Evocación de José Antonio Dávila

Autor: Laura Gallego Otero
Publicado: 22 de septiembre de 2010.

Dedico estas sencillas palabras a mis entrañables amigos Nieves Padilla, Mariano Feliciano y Luis de Arrigoitía que leyeron con paciencia mis primeros amagos literarios y se arriesgaron a dar fe de sus posibilidades. A Josemilio González que me enseñó “a escribir porque se necesita y no porque se quiere”. A Concha Meléndez, Margot Arce y Juan Ramón Jiménez que me imprimieron su sello capital por el conocimiento de la poesía hispanoamericana y española. Y, desde luego, a mis hermanos en la eternidad, Toñín y Carlos.

La Fundación Puertorriqueña de las Humanidades me honra con el reconocimiento como humanista. Coincide esta actividad con la celebración del Centenario de la Universidad de Puerto Rico, nuestra Alma Mater. Por varios años disfruté en la Fundación del cordial intercambio y exposición de ideas junto a viejos y queridos compañeros de la Universidad y de otras entidades, como Presidenta del Comité de Propuestas. Fue como un volver a los años universitarios. La doctora Aida Caro, humanista, representó y estimuló vitalmente el diálogo creador. Así, como afirmara en un poema:

Yo vine de otro mundo
Utópico y sencillo.

Nacida en Bayamón y educada en el Colegio Santa Rosa por las monjas dominicas, una maestra extraordinaria, Encarnita Rodríguez, selló para siempre mi pasión por la poesía. Conocí a Gautier y a de Diego que dejaron una huella profunda en mi sensibilidad. Del mismo modo, la tía abuela Matilde Otero Cuyar, pianista, en cuya casa se celebraban las tertulias con José Antonio Dávila y Braulio Dueño, entre otros.

Don Virgilio, que se escondía en mi casa cuando tronaba, me enseñó su poema Nace el día.
José Antonio dedicó a la tía abuela el poema “Scherzando”. (Para Matilde Otero Cuyar que pone en cada nota una pátina del sol de mi terruño.)

La vi sentarse al piano. De la clave
surgió un arpegio grave
y triste como el eco de un lamento,
como la escala agónica del ave,
como el beso sinfónico del viento.
La noche ya avanzaba y aquel piano
bajo el mágico influjo de su mano
hilvanaba cadencias intranquilas,
como emoción de onda en la corriente,
como inquietud de luz en el poniente
como temblor de llanto en las pupilas.

¿Inspiración? Las improvisaciones
dejaban al volar por las praderas,
como un temblor de santas oraciones,
como un renacimiento de ilusiones,
como un derrumbamiento de quimeras.

Y terminó. Mis húmedas retinas
buscaron en el cielo las divinas
palpitaciones de sus notas bellas
y al mirar de las sombras el derroche
vi copiado su canto con estrellas
sobre el gran pentagrama de la noche.

Fue José Antonio la magna proyección de un poeta que aún late en mí desde la afinación intimista.
Empecé a escribir y tuve el acierto de titular mi primer libro, misteriosamente desaparecido, Horas inútiles. En la década del ‘cincuenta’ organicé y presidí, bajo los auspicios del Instituto de Cultura y junto a otros compañeros como Luis Nieves Falcón y Carlos Orama Padilla, el Círculo Cultural José Antonio Dávila. Transmitimos un programa radial con Luis Dávila, hermano de José Antonio. Se publicó la revista Vendimia y Poemas, libro inédito del poeta autorizado por su hermano Ricardo, en 1964.

Vendimia, texto aparecido en 1940, del que tomó el nombre la revista, abarca poemas de 1917 a 1939. Esboza estampas de los clásicos y el tema criollo. Influido por los poetas españoles e hispanoamericanos, así como por los ingleses y el persa Omar Kayám, expresa el amor en solidaridad con el cosmos y anhela la fusión final con la muerte en actitud religiosa. Motivos de Tristán aparece en 1957.

En Lecturas Puertorriqueñas, poesía, texto antológico que publicáramos en Troutman Press junto a Margot Arce y Luis de Arrigoitía, lo destacamos como “médico y escritor culto y refinado. Como Tomás Blanco se mira introspectivamente y le sirve de acicate a la reflexión metafísica. Depurado en el dolor y con la fe sostenida aún desde la duda tocada de aguda ironía, anhela la fusión panteísta con el cosmos y se cuestiona incesantemente por el destino del hombre vocado a la muerte, en un lirismo triste y esperanzado a la vez”.

Ofrecemos ahora la Impresión para un estudio sobre la presencia de Shelley y Omar Kayám en José Antonio Dávila.

