
José Ferrer Canales Humanista del año 1997
Originalmente esperábamos celebrar este acto en la cercanía del 24 de octubre, aniversario del nacimiento de Rafael Cordero para rendir homenaje a este maestro negro, democrático y cristiano pero no pudo ser. Sabemos todos que Cordero nació en 1790 y que fundó en la calle Luna del histórico San Juan, en 1810, una escuela en que educó a niños pobres y ricos, negros y blancos. Se adelantó así en más de un siglo y cuarto a la jurisprudencia estadounidense que tardó hasta 1954, para, por voz del Juez presidente Earl Warren de la Corte Suprema, proclamar la justicia y virtud de la integración de las razas en las escuelas públicas. Me es grato recordar esto en esta semana cuando evocamos a Martin Luther King, a quien le oí decir: “Yo sueño con que un día sobre las rojas colinas de Georgia los hijos de los esclavos y los hijos de los dueños de esclavos podrán sentarse juntos a la mesa de la fraternidad”. Cordero, sabemos, tuvo la gloria de contar entre sus discípulos a figuras de la jerarquía intelectual y patriótica de Román Baldorioty de Castro, Sotero Figueroa, Manuel de Elzaburu y D. Alejandro Tapia y Rivera, padre de las letras nacionales.
Honrado yo con un premio extraordinario, -que juzgo excesivo-, quisiera volver sobre el paralelismo que existe entre las figuras magistrales de Hostos y Giner de los Ríos. Aspiro y espero, gracias a la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades, a la divulgación del ideario, de la visión del hombre y el concepto de vida que nos legaron aquellos dos apóstoles de la cultura iberoamericana, antillana, hispánica y universal.
Hostos y Giner: He aquí dos escultores de almas, dos talladores de conciencias, orientados por una misma constelación de ideas de verdad, bien, libertad y justicia. Figuras egregias del civismo y la cultura, maestros dentro de la tradición socrática, incluyeron con el ejemplo de sus vidas claras y heroicas, con la voz cálida, viva, con aquello que Giner llamara el santo sacramento de la palabra, y con su prosa, su mensaje escrito. Cuando nuestros pueblos y la juventud quieren reafirmarse en su derecho, cuando quieren encontrar paradigmas, ejemplos de integridad moral, cuando buscan apóstoles a los cuales acogerse y a cuya sombra crecer en el orden de la civilidad, la dignidad y la libertad, encuentran en el sabio D. Eugenio María de Hostos y en el santo laico, el evangelio vivo, D. Francisco Giner de los Ríos, almas gemelas de maestros y patriotas.
Unos mismos valores éticos y humanos y una misma clarísima sabiduría orientaban sus vidas. Giner y Hostos, el maestro hispánico y el pensador iberoamericano, nacido en Puerto Rico, tuvieron de la ciencia y la conciencia, de la libertad y el derecho, del deber y la justicia, unos mismos conceptos. La vida es para ambos, usando una frase hostosiana, “el cumplimiento de un deber, y el magisterio, una altísima misión”.
Críticos de mirada penetrante han visto la afinidad entre estas dos nobles figuras, entre otros: José Gaos, Carlos Arturo Torres y Alberto Zum Felde. Además, destaca Juan José Arrom cómo “dentro de una rigurosa cronología a Giner de los Ríos (que) vive de 1839 a 1915 corresponde en América por la edad y profesión -filósofo y pedagogo- Hostos, quien vive 1839-1903″.
Y comenta mi inolvidable profesor D. Antonio S. Pedreira:
Hostos se educó en España y fue discípulo de D. Julián Sanz del Río y compañero de Salmerón, Azcárate y Francisco Giner de los Ríos. Quien conozca la reforma educativa implantada en España por este último maestro de maestros, comprenderá mejor la que con menos fortuna empezó Hostos en Santo Domingo, en la misma época en que abrió sus puertas la Institución Libre se Enseñanza. Giner y Hostos tienen un ideal educativo idéntico y se parecen hasta en la fuerza moral que tuvieron para predicarlo.
Pedro Henríquez Ureña conoció en su patria del Caribe y describe al sabio puertorriqueño como estoico, severo, puro, ardiente, y entiende que su obra es, intelectual y éticamente considerada, como la de Bello en Chile, la de Sarmiento en la Argentina y la de Giner en España.
