Cartel realizado por Carlos Marichal. Colección Museo de Historia, Antropología y Arte, Universidad de Puerto Rico.
En 1939 Emilio Belaval expuso la aspiración de que hubiese algún día un “gran teatro puertorriqueño donde todo nos pertenezca: el tema, el actor, los motivos decorativos, las ideas, la estética”. En esa misma fecha se comenzó a gestar la formación de un movimiento teatral autóctono que él mismo estimuló tanto en la teoría como en la práctica. Como director del Club Artístico del Casino de Puerto Rico y luego como presidente del Ateneo Puertorriqueño, Belaval propició el desarrollo de una actividad teatral netamente puertorriqueña.

Emilio S. Belaval
Bajo su incumbencia, el Ateneo auspició un concurso de dramaturgia en el cual resultaron premiadas las obras Esta noche juega el jóker de Fernando Sierra Berdecía y El clamor de los surcos de Manuel Méndez Ballester. Méndez y Belaval se unieron a los teatreros más importantes de la Isla para crear la Sociedad Dramática Areyto, la cual se propuso tres metas fundamentales: montar obras de autores puertorriqueños contemporáneos, implantar nuevas técnicas de realización y atraer a un público fijo que auspiciara obras de calidad.
Durante su corta vida (1940-1941) Areyto produjo dos de las obras más significativas del teatro puertorriqueño: Mi señoría de Luis Rechani Agrait -comedia del político ingenuo y su corrupción lenta pero segura – y Tiempo muerto de Manuel Méndez Ballester, tragedia del campesino boricua frente a la miseria y la deshonra. En ambas obras el lenguaje cobra una gran importancia como recurso para la caracterización fiel de los personajes. Un análisis de estos textos descubre el panorama político, social y económico de la Isla al comienzo de la década de 1940. Esta noche juega el jóker, El clamor de los surcos, Mi señoría y Tiempo muerto responden a las exigencias temáticas y estéticas del manifiesto de Belaval: “nuestro teatro tiene que ser antes que nada un teatro social, un teatro que se acerque al pueblo”.
En 1941 el director artístico del Areyto, Leopoldo Santiago Lavandero fundó el Teatro Universitario, una institución importante en el desarrollo y preparación de los teatreros del País. En 1946, tomando como modelo La barraca de Federico García Lorca, el Teatro Universitario adquirió una unidad rodante con el propósito de llevar comedias a las comunidades y acercar así a un público heterogéneo a las representaciones. El énfasis de las producciones recayó, sin embargo, en la creación dramática universal, manteniendo rezagado al teatro puertorriqueño y ofreciendo muy poco estímulo a la formación de dramaturgos. El Teatro Universitario y más tarde su sucesor, el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico, realizó el segundo propósito de Areyto: la preparación y educación de directores, escenógrafos, actores, luminotécnicos, diseñadores de vestuario y maquillistas-artistas capaces de implantar las nuevas técnicas de realización en sus múltiples aspectos.
Por consiguiente, durante la década de 1940 se establecieron las instituciones que continuarán apoyando el movimiento teatral puertorriqueño. La Sociedad Dramática Areyto se convirtió en modelo para las nuevas compañías independientes. Por su parte, el Ateneo Puertorriqueño continúa auspiciando concursos de dramaturgia y luego se convirtió en la sede del festival anual de teatro de vanguardia. A su vez el Teatro Universitario-Departamento de Drama se dedica a preparar a sus integrantes técnica y académicamente. Simultáneamente se va definiendo la temática autóctona que caracteriza a un movimiento descrito por el crítico e historiador mexicano Carlos Solórzano como “el más orgánico, homogéneo e interesante teatro nacionalista de América Latina”.
Realismo poético en la década de 1950
Los acontecimientos de la década de 1950 hicieron posible que en esos años se desarrollara un teatro vigoroso. Es entonces que surgió el escritor René Marqués como el exponente más importante de las artes dramáticas en la Isla. Marqués explora la condición colonial de Puerto Rico y sus efectos en el individuo. Juega efectivamente con los recursos teatrales para darle vida a personajes a merced de cambios sociales, del tiempo y de la muerte. Los personajes se sobreponen a sus circunstancias luchando heroicamente por lo que les pertenece o escogiendo el suicido ante un mundo corrupto e inmutable. El sentido trágico de la vida se ve reflejado en sus obras más importantes: La carreta (1953), La muerte no entrará en palacio (1957), Un niño azul para esa sombra (1958) y Los soles truncos (1958). Marqués experimentó, a través de su prolífica creación dramática, con los más variados estilos -realismo social y poético, expresionismo, teatro del absurdo, surrealismo – siempre en busca de las raíces de una identidad propiamente puertorriqueña. Es el dramaturgo más significativo del teatro puertorriqueño del siglo XX.