Volver a José Antonio nos obliga esta vez a reexaminar nuestra percepción de su poesía. Confesamos que la predilección por ella, una como inexplicable afinidad, nos llevó al atisbo impreciso y a la generalidad. No habíamos podido aprehender al poeta esencial. Reanudamos ahora su estudio con el interés acentuado y con un acucioso afán de concreción. Pero esas observaciones han de ser únicamente punto de arranque para un estudio mayor, si es que la vida nos depara el sosiego en el tiempo para fijar el perfil del poeta desde una más clara perspectiva personal.

Tocamos de nuevo el estudio más serio y completo que aún se conoce sobre él: Vida y poesía en José Antonio Dávila de la doctora Adriana Ramos Mimoso, que publicara en Madrid Ediciones Cultura Hispánica en 1958. Gira en torno de la vida del poeta; presenta el panorama de la obra, su visión conceptual y afectiva de los seres y las cosas desde los temas del amor, la naturaleza, la religiosidad y preocupación metafísica. También las figuras del Siglo de Oro y las que llama Estampas del solar. Entra en la tercera parte del estudio en la valoración del poeta a base de los procedimientos poéticos; esta parte, a nuestro juicio, revela en principio, como todo el estudio, la captación del contorno de la poesía.

Como en mi caso, aunque con mayor autoridad, la doctora Ramos fue una admiradora y estudiosa de José Antonio Dávila, ambitada en el recuerdo de esa tan característicamente puertorriqueña familia, que tanta plácida alegría nos ha dado en el tiempo aldeano y ya remoto de nuestro Bayamón.

Releímos también las aclaraciones que prologan la obra póstuma Poemas y que ofrecimos cuando el Círculo Cultural José Antonio Dávila que presidimos la publicara. Hemos optado por centrar nuestra atención en Vendimia en forma más directa ya, desde la poesía inglesa y persa; ponderar desde ella su ademán poético, valorando su temática desde su vocabulario representativo, en un reencuentro no condicionado ahora, en su dimensión, por la crítica o por estudios anteriores.

No debe asumirse por esto que pretendemos señalar por primera vez el hecho de que hay influencias en José Antonio de los poetas ingleses o del Rubaiyat, del persa Omar Kayám, que la doctora Ramos Mimoso mencionara antes. Lo que deseamos es tomar el dato general que ella apunta en su estudio de conjunto y constatarlo en unas observaciones iniciales para una futura explanación más documentada de estas influencias.

Vendimia fue publicado por la Biblioteca del Ateneo Puertorriqueño en 1940 y comprende los años de 1917-1939. Debemos recordar que el poeta nació en octubre de 1898 y murió en diciembre de 1941. Esta obra se divide en seis partes o conjuntos de poemas encabezados por uno inicial que aparece bajo el epígrafe Vendimia titulado “Kismet”, y uno final, Ex libris bajo el mismo nombre.

Las partes radicadas entre estos poemas son las siguientes: Versos del meridiano, Versos de la vidamoza, Siglo de Oro, Post-Rafaelíticas, La rueca de Némesis y Poemas de un amor triste. El primer poema, “Kismet”, está signado por una cita del Prometeo desencadenado o liberado de Shelley:

…and hope, till hope creates
from its own wreck the thing it contemplates.1
…y esperar hasta que la esperanza
cree aún desde su naufragio la imagen que ella otee.2
Con la esperanza se abstrae lo infinito en la poesía, ámbito ultravital del poeta.

Estos versos simbólicos son parte de la última estrofa del acto IV del drama lírico de Shelley cuando habla el Demagorgón. Prometeo o el Titán, que en el mito responde a la humanidad o el alma del hombre, en una manifestación religiosa, ha sido condenado por Júpiter, dios del mal, a ser encadenado a una roca en el monte Cáucaso por robar el fuego a los dioses. Un buitre le devora el hígado que constantemente se renueva. El dolor es su elemento constitutivo, las furias lo torturan y él se autotortura, como dice el Fantasma de Júpiter: Thyself torturing solitude3, anhelando la libertad en actitud de protesta.

El Demagorgón (demos-gente y gorgona-miedo) es una corrupción del término demiurgo, es el creador del mundo y la eternidad. Destrona a Júpiter. Hércules libera a Prometeo, Prometeo liberado es la humanidad liberada por la sabiduría; se une a una de las Occeánidas la naturaleza, y reinan el amor y el bien sobre la muerte.

El drama lírico se inicia con el lamento de Prometeo encadenado, Hamlet mítico, y termina con la entonación de un himno de alegría por el Demagorgón o Demiurgo que canta la victoria de Prometeo. Es en este himno de alegría que aparecen los versos de Shelley con los que José Antonio signa Vendimia.