Nuestro humanista y pensador Domingo Marrero Navarro en páginas sobre Ortega y Gasset, plantea este problema que encontramos en la historia de las ideas en España. Afirma Marrero:
Giner,…filosóficamente se pronuncia por una escuela alemana de tercer orden: el krausismo. ¿Por qué, precisamente en el momento en que florecen los grandes sistemas idealistas alemanes,… aceptan jubilosos, hombres como Sanz del Río, Giner, Hostos, las doctrinas krausistas?
Para contestarse afirmando que la intelectualidad hispánica acoge el krausismo español porque, dice: “está ansiosa de certidumbres éticas y religiosas… (y) le da fervorosa acogida sin entrar en consideraciones más o menos esnobistas sobre la jerarquía de los sistemas filosóficos europeos… que se asignaba al krausismo en el criterio filosófico de aquel momento”. Hace Marrero Navarro el elogio de Hostos y de Giner.
José Martí ha de ver en el pensamiento y en el estilo de Hostos, huellas evidentes del ideario y del lenguaje de los krausistas. Para Martí, nuestro Hostos es imaginativo pero “templa los fuegos ardientes de su fantasía de isleño en el estudio de las más hondas cuestiones de principios”.
No creo yo que el pensamiento de Hostos pueda clasificarse con suma facilidad o que su vida -verdadera epopeya moral-, pueda encasillarse bajo el primer ismo filosófico o estético.
Hostos es, para mí, un pensador que partiendo de su raíz y circunstancia puertorriqueña e iberoamericana, recibe los grandes estímulos del krausismo español -Krause, Sanz del Río, Giner-, y, entre otras modalidades filosóficas, del positivismo -recuérdense sus elogios de Augusto Comte, de Herbert Spencer y de Lastarria. Krausismo y positivismo, y el derecho natural como expone el humanista Dr. Aguedo Mojica, sí. Pero cuando alguien crea poder aprisionar el alma incoercible de Hostos, ¡que lea en el Diario esta confesión del egregio puertorriqueño!: la imaginación y el sentimiento, (las) dos fuerzas creadoras de mi alma”.
Aquel capítulo de la historia hispánica ha sido perfectamente esclarecido, entre otros, por: Adolfo Posada, D. Fernando de los Ríos, Pierre Jobit, Joaquín Xirau, John B. Trend, Juan López-Morillas, Roberto Agromonte, Rodolfo Llopis, Lorenzo Luzuriaga, Vicente Cacho Viú y Jerónimo Mallo. Entre los críticos puertorriqueños que han estudiado el tema de krausismo, he de mencionar a Antonio Cortón, Angel M. Mergal, Domingo Marrero Navarro y Cesáreo Rosa Nieves.
¿Qué es, en síntesis, el krausismo español? ¿Cuáles son las notas que lo caracterizan? Basta recordar, para esta ligera exposición, que el krausismo español -no el puro, alemán-, más que un conjunto hermético de principios o una filosofía pura, es una actitud, es un método, es un estilo de vida. Es un renacimiento espiritual. Es un movimiento que aspira a la liberación del hombre; aspira a despertar en él, amor por la verdad, amor por la libertad.
Tenemos en el krausismo una religiosidad de tipo paulino, interior; está el respeto a la dignidad de la persona humana; está el interés, la reverencia por esa constelación de valores a que nos referimos cuando hablamos sobre la justicia, la belleza y el deber. Su culto a las ciencias, su ética y su orientación pedagógica son muy evidentes en la reforma educativa, iniciada por estos maestros hispánicos.
D. Julián Sanz del Río, según epístola de Emilio Castelar, era “un sabio maestro que ha estudiado en Heidelberg la ciencia alemana, y es hoy el Sócrates de nuestro movimiento filosófico”. El epíteto sabio y la evocación de Sócrates revelan aquí la profunda admiración que tenían aquellos hombres por el maestro de Torrearévalo, primer pensionado español, nombrado Catedrático de Historia de la Filosofía en la Universidad de Madrid, con la condición de que fuera a Alemania y quien, después de su viaje de estudios, a su retorno a España, rechaza la cátedra universitaria por considerarse sin la necesaria formación, y se retira a Illescas a meditar, a estudiar, a hacer traducciones y adaptaciones de Krause. Y allí, salvo, el tiempo de breves visitas a Madrid, está diez años preparándose.