René Marqués
Otro dramaturgo importante de la década de 1950 es Francisco Arriví. Arriví rompe con el realismo social y desarrolla sus temas con recursos oníricos y expresionistas para hacer una radiografía de la realidad cultural, sicológica y política del País. El mestizaje y las tensiones raciales evidentes en su trilogía Máscara puertorriqueña (1956-1959), ocupan un lugar especial en su temática.
Los dramas de René Marqués y Arriví iniciaron un rompimiento con la estructura objetiva propuesta por Areyto. Los mismos temas reciben tratamientos variados dentro de contextos subjetivos. Durante esta década el concepto de puertorriqueñidad se manifiesta a través de símbolos, alegorías y lenguaje metafórico. La incorporación de sueños, escenas retrospectivas al igual que juegos con el espacio y el tiempo marcan la transición definitiva del realismo social de la década de 1940 al realismo poético de la década de 1950.
El desarrollo de dramaturgos como Marqués y Arriví va a la par con otras manifestaciones teatrales significativas. Se publican dos estudios que presentan una perspectiva histórica de la trayectoria de nuestro teatro. El teatro en Puerto Rico (1950) de Antonia Sáez y Orígenes y desarrollo de la afición teatral en Puerto Rico (1951) de Emilio Pasarell son textos de referencia indispensable para análisis.
En 1958 se originó la división de teatro del Instituto de Cultura Puertorriqueña para estimular la creación y producción dramática autóctona y comenzó la tradición anual de los Festivales de Teatro Puertorriqueño bajo su auspicio. Surgió también bajo su égida el Festival de Teatro Internacional (1966) y el de Vanguardia (1967).
El teatro de la década de 1960
A fines de la década de 1950, el establecimiento de la división de Teatro del Instituto de Cultura Puertorriqueña y la labor de una nueva generación de dramaturgos forjaron una base sólida para un teatro puertorriqueño con un futuro prometedor. Nuevos autores como Gerard Paul Marín, Myrna Casas y Luis Rafael Sánchez continuaron experimentando con formas innovadoras que funden lo puertorriqueño con las corrientes más avanzadas del teatro europeo y de las Américas. El absurdo, el grotesco, lo épico reciben de la pluma de estos tres dramaturgos un tratamiento poético exquisito. El estudio de Al final de la calle de Marín, Absurdos en soledad de Casas y La pasión según Antígona Pérez de Sánchez revela los mejores ejemplos del teatro puertorriqueño de esa época.
Se establecen también nuevas compañías dedicadas a producir obras nacionales e internacionales. Se destaca, entre éstas, Teatro del Sesenta, fundado en 1963, que luego de varios años produciendo teatro internacional se dedica exclusivamente al montaje de espectáculos que exploran la realidad puertorriqueña.
Durante la década de 1960 se adoptan formas alternas de hacer teatro. En 1961 Leopoldo Santiago Lavandero fundó el programa de Teatro Escolar en el Departamento de Instrucción Pública para darle énfasis a la actividad dramática en los grados secundarios. Este programa lo reforzó una compañía teatral de maestros y una unidad de teatro de títeres que viajó representando clásicos europeos dirigidos a un público compuesto por jóvenes. Las representaciones se hicieron en teatros, salones de actos, al igual que en áreas designadas para actividades deportivas. En 1963 se originó el Café-teatro La Tierruca. Una gran variedad de piezas experimentales, desde la pantomima sofisticada hasta la parodia política, encontraron espacio y estímulo en locales similares. El más importante, el café-teatro La Tea, continúo la tradición de La Tierruca y sirvió de inspiración para la creación de otros en diversos pueblos de la Isla.
Es también durante la década de 1960 que el teatro regresa a la calle, labor realizada en los años de la Depresión por la Farándula Obrera. Se hizo teatro en espacios abiertos, vestíbulos, plazas, durante huelgas, mítines y marchas. La actividad política generada por la guerra de Vietnam tuvo un marcado efecto en la actividad teatral puertorriqueña y las representaciones cobraron la frescura e inmediatez de los orígenes del teatro: saliendo y entrando en la comunidad afectada, comentando, criticando, ofreciendo soluciones y rompiendo mitos. Durante este período surgieron grupos que se dedicaron a visitar al público en su propio vecindario. Valiéndose de un estilo de representación antirealista y por medio de la exageración, la parodia, el absurdo, El Tajo del Alacrán y el Grupo de Teatro Anamú entre otros, intentaron poner de manifiesto la realidad política del País. Esta actividad teatral que se extendió hasta comienzos de la década de 1970 cumplió en parte con las aspiraciones del ensayo de Belaval en su intento de presentar un teatro más pertinente y más a tono con la realidad puertorriqueña.
No se puede concluir un panorama de la actividad teatral de los últimos años de la décadas de 1960 y principios de 1970 sin mencionar la aportación del Taller de Histriones. Este grupo de pantomima fundado en 1971 por Gilda Navarra generó una producción continua de la más alta calidad que ayudó a depurar el gusto por