la enseñanza.

La interacción del magisterio con los profesores de humanidades, con las ciencias de la cultura, es necesidad de todo buen curriculum. Si las humanidades no se enseñan bien, si se vuelven materia muerta de nombres y fechas, si se descuida sobre todo el estudio de los idiomas y las letras, seguirá deteriorándose no ya el ambiente escolar en los niveles primarios y secundarios sino también en el universitario.

El curriculum inicia al estudiante en la carrera de la vida. No me cansaré de repetir una reflexión que es para mí una verdad machacona. Debemos educar para que el alumno sepa ganarse la vida. Esto, en el orden material. Pero debemos educar también para que aprenda a no perderla. Y pierde la vida quién sólo vive en el mundo de lo trivial, de espaldas a la riqueza del pensamiento, al goce de la expresión artística, al rumor profundo de la historia, al llamado de la solidaridad humana, que nos dan los grandes sistemas filosóficos y religiosos. De ahí la importancia de las humanidades en todo buen curriculum.

Mensaje del Dr. Arturo Morales Carrión (1914-1989), Director Ejecutivo de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, ante la convención anual de la Asociación de Supervisión y Currículo de Puerto Rico, el 2 de octubre de 1987.


Autor: Proyectos FPH
Publicado: 23 de septiembre de 2010.