Sanz ocupa su cátedra en la Universidad de Madrid en 1854 y en 1857 pronuncia el famoso Discurso Inaugural de ese año académico. En aquel discurso expresa Sanz del Río la aspiración de:
Que la historia, hoy militante, cortada a cada paso por oposiciones y limitaciones, torcida y viciada por desamor y egoísmo, sea algún día historia y vida armónica, verdadera madre y maestra de sus hijos, como el padre de los suyos, como Dios de la humanidad.
Permítanme otros botones del pensamiento de Sanz del Río, en ese discurso: aconseja:
…no vayáis nunca contra el derecho y el respeto debido a los demás hombres, clases o instituciones…; dejad tras de vuestro nombre un rasgo de bellos ejemplos y doctrinas, y una memoria sin mancha.
En más de una ocasión rindió homenaje Hostos a Giner y a sus compañeros españoles. Ya en el prólogo a La peregrinación de Bayoán, redactado en Santiago de Chile, en junio de 1873, habla de su gratitud por los elogios que hiciera Giner diez años antes, cuando apareció la primera edición de aquel diario-novela.
Y en plena polémica, en Santo Domingo, escribía el puertorriqueño:
…tenemos de la Universidad de Oviedo el grato recuerdo del noble pensador y hombre de bien que es el Sr. Posada, amigo intelectual; y de la Universidad Central de Madrid la cariñosa memoria de amigos afectísimos como los Giner de los Ríos, los Azcárate, los Linares, predilectos del corazón y la conciencia que siempre ha visto en ellos los representantes de aquellos españoles que honran por su carácter a la especie humana.
Habla Hostos sobre “la más ilustrada generación que ha tenido España, de la cual era palabra Castelar, acción Martos, pensamiento Salmerón”. Hostos verá en la revolución de septiembre de 1868, una nueva toma de conciencia y proclama:
…se ha reconocido el principio de la libertad de enseñanza; se ha visto y acatado la necesidad de hacer objetiva la enseñanza y práctico el objeto del estudio; se ha desarrollado la iniciativa individual en materia de educación e instrucción pública y se ha manifestado en asociaciones particulares que han dado por fruto la (Institución) Libre de Enseñanza, las asociaciones para el establecimiento de kindergarten y la Universidad libre en que profesan los más notables pensadores que hay en la España nueva, como Salmerón, Giner, Azcárate…
Cuando en 1867 Sanz del Río se niega a firmar la adhesión de fe dinástica y religiosa como pretendía el Marqués de Orovio, a aquella recta y valiente actitud y cívica decisión se adhieren distinguidos catedráticos de la Universidad, entre los que es preciso mencionar a Giner, D. Fernando de Castro, José María Maranges, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Todos son expulsados de sus cátedras. Pero tendrán la cálida simpatía de 63 profesores de la Universidad de Heidelberg y del I Congreso de Filosofía en su reunión de Praga en 1869. ¿Cómo reacciona Hostos entonces? ¿Qué expresa el antillano en aquella crisis histórica?
El epistolario de Hostos recoge una carta ejemplar, fechada en Barcelona, a 16 de enero de 1868, enviada a Sanz del Río:
Mi venerable maestro:
Bienaventurado el que sufre persecución por la verdad…
Perdónelos Ud., Maestro: los infelices no saben que se hieren. Piensan que el arma que mal usan mata, en el hombre, a la idea que odian, y se engañan…
Mi querido y venerable maestro, nunca más venerable que en estos momentos de gloriosa prueba; si estuviera en Madrid, para expresarle los afectos de mi alma, le estrecharía la mano; para expresar mi juicio, sonreiría; pero no hablaría…una palabra.
Deje, pues, que calle, que me sonría, que le apriete cordialmente la mano.
Todo mi respeto.
Eugenio María de Hostos
Y a D. Nicolás Salmerón, le escribe Hostos:
…todos los que pensamos por nosotros mismos, somos perseguidos en Uds.: menguados de nosotros si no viéramos en esa persecución de la impotencia poderosa el triunfo de nuestra causa, que es la causa invencible del hombre universal.
Quienquiera que padece por la verdad y la justicia, ése es mi amigo.
Y Giner de los Ríos admiró y elogió a Hostos. En una de las epístolas, reimpresa gracias al Dr. Antonio S. Pedreira en 1934, Giner escribió a Hostos refiriéndose a la impresión que el libro Lecciones de Derecho Constitucional había dejado en España.
