Crimen de cuello blanco

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Nuestra cultura popular suele desasociar los “crímenes de cue­llo blanco” del fenómeno de la criminalidad. Esta tolerancia se sustenta por el supuesto de que estas violaciones de ley, por lo general, no constituyen actos violentos y que son a su vez cometidos por perso­nas decentes en momentos de debilidad. El sistema penal actual valida este su­puesto, por lo que otorga un trato prefe­rencial a estos convictos provenientes de las clases más pudientes y los segrega de la población de los llamados criminales comunes.

El nivel de tolerancia popular ante los crímenes de cuello blanco se extiende a la prevaricación (corrupción de funcionarios públicos y políticos activos), aún en tiem­pos recientes cuando las estrategias de la privatización resultaron en un aumento dramático de prácticas depredadoras ilegales, al grado de crear una virtual cleptocracia en el país.

Es de notar que las consecuencias e implicaciones simbólicas de esta incoherencia de nuestras actitudes ante el crimen de cuello blanco, incluyendo la prevaricación, son profundas y dura­deras. Fortalecida por la tradición del ¡aybendito!, la tolerancia que coquetea con la normalización de lo delictivo bajo el supuesto de que son crímenes sin violen­cia personal cometidos por gente “buena” debilita los valores y el tejido social, e incide, por lo tanto, sobre el proceso de socialización. El proceso real de sub­versión de valores morales en el mundo posmoderno, encausado por aspiraciones populistas y consumistas, se relaciona muy estrechamente con el aumento de la criminalidad y la degradación social que la sustenta y la abona.

De la redacción de Puerto Rico en el mundo


Autor: Proyectos FPH
Publicado: 22 de enero de 2008.