Vamos a apreciarlos ahora en el contexto de la aludida última estrofa del Acto IV:

To suffer woes which Hope
thinks infinite; To forgive wrongs darker
than death or night;

To defy power, which seems
Omnipotent;
to love, and bear; to hope till hope creates
from its own wreck the
thing it contemplates.

Neither to change, nor flatter,
nor repent;
this is the glory, Titan,
is to be Good, great and joyous,
beautiful and free;

This is alone Life, joy,
empire and victory.

El Prometeo liberado, según John Zillman, es el supremo poema inglés del siglo XIX. Indica que este poema del romántico Shelley equivale en grandeza a la Novena Sinfonía de Beethoven. ¿Por qué nos hemos detenido en este aspecto de los versos del poeta inglés? Porque nos revelan por qué los escogió José Antonio. Ellos dan la tónica romántico- fatalista de Vendimia, en lirismo dramático salvado por la esperanza desde una duda constante de la que el poeta se desencadena. Shelley define el lenguaje en el Prometeo como una perpetua canción órfica Language is a perpetual orphic song.4 Es decir, como una canción de soledad. Orfeo, esposo de Eurídice, es el cantor solitario, el fundador de los misterios órficos.

Por esto es tan difícil la comunicación y esa dificultad se acrecienta cuando intentamos entender la lengua generante de un poeta. Un modo es apresar, desde el vocabulario representativo, la intrahistoria total de la obra.

Por eso resulta particularmente interesante trazar coincidencias de vocabulario entre José Antonio y Shelley. Más adelante nos referiremos a José Antonio y a Omar Kayám el persa. Vamos pues a aislar estas constantes de vocabulario en ambos poetas desde Prometeo liberado y Vendimia indicando hasta dónde han sido posibles las variantes.

El poema “Kismet”, destino, que inicia Vendimia, pone de manifiesto en sus primeros versos y en otros subsiguientes las palabras: viento, sombras, deseo, fuego, lucero, noche, jilguero, rojos, siento.

El viento arrastra sombras y aunque yo
nada veo
algo llama a la puerta del deseo.

El sustantivo viento, furia, con sus variantes brisote, brisa, aparece en todo el libro de José Antonio como una fuerza avasalladora y fatal de destino, o como un alisio tenue.

Es el heavens winged hound 5; el whirlwind 6; el viento se une al pájaro en Shelley que es ave, jilguero o ruiseñor en Vendimia: Birds wing the wind 7; en Prometeo los pájaros alan o ponen alas al viento. También en Shelley aparece el ruiseñor. El hombre es child of many winds8.

La luz es claridad que deslumbra en ambos. También la nota de soledad, desierto, desolación, ceniza, residuo, escombro, rosa, capullos, bulbo, árbol, sangre, vino, estrellas. En Shelley se alude al vino que absorbe el polvo al derramarse; el vino enloquecedor de la vida; el alma como fuego inextinguido, el enigma del más allá en el que, según Shelley, duerme una voz que no ha hablado.

Y en el “Canto de los espíritus” “death, dispair, love, sorrow; time, both, today, tomorrow”9. Esta referencia al tiempo que fluye entre el ayer y el hoy, anverso y reverso de la vida, escinde de dolor el alma de José Antonio a través de toda su poesía. Es un tiempo devorador. Pero en ambos poetas prevalece sobre la muerte la sabiduría nacida de la esperanza; ambos proyectan una filosofía de vida en una transposición romántica de fe en la omnipotencia del amor más allá de la muerte.

Se conjuga con Shelley en Vendimia la otra influencia que hemos apuntado, la del poema Rubaiyat de Omar Kayám, poeta y matemático persa del siglo XI, que diera a conocer en su versión el irlandés Edward Fitzgerald en el siglo XIX luego de que el poeta y pintor pre-rafaelita Dante Gabriel Rossetti lo rescatara del olvido.

El autor de los Rubais, rimas o cuartetos, titula la obra Rubaiyat porque enlaza un conjunto de rubais o rimas en as que reflexiona en actitud realista sobre la fugacidad.

Es un poema epicúreo y eglógico según Fitzgerald, que revela el pragmatismo idealizado que lleva al “carpe diem”. Es opuesto al Eclesiastés –vanidad de vanidades, todo es vanidad- en su afirmación presentista (bebamos y gocemos que mañana moriremos). El tema, ya viejo, rebosa entusiasmo en Omar. La duda se trasciende en la concepción de la vida como delicia.

Advertimos también en José Antonio, como en el Rubaiyat, la nota pagana y hedonista al destacar con fruición sensual “la brasa del geranio de tu beso” –la experiencia real y luego ensoñada del amor10 queda como evidencia Kismet11, Para Blanca de Cavalcanti, la Dama de la alcoba12 y otros. Pero José Antonio rebasa el realismo sensual y evoca con espiritualidad la experiencia amorosa.

Para él, como para Omar Kayám, la vida es un enigma que pasa. El verbo “pasar” es constante en él. También el persa oscila entre presente y pasado con la nostalgia del tiempo fluido. Desde el poema Kismet, el poeta expresa el “elan vital”, el deseo de vivir desde la enfermedad que lo mina y lo acerca agoreramente a la muerte. Lo fascinante de su poesía es esa tajante amargura tierna de vivir muriendo. También, como Omar Kayám, coincide José Antonio en el vocabulario que describiéramos en Shelley: viento, sombras, noche, ocaso, deseo, pájaro –the bird is on the wing13 –el pájaro del tiempo, jilguero o ruiseñor, alas, rosas, cenizas, residuos, escombro, polvo, grano, ayer, hoy, nada, amargura, vida, luz, luceros, estrellas, luna, astros.

A hair perhaps divides
the False and True,14 dice el poeta persa.
Y José Antonio:
El bien y el mal, según los ve
mi credo, no son siempre el
bien y el mal
El persa:
I myself am heaven and hell.15
Y José Antonio en Credo:
Creo que el hombre lleva por
dentro de sí mismo
un cielo y un infierno.16

En el Rubai 9117 se señala el deseo de Kayám de transformarse en naturaleza al morir, que aparece en Escombro y otros poemas de José Antonio. Esta influencia de Kayám queda consignada como en el caso de Shelley por Dávila directamente en el poema Aromas de Rubaiyat18 que incluimos en la obra póstuma Poemas al ordenarla y hacer la selección final por encomienda de su hermano Ricardo. Este poema no aparece en Vendimia, pero es un desprendimiento de esta obra.

José Antonio, sibarita como Omar, cita el Rubai 2819, I came like water and like wind I go. El poema de Dávila hace en los primeros versos la paráfrasis del Rubai 12.20

Here with a loaf of bread beneath bough,
a flask of vine, e book of Verse –Thou
beside me singing in the wilderness
and wilderness is paradise enow.

Yo, como el buen Omar también
quisera recostarme a la vera
del tedioso camino con un libro de versos
y una copa de vino.

El poema termina con la misma cita que el Rubai 28: “que vine como el agua y me voy como el viento”.
La vida de todo artista por ser ultra sensible es antevida o antemuerte, pero la obra, vida cualificada, se quintaesencia y se salva en belleza.

Plenos de la belleza erguida del poeta, como diría Octavio Paz, ofrecemos al poeta amado esta reflexión:
Escribo ahora en la sombra
cuando ya van cayendo
como hojas amarillas
mis últimas palabras.

Nada se asoma por mis soledades
para cumplir el ritual amoroso
de mi lengua sumisa.

Busco algo que me fije develada en el
sueño y nada, nada me hace.

Solo, que alguien se asome
a esta soledad
y que amorosamente
me corte el alma
y la deshoje lejos.

NOTAS

1. Zillman, John, Shelley’s Promecheus on Unbound, Acto IV, Demagorgón, p. 300, Seattle, University of Washington Press, 1959, 792 páginas.
2. Traducción libre de la Autora.
3. Op. cit. Acto I, El fantasma de Júpiter, p. 148.
4. Op. cit., Acto IV, La tierra, p. 288.
5. Op. cit., Acto I, Prometeo, p. 133.
6. Op. cit.,
7. Op. cit., La tierra, p. 170.
8. Op. cit., Acto II, escena I, Asia, p. 181.
9. Op. cit., Escena III, Canto de los espíritus, p. 205.
10. Op. cit. Dávila, José A.: Dícticos I, (a) Vendimia, Biblioteca del Ateneo Puertorriqueño, San Juan de Puerto Rico, 1940, 159 páginas.
11. Op. cit. p. 66.
12. Op. cit. p. 104.
13. Kayám, Omar: Rubaiyat, p. 7, Primera edición 1859, New York, Randon House 1947, 149 páginas.
14. Op. cit. Tercera, cuarta y quinta edición 1872, 1879, Rubai 49
15. Op. cit. Rubai 66.
16. Op.cit. Credo, p. 69.
17. Op. cit. p. 107.
18. Op. cit. Dávila, José Antonio: Aromas de Rubaiyat, p. 21, Poemas, San Juan de Puerto Rico, Editorial Cordillera, 1954, 82 páginas.
19. Op. cit., Rubai 28, p. 68.
20. Op. cit., Rubai 12, p. 58.


Autor: Laura Gallego Otero
Publicado: 22 de septiembre de 2010.