Señor D. Eugenio Ma. Hostos
Mi querido y antiguo amigo:
Muy en descubierto estoy con Ud… La impresión que su libro ha causado aquí, ha sido excelente…
Es un trabajo serio y lleno de profundo interés.
En cuanto a mí, soltero, continúo en mi cátedra de Filosofía del Derecho con más gusto e interés cada día, y al par, desde 1876, en que (con motivo de haber sido expulsados de nuestras cátedras, Linares, Salmerón, Azcárate, otros profesores y yo) fundamos en Madrid una Institución Libre de Enseñanza, me vengo consagrado con todas mis fuerzas a la institución o, más bien educación primaria, ya enseñando en nuestra escuela -una especie de escuela modelo, enteramente privada, aunque ajena a todo espíritu industrial- ya escribiendo en nuestro Boletín, ya procurando influir cerca de los gobiernos para lograr alguna reforma especialmente en el sentido de levantar el nivel del magisterio primario, al cual deseamos llevar gradualmente lo mejor de nuestra juventud…
Créame siempre muy deseoso de renovar y mantener cordiales relaciones de otros tiempos, que es difícil olvidar y cuente con la viva estimación de su amigo.
Francisco Giner de los Ríos
Todo puertorriqueño pronuncia con reverencia y con emoción ética e histórica, el nombre de uno de nuestros mayores fiadores morales o, como decía Vicente Géigel Polanco, “aquel hombre de excepción” que sólo mereceremos cuando tomemos “a cuestas el grande ideal de su vida hasta consagrarlo como norma de derecho y de justicia”, Hostos.
Nos hemos preguntado: ¿Por qué tenemos los profesores de Puerto Rico, los estudiantes de Pedagogía en Puerto Rico, que conocer a los educadores Horacio Mann, Kilpatrick y John Dewey, mejor que a los educadores iberoamericanos Andrés Bello y Sarmiento, Justo Sierra y González Prada, José Martí y Hostos? ¿Por qué los profesores de mi patria, la Isla Madre, no acuden a ese eterno surtidor de energías morales, patrióticas y espirituales que son las páginas, a veces con transparencias y remansos líricos, de Hostos; ¿Por qué el Secretario de Instrucción Pública no pone en manos de cada profesor, para bien de la escuela y la patria, sin mutilarlo, en una Antología, lo esencial del pensamiento hostosiano? ¿Por qué no hay ediciones puertorriqueñas, accesibles del Diario, de las proclamas y las epístolas históricas del Maestro Hostos?
Todo puertorriqueño, tiene, a pesar del general desconocimiento de la obra de Hostos, una cierta intuición de la grandeza y vigencia del mensaje hostosiano. No así de Giner.
Pero el ideario del Maestro Giner tiene íntima relación con nuestros nobles ideales, con nuestras prédicas de justicia. Giner será siempre un apóstol a quien oír y seguir por todos aquéllos que deseen la renovación y la superación de la vida universitaria y la cultura general.
Todos encontrarán en las obras de Giner y, específicamente, en sus libros La universidad española y Pedagogía universitaria temas para la meditación profunda y motivos para la incitación noble, fecunda y creadora. Yo invito a volver la mirada hacia aquel sabio, justo y luminoso maestro a quien D. Federico de Onís describe como “un profundo espíritu…, de alma religiosa, eternamente joven (al cual se debe) el levantamiento del nivel moral e intelectual de una parte (de España)”.
Expone Giner:
La nueva Universidad, cuyas líneas poco a poco van dibujándose en nuestro tiempo… (abraza) toda clase de enseñanza; es el mal elevado instituto de investigación cooperativa, científica; prepara, no sólo para las diversas profesiones sociales, sino para la vida, en su infinita complejidad y riqueza. Estimula al par, con la vocación al saber, la reflexión intelectual y la indagación de la verdad en el conocimiento, el desarrollo de la energía corporal, el impulso de la voluntad, las costumbres puras, la alegría de vivir, el carácter moral, los gustos sanos, el culto del ideal, el sentido social, práctico y discreto en la conducta…
Esa Universidad, continúa Giner, con la extensión popular, que le da por alumnos todas las edades y las clases…, la audición musical, los juegos y deportes, el periódico, el libro, la biblioteca circulante, las excursiones al campo…, al museo, al taller…, ahondando en la unidad del alma nacional, difunda en buena hora por todos los ámbitos el anhelo de una sociedad y una vida cada vez más humanas.
