Educación y Cultura: Introducción

Portada Puerto Rico en el mundo

¿Cómo acercarnos hoy día a los términos de educación y cultura? ¿Qué evocan esas palabras para la inmensa mayoría de los puertorriqueños que hace ya casi tres décadas desconocen la exis­tencia de una escuela laica y pública, y cuando la producción cultural responde más a agendas políticas que a veces saben a folclor, o son el feudo del entertainment? Un Departamento de Educación existe pero la inmensa mayoría de los sectores profe­sionales y las clases medias y altas no lo usan. Estos prefieren mandar a sus hijos a colegios privados que con algunas excep­ciones, y esas excepciones son costosas, tampoco garantizan la mejor educación. Por eso es por lo que en mayo de 2005, un segmento sustancial de la población permaneció incólume ante la echada a la calle de los maestros, pues no es a esas escuelas que ellos mandan a sus hijos. Descubrimos así que las escuelas públicas parecen ser, más que otra cosa, instituciones de cuidado diurno para las familias indigentes del país. En Puerto Rico, la función pública se ha deteriorado y con ello la función del Estado de brindarle una educación letrada a la mayoría de la población.

¿Y la cultura? Una cosa no va sin la otra. La cultura tiene que ver, ante todo, con la experiencia de cada cual para conmoverse ante las obras de la mente y del espíritu humano. Ahora bien, esa conmoción que puede provocar una obra se inscribe siem­pre en una memoria y esa memoria hay que aprenderla y poseerla. No se nace con ella. La cultura es todo lo que recibimos cuando nacemos, prácticamente todo, y ese casi todo nos llega por medio de una lengua que no escogemos y que recibimos en legado junto con una memoria histórica. Y eso se aprende, no se adquiere por osmosis. Des­graciadamente, la mayoría de los estudian­tes que entran hoy al primer centro docente de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras de la UPR (y en las instituciones universitarias privadas), carece de las destrezas mínimas de escritura y lectura. ¿No será que en la escuela a donde fueron no les inculcaron el amor al libro y a la lectura, por lo que no han podido memorizar las estructuras mínimas de la lengua para poder construir un mundo medianamente culto? Algunos ya no saben lo que es el objeto libro, la misma universidad recurre tanto a las fotocopias que cuando se le da una ficha bibliográfica a un estudiante y se le menciona la casa edi­torial, algunos piensan que es el título. Otros que “anónimo” es el nombre propio de algún autor. ¿Entonces, cómo comunicar, si el ins­trumento primordial de la educación que es la lengua se encuentra tan empobrecido sin distinción de clases?

Educación y cultura

En Puerto Rico, donde hemos conocido “batallas del idioma”, vale la pena pregun­tarse que se quiere decir con ello. Porque no es el aprendizaje del inglés el que ha imposibilitado el del español; no es inter­ferencia de una lengua sobre otra, coma dirían los lingüistas. Es que nos hemos instalado en la era del desprecio por todo lo que tiene ver con la letra y la escritura. Pensando erróneamente que con las pan­tallas conquistaremos no sé qué Grial. Pero debemos saber que donde no hay palabra no hay mundo, que por eso tam­poco tenemos un espacio público para el debate social en el que se enfrenten ver­daderos argumentos políticos, y no los consabidos discursos moralizantes o la chismología vulgar que ocupa el lugar de la crítica. Por eso, poseemos una escena política deprimente donde la mayor parte de los políticos apenas balbucean dos o tres palabras y con raras excepciones saben explicar sus programas políticos, si es que tienen alguno.

Según el mercado la educación no es un valor hoy. Educarse ya no es pensar críticamente ni desarrollar criterios. No. Es limitarse a aprender saberes técnicos. Por eso cuando me puse a pensar sobre este dossier de Educación y cultura en Puerto Rico de cara al siglo XXI, pensé que los mejores habilitados para hablar de la educación eran los historiadores, los poetas, los filósofos, es decir, aquellos que todavía aman la palabra y el pensamiento crítico, aquellos que ponen de lado la rentabilidad y el consumo para dedicarse a leer. ¡Ma­ravillosa pérdida de tiempo! Después de todo el nacer no nos garantiza ser seres humanos. Eso piensan algunos filósofos y escritores: la humanidad es algo que exce­de el acto de nacer y se adquiere mediante el ejercicio del pensar y del lenguaje. Cada persona es un mundo, cierto?, pero ese mundo es sólo lo que se pueda expresar con palabras.

Mara Negrón
Profesora y crítica cultural
Facultad de Estudios Generales
Universidad de Puerto Rico- Río Piedras


Autor: Proyectos FPH
Publicado: 16 de enero de 2008.