La primera vez que leí sobre el puertorriqueño Jesús Colón fue en Borinquen (1974), la antología de literatura puertorriqueña preparada por María Teresa Babín. Allí aparece una breve selección de Jesús Colón, lo único suyo que jamás había leído, y aparece además una parca nota sobre éste donde ni se da su fecha de nacimiento ni se ofrece el título de su libro. Recuerdo que en vano busqué el nombre de Jesús Colón en el Diccionario de literatura puertorriqueña de Josefina Rivera de Alvarez y en la Historia de la literatura puertorriqueña de Manrique Cabrera. No recuerdo cómo obtuve el título de su libro, A Puerto Rican in New York and Other Sketches (primera edición, 1961). Recuerdo que emprendí una búsqueda por establecimientos de libros usados por todo Nueva York hasta que, meses después, por suerte pude obtener un raro ejemplar del libro de Colón. Su lectura fue reveladora. El hallazgo fue fructífero: como el libro de Bernardo Vega, éste ampliaba y transformaba mi interpretación de la historia de la emigraciónpuertorriqueña a Estados Unidos.
Ahora el lector interesado en la obra de Jesús Colón no tiene que seguir el mismo camino tortuoso de mi búsqueda de su libro. El investigador puertorriqueño Juan Flores, quien entonces estaba asociado al Centro de Estudios Puertorriqueños de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y quien ha traducido el libro de Vega al inglés en una edición publicada en 1984, también preparó una segunda edición del libro de Colón (publicada en 1982) que facilita el trabajo de investigadores y lectores interesados, a la vez que hará circular–espero–el nombre de este líder obrero e intelectual injustamente olvidado.
En el prólogo de Flores que acompaña esta segunda edición del libro de Jesús Colón encontramos datos útiles para complementar el cuadro que obtenemos de éste a través de la lectura de su propio libro y del de Vega. Jesús Colón nació en Cayey en 1901. Era compueblano de Bernardo Vega y miembro de una generación más joven que la de éste. Colón y Vega eran tabaqueros socialistas formados por las lecturas en sus centros de trabajo. Eran miembros, pues, de la vanguardia obrera que en parte emigró a Estados Unidos a principio de siglo, donde asumieron posiciones de liderato político y cultural dentro de la comunidad hispana. Recordemos que en estos años los emigrantes boricuas mantenían fuertes lazos con los emigrantes cubanos y españoles. Colón llegó a Nueva York en 1918; Vega había llegado dos años antes. Como Vega, Colón no limita su labor política en Nueva York al trabajo con la comunidad puertorriqueña. Su sentido de internacionalismo lo lleva a darse cuenta de que su labor no tiene fronteras y por eso puede unir sus esfuerzos a los de Vito Marcantonio, por ejemplo, y a los de cualquier otra persona u organización que le ofrezca oportunidad para laborar por el bien común de los obreros. Colón se unió a la International Workers Order y al American Labor Party. Y además de contribuir a periódicos y revistas socialistas isleños y neoyorquinos en español–Justicia, Unión Obrera, El Machete, El Nuevo Mundo y Gráfico, esta última dirigida por Vega–Colón colabora regularmente en The Daily Worker, The Worker y Mainstream, periódicos socialistas en lengua inglesa. Después de una vida política activa, Jesús Colón muere en 1974, nueve años después que su amigo Bernardo Vega.
Este ir y venir de un contexto cultural a otro–tan común ahora entre los jóvenes intelectuales boricuas en Estados Unidos–no representa para Colón, como tampoco lo representó para Schomburg, una traición a su país ni a su causa. Colón se define a sí mismo, en inglés y en español, como un puertorriqueño negro y socialista que lucha por la independencia de su patria y por el socialismo mundial. Por ello establece con claridad:
“He estudiado y sopesado todas las alternativas. La independencia es la ruta que le ofrecerá al pueblopuertorriqueño todo, lo material así como lo espiritual. La independencia y el socialismo. El socialismo y la independencia. (…) La independencia de Puerto Rico vendrá antes de lo que usted piensa” (1982, 202; traducción nuestra).
La lección de internacionalismo que ofrece Colón es ejemplar y valiosa. Socialista de verdad, se identifica con toda lucha justa sin olvidar nunca la de su patria. Por esa, entre otras razones, su libro es una lectura necesaria.
Un cuadro autobiográfico

Jesús Colón tocando mandolina, con unos amigos.
A Puerto Rican in New York…–¡cuán elocuente es el título para conocer las posiciones de Colón!–se compone de pequeños bocetos periodísticos escritos durante sus años de colaborador con publicaciones socialistas neoyorquinas. Estos bocetos van formando un cuadro autobiográfico que nunca llega a ser una autobiografía completa. Ese esquematismo del libro molesta un tanto al lector que quiere conocer mejor a Colón. Pero ese rasgo se encuentra dentro de una de las que parece ser constantes de la literatura de los emigrantes boricuas a Estados Unidos. Nuestros autores parecen estar interesados en contar su vida directa (Vega, Thomas, Rivera) o indirectamente (Mohr, Pietri) porque sus experiencias parecen aplicables a la comunidad en su totalidad. Volvamos a recordar el subtítulo de las Memorias de Vega y las marcadas intenciones éticas de Down These Mean Streets de Thomas. Al mencionar estos textos hay que señalar, como lo hace Flores en su prólogo, que este libro de Colón, a pesar de sus marcadas diferencias, puede verse como antecedente importante de la nueva literatura de la emigración puertorriqueña escrita en inglés. El nombre de Jesús Colón queda así unido a los de Sandra María Esteves, Edward Rivera, Miguel Algarín y Víctor Hernández Cruz, entre muchos otros.