Refiérese Giner en La universidad española a los fines de ésta: “investigación científica; la elaboración de la verdad así adquirida; su incorporación en el sistema de (la) cultural general; la transmisión y difusión de esta cultura…; la educación moral de la juventud, su preparación para ciertas profesiones, con otras funciones que de aquí se siguen”. Cree que la Universidad “tiende a ser no sólo una corporación de estudiantes y sabios, sino una potencia ética de la vida”. Explica también: “Su fin superior es la formación integral e ideal del hombre”.
Para Giner, el estudiante, no el profesor, es el primer factor de la vida universitaria. Y estima “como consecuencia del concepto de institución corporativa de maestros y discípulos, llamar a éstos (a los estudiantes) a participar en el Gobierno de la Universidad”.
En el volumen Forjando el porvenir americano protesta Hostos, el educador puertorriqueño, por lo que en sus días era, afirma, “la enseñanza universitaria tan fatua, tan flaca y tan, por eso mismo, pagada de sí misma”. Y allí también afirma, refiriéndose a las Universidades de Europa y de América que conocía, cita: “en vez de proporcionar reformas sociales, la actual educación superior no sirve más que para el status quo”. Esta es su impresión general de la educación a fines del siglo XIX: “La educación superior o universitaria de hoy -enjuicia-, carece de fuerza étnica, de espíritu social, de impulso humano”. Es en ese libro donde el sabio iberoamericano antillano, puertorriqueño, alaba a Giner, a Azcárate y a Linares y los evoca como “predilectos del corazón y la conciencia…, como españoles que honran por su carácter a la especie humana”.
El mensaje pedagógico de Hostos El propósito de la Normal, Discurso leído en el acto solemne de la investidura de los primeros maestros normalistas de Santo Domingo (1884) revela ideales que corresponden a los que expone por esa misma época Giner de los Ríos en su Discurso inaugural del curso de 1880-1881 en la Institución Libre de Enseñanza en Madrid.
Una misma actitud, unos mismos conceptos trascendentales y hasta un mismo lenguaje encontramos en ambas piezas oratorias. Habla el antillano consagrado a despertar la sensibilidad de la juventud dominicana, cito, acerca de “formar hombres en toda la energía de la virtud, en toda la plenitud de la conciencia”, y afirma el maestro Giner que la Institución Libre aspira “a formar hombres” y refiérase a la enseñanza “en la integridad de su destino”, al “sentido universal, educador e íntimo” de la educación.
Ambos, el pensador peninsular y el educador antillano evocan las imágenes de Sócrates, Pestalozzi y Froebel. Los dos describen un mismo tipo de maestro ideal. Y si Giner expone que la Institución Libre quiere formar “hombres útiles al servicio de la humanidad y de la patria”, escribe Hostos acerca de los “hermanos en la patria y los hermanos en la Humanidad”. Si Hostos alude a la justicia, al derecho, al deber y el patriotismo, Giner hablará sobre el trabajo, la vocación, el carácter moral y el patriotismo.
El pensador mexicano D. Antonio Caso considera, en 1910, ese discurso de Hostos, “la obra maestra del pensamiento moral independiente de la América Española”.
Hay en Hostos y en Giner un idéntico interés por la realidad y el tema del hombre, motivo central en la obra lírica y el ensayismo de D. Miguel de Unamuno. Nos sorprenden hasta las mismas frases. Si Giner escribe, por ejemplo: “El primer deber -y el primer placer- de cada hombre para consigo mismo es el de ser hombre”, conocido apotegma de su libro Filosofía y sociología, afirma Hostos en un repetido aforismo: “Tu primer deber es ser hombre; no lo cumplas y llevarás contigo tu muerte”. Y pondrá el pensador de Mayagüez todas sus energías morales en la realización de su ideal de hombre completo.
Hasta un mismo amor por lo inefable de la música los acerca. Giner, para quien “la creación de lo bello es un fin esencial digno de que el hombre le consagre sus mejores y más notables fuerzas”, prueba su amor a la música con su culto constante a ésta y con sus interpretaciones al piano, de la belleza con alas de Mozart.
Y Hostos que redacta en su juventud páginas reveladoras de finísima sensibilidad estética, escribe sobre el creador de la Sinfonía Pastoral, el clásico y romántico Beethoven, y escribe comentarios sobre Mozart, Haydn y Mendelssohn.
Tuvo Hostos, a diferencia de Giner de los Ríos, un espíritu abiertamente revolucionario.
Antonio Jiménez-Landi atribuye a D. Manuel B. Cossío estas palabras, parecidas a otras que escribió el profesor D. Federico de Onís:
(Giner) era radical como nadie; pero antirrevolucionario por principios,
Y el mismo Giner de los Ríos confesó:
Porque sólo por el camino de las ideas y por la obra de su educación interior, no por el de las revoluciones… podrá (el pueblo)… renacer… entrando a cooperar en la corriente general de la historia.
Hostos se consideró a sí mismo un revolucionario. En carta publicada en un periódico de Bilbao el 24 de octubre de 1868 declaraba:
Revolucionario en las Antillas como activa y desinteresado lo he sido, lo soy y lo seré en la Península; como debe serlo… quien no puede ocultarse del movimiento…; revolucionario en las Antillas, forzosamente estacionarias y forzadamente propensas a moverse, quiero para ellas lo que he querido para España… Y así como lo primero que quería para España era dignidad… así lo primero que quiero para Puerto Rico y Cuba es dignidad.
Y tiene el patriota esta convicción que comenta en una lúcida epístola del 30 de mayo de 1869, a su señor padre. D. Eugenio de Hostos:
Al despotismo sólo el esfuerzo revolucionario puede combatirlo con fruto.
Señores, no estoy exaltando la talla clásica de Hostos sobre la egregia figura de Giner, ni al Maestro español sobre el mayagüezano universal. Giner y sus discípulos crearon una verdadera renovación en España. Con la perspectiva que da el poder otear desde nuestro tiempo, ha podido explicar Joaquín Xirau que la presencia de Giner fue algo inaudito y revolucionario en España. Y Luis Jiménez de Asúa ha dicho que el fundador de la Institución Libre fue un revolucionario profundo en la modestia y en la humildad de su forma, revolucionario tenaz. Giner, que pierde su cátedra al solidarizarse con Sanz del Río, será luego el que lleve la voz guiadora de protesta contra el decreto del Marqués de Orovio, atentatorio contra la libertad de cátedra. Giner fue llevado a la cárcel del Castillo de Santa Catalina en Cádiz por haber replicado con dignidad a la persona que lo visitó, a nombre de Cánovas, para decirle que el decreto de Orovio no tendría efectividad. Dígale a Cánovas que me lo diga en “La Gaceta” y no espere de mí una indignidad, fue la respuesta de Giner. Y a la Cárcel del Castillo de Santa Catalina fue llevado aquel hombre extraordinario de quien dijo Juan Ramón Jiménez que “la luz fundente… de su quemado ser (añadía) fulgor al día”. Sufrió como un revolucionario. Allí concibió el santo laico la Institución Libre.
Los dos, Hostos y Giner, se igualan en el esfuerzo por la revolución moral.
Alfonso Reyes, trazó estos rasgos de aquél a quien Antonio Machado llamara:
…el hermano de la luz del alba,
del sol de los talleres,
el viejo alegre de la vida santa.
“Era un krausista -son palabras del ilustre mexicano- era un hombre de temple apostólico. Dicen que él decía ejercer el sacramento de la palabra…; era, dice Alfonso Reyes, jardinero de almas”.
Podemos nosotros expresar casi los mismos conceptos de Alfonso Reyes al intentar dibujar el perfil de este otro apóstol de la educación, la cultura, la libertad y la soberanía de nuestros pueblos. Visionario de la Confederación Antillana, enamorado del ensueño bolivariano, Maestro de Iberoamérica, como Giner jurista y abolicionista, hombre que evocó la memoria de Sócrates, es, cual Giner, un moralista. Y, si Giner escribió Estudios de literatura y arte, Hostos nos legó valiosos trabajos de crítica estética y literaria como el Hamlet. Fue libertador y temple apostólico.
Hoy invocamos los nombres de Hostos y Giner para que nos estimulen a entrar en la vida plena de la cultura, el decoro, la justicia y la libertad.
Autor: José Ferrer Canales
Publicado: 22 de septiembre de 2010.