Aproximación al tema de izquierdas y derechas

Portada Puerto Rico en el mundo
El hombre como inmortal, se sustenta con lo incalculable y lo no poseído. Tratar de prohibirle que se represente el Bien, ordenar en función del Bien sus poderes colectivos, trabajar por el advenimiento de posibles insospechados, pensar lo que se puede ser en radical ruptura con lo que es, simplemente es prohibirle la humanidad misma.
Alain Badiou
En el mundo de hoy, las contiendas por el control de las instituciones del Estado, es decir, las luchas de poder político, se organizan en torno a dos campos que se definen a grandes rasgos como derechas e izquierdas. En los países desarrollados como Estados Unidos y los estados de Europa occidental, es común usar estos términos para describir las posturas, actitudes y preferencias políticas. El uso es tan común, que se puede anticipar la reacción de cada sector político a los temas del momento, a partir del bando “ideológico” al cual se adscriben. Los campos contendientes, sin embargo, son pluralistas en el sentido de que incorporan una marcada multiplicidad de sensibilidades, intereses, organizaciones, jerarquías de valores y niveles de radicalidad. Es un error pensar que se trata de sectores políticos monolíticos, a pesar de que se agrupen en partidos políticos unitarios. En España, por ejemplo, todas las derechas, desde las más moderadas a las más recalcitrantes, incluyendo a los herederos del franquismo, están dentro del Partido Popular (PP).
Ante la heterogeneidad de las izquierdas y derechas, se suelen añadir “apellidos” para diferenciar matices, tales como derecha extrema, derecha religiosa, derecha tradicional, entre otros. En el otro bando se habla de nueva y vieja izquierda, izquierda revolucionaria, izquierda moderada, izquierda liberal,etc. Otros términos que funcionan solos son ubicados automáticamente en uno de los dos grandes campos: conservadores y liberales, reaccionarios y socialistas, autoritarios y progresistas, fascistas y libertarios, comunistas, ambientalistas, etc.
Es natural, por lo tanto, que la configuración de los partidos políticos siga esta antinomia “ideológica”. En Estados Unidos, para citar un caso, el Partido Demócrata se inclina a la izquierda y el Republicano a la derecha. Estos dos grandes partidos funcionan, para propósitos electorales, en torno a alianzas temporales, formales e informales, que varían de acuerdo a coyunturas estratégicas. En otros países las izquierdas se incorporan generalmente en partidos social demócratas y las derechas en los demócrata cristianos.
La dicotomía entre derechas e izquierdas es tan universal en el mundo de hoy, que los moderados que insisten en colocarse entre estos dos campos se denominan centro o centristas; es decir, se colocan en un lugar intermedio entre los dos bandos. Este sector moderado opera como centro-derecha cuando se inclina más hacia el lado conservador-autoritario y centro-izquierda cuando se simpatiza más con las posturas progresistas-libertarias. En México, por ejemplo, hay tres partidos principales: el de izquierda (Partido de la Revolución Democrática o PRD), el que representa la derecha (Partido de Acción Nacional o PAN) y el centro político que se recoge en el Partido Revolucionario Institucional o PRI).
A pesar de la enorme diversidad de intereses y sensibilidades de los sectores que componen cada campo, todos comparten una mentalidad, una manera de pensar sobre la naturaleza del ser humano, la sociedad, la cultura y el mundo político, que los diferencia del otro campo. En el diálogo político ordinario, reforzado por hábitos mediáticos, es común referirse a estos grandes campos como ideologías. Tal designación supone que se trata de construcciones teóricas y éticas que incorporan, de forma sistemática, visiones de mundo particulares. Pero en realidad se trata más de mentalidades, que de doctrinas filosóficas. Es evidente que las ideas, en tanto resultan del pensamiento la imaginación creativa y la aplicación coherente de una sensibilidad crítica, fundamentan las interpretaciones históricas y las formulaciones teóricas, pero, desafortunadamente, éstas no ocupan un lugar preponderante en la vida habitual de la política moderna. La polaridad entre derechas e izquierdas responde más bien a las mentalidades que conforman las percepciones e identidades humanas y políticas. Estas mentalidades, en tanto son parte del mundo de /a vida (lebenswelt) y se perpetúan de forma acrítica por medio de los procesos de socialización (incluyendo los lenguajes mediáticos y electorales), son inconscientes de las estructuras ocultas que conforman la realidad social y establecen los márgenes del pensar popular.

Aproximación al tema de izquierdas y derechas
Dicho esto, también es cierto que tanto las derechas como las izquierdas se han nutrido de ideas, visiones y esquemas teóricos complejos, aunque con frecuencia estos se reducen en el entorno mediático-electoral a expresiones simplistas, con el fin primario de validar las identidades partidistas. En las contiendas electorales, que constituyen el marco de las luchas de poder en los sistemas democráticos, la práctica dominante del debate público suele ceñirse a las mentalidades dominantes de cada bando, por medio de propuestas simples convocadas bajo el signo retórico de la lealtad a supuestas ideologías o partidos.
Un jurista estadounidense dijo en una ocasión, que la pornografía era difícil de definir pero fácil de detectar. Algo similar ocurre con las izquierdas y derechas políticas: es difícil proveer una definición completa y coherente, pero es fácil reconocer sus expresiones cotidianas. La forma más común de distinguirlas es observar sus posturas ante los asuntos contenciosos del momento. Se puede preparar un cuestionario sobre los asuntos de actualidad en cada país y casi todos los ciudadanos podrán distinguir entre un derechista y un izquierdista de acuerdo a sus respuestas.
Ni la izquierda ni la derecha se definen por programas políticos específicos porque estos son, por norma, respuestas a coyunturas particulares de tiempo y lugar en continua transformación. Buscar respuestas en las contiendas programáticas de los sectores políticos, por lo tanto, incita a la confusión y la incoherencia. Debemos, en cambio, centrar la atención en las nociones generales que fundamentan las respuestas programáticas. En otras palabras, quizás la manera más apropiada de resumir la diferencia fundamental entre la izquierda y la derecha en el mundo actual no sea tanto mediante las posturas asumidas ante los asuntos públicos particulares, sino invocando los principios, valores y visiones que definieron cada campo.

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Izquierdas: En general, las izquierdas privilegian la expansión de los derechos políticos, la igualdad, la normativa laica, la fragmentación del poder (descentralización), el Estado de Derecho (la igualdad ante la Ley), la participación cotidiana del ciudadano y la sociedad civil en los asuntos de Estado y la fe en la práctica de conversar y convenir para resolver conflictos. En la base de la mentalidad de izquierdas, late la desconfianza del poder y el encumbramiento de la capacidad creativa del ser humano para transformar, en libertad, sus circunstancias de vida; es decir, en palabras de Alain Radiou, “… trabajar por el advenimiento de posibles insospechados, pensar lo que puede ser en radical ruptura con lo que es …”.
Derechas: Las derechas tienden a privilegiar el orden y la estabilidad en torno al concepto organizador de autoridad. Se percibe que la inclinación del ser humano a la indisciplina social y al caos requiere la presencia de una autoridad funcional en todos los niveles; en la familia, las instituciones sociales y sobre todo el Estado. De ahí el gusto por la centralización de los Estados Nacionales. Las derechas también tienden a confiar en los estamentos tradicionales, a valorar el privilegio sobre la igualdad en la distribución de poder económico y político, a desconfiar del cambio por su componente de riesgo, y a confiar más en el poder y el uso de la fuerza que en las instituciones políticas y jurídicas autónomas. En términos formales, las derechas perciben lo político como una lucha permanente entre enemigos, interiores y exteriores, que obliga al Estado de Derecho a justificar prácticas de excepción.
Las manifestaciones temporales específicas de estas dos mentalidades son múltiples, complejas y en ocasiones contradictorias. Por ejemplo, en tiempos de Adam Smith, a finales del siglo XVIII, se percibía que la injerencia del Estado en la economía respondía a prácticas mercantilistas reaccionarias, mientras que los proponentes del libre comercio se consideraban liberales y modernos. Más tarde, no obstante, ante las consecuencias de la depredación social por parte del capital privado durante la Revolución Industrial, el pensamiento humanista y liberal de izquierda llego a concebir la intervención del Estado en la economía como la única forma de controlar los excesos del mercado, mientras que la derecha pasaba a reclamar un espacio autónomo para la libre empresa en la economía, que el Estado debía respetar y avalar. El asunto también se complica enormemente ante los temas culturales. Si es fácil, por ejemplo, reconocer las respectivas mentalidades cuando se trata del tema de la censura, no lo es tanto cuando se invoca la función social del arte.
Una de las circunstancias que dificultan reconocer las diferentes mentalidades es la confluencia del discurso político. Hoy la derecha ha abandonado su desprecio histórico por las democracias parlamentarias, abrazándose con los liberales en su adhesión a la ética democrática y los derechos humanos. Pero al mismo tiempo esta visión conservadora desposee esos derechos de su sentido histórico y de referencias colectivas, adoptando las máximas del orden económico y político establecido. De ahí que se haya designado el sistema político mundial dominante como “totalitarismo parlamentario.”
Lo que importa, sin olvidar la enorme madeja de contradicciones e incoherencias, es tener presente que aunque no nos guste todo lo que huele a maniqueísmo o a esquemas binarios absolutos, la antinomia entre derechas e izquierdas es una realidad política de nuestros tiempos que no podemos negar, sino incorporarla al pensamiento cotidiano de lo político. No se trata de una reducción a categorías míticas, sino una forma útil de orientar la acción política.
Víctor D`Ors
Centro de Investigación y Política Pública
Autor: Proyectos FPH
Publicado: 22 de enero de 2008.