Al colocar el nombre de Colón entre los de estos nuevos escritores nos damos cuenta de que aunque todos–Colón y los jóvenes–coinciden en ver su labor literaria como forma de dar testimonio, la clara visión política de Colón lo separa de muchos, aunque no de todos estos jóvenes. El retrato parcial de Colón que su texto presenta es el de un luchador ejemplar. Aunque a veces Colón parece caer en posiciones políticas algo ingenuas, sus bocetos nos ofrecen un cuadro fiel de la vida de la emigración boricua en general, no sólo de su vida. El prejuicio racial, la explotación, el discrimen por grupos establecidos, la ignorancia de los verdaderos valores boricuas son temas frecuentes en estos bocetos. Como socialista de formación decimonónica, Colón cree en la posibilidad de salvación por el conocimiento. Si nos conocen, parece decir Colón, nos entenderán mejor y dejarán de despreciarnos. Por eso, Colón dedica los bocetos a puertorriqueños prestigiosos que le prueben al lector el valor de los puertorriqueños en general y de nuestra cultura. En el fondo lo que apoya esta visión de Colón es un optimismo desbordante, optimismo que retrata a un ser humano convencido de las posibilidades de mejorar a sus semejantes. Su curiosidad intelectual, su amor por la lectura, su fe en el ser humano–todo esto a veces tenido por un poco de aparente ingenuidad hacen que el lector de Colón llegue a sentirse atraído por su persona. Colón se perfila más claramente en su libro que Vega en el suyo y, quizás por esto mismo, parezca figura más simpática aunque Vega nos siga pareciendo un ser de más sólida formación intelectual y política.
En A Puerto Rican in New York…, contrario a Memorias, se va filtrando en los bocetos, poco a poco y con cierta timidez, la vida familiar de su autor, particularmente la figura de su esposa, Concha, a cuya memoria Colón dedica el libro. Como he señalado, este rasgo lo diferencia de Vega quien es mucho más parco en cuestiones personales. Pero, como en Vega, en los bocetos de Colón encontramos a veces esbozos de cuentos. El empleode estructuras narrativas sencillas y de una voz narrativa en primera persona no viola los preceptos políticos del autor, pues, estos esbozos narrativos siempre tienen una clara moraleja política que evidencia su fervor socialista y su concepto de la literatura como medio de transmisión de ideas. Pero sobre todo, los bocetos, salteados y superficiales y, a veces, hasta fallidos en términos literarios, retratan a otro puertorriqueño más que se enfrentó, desde su perspectiva amplia y socialista, a la realidad de los emigrantes puertorriqueños a Estados Unidos. Por esa misma razón el mas esclarecedor de todos los bocetos incluidos en el libro sea el último, del que ya he citado, donde Colón explica el significado y las raíces políticas de esta emigración. Al menos este breve texto de Colón debe ser conocido por todos los puertorriqueños que se interesen por nuestra historia.
Aunque A Puerto Rican in New York… de Jesús Colón no tendrá las repercusiones que tuvo y sigue teniendo Memorias de Bernardo Vega, es un texto de importancia para el mejor conocimiento de la historia de la emigración política. Colón confirma y amplia el panorama que teníamos de la lucha de estos obreros conscientes y orgullosos de su clase y nacionalidad que formaron la vanguardia política de esa emigración a principios de siglo. Vega ya había descubierto a los lectores de nuestros días ese mismo panorama. (La asociación que aquí hago con Vega ha sido adelantada por otros investigadores. Los nombres de los dos tabaqueros siguen unidos. Por una casualidad de la historia que parece plan premeditado, la versión inglesa de las Memorias de Vega, publicada en 1984, aparece ilustrada por fotos que vinieron de los archivos de su amigo Jesús Colón, archivos que ahora enriquecen los fondos de la biblioteca del Centro de Estudios Puertorriqueños en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. ¿Una coincidencia que nos parece digna de una novela?). Las relaciones y coincidencias de estos dos textos nos hablan de una pequeña jugarreta de la historia: aunque el libro de Colón es anterior al de Vega, sólo se llega a conocer de verdad cuando se reedita (en 1982) a partir del éxito editorial y la repercusión que han tenido las posteriores Memorias de su amigo. Estos juegos temporales nos hacen pensar si no habrá otros textos similares, perdidos, que vendrán con el tiempo a sumarse a estos dos. Jesús Colón es para nosotros hoy otro Bernardo Vega. ¿Habrá otros más?
Versión adaptada por Ivonne Acosta del ensayo de Efraín Barradas,“Jesús Colón, el otro Bernardo Vega” que aparece en su libro Partes de un todo: Ensayos y notas sobre literatura puertorriqueña en los Estados Unidos (Río Piedras, PR: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998).
Autor: Dr. Efraín Barradas
Publicado: 11 de septiembre de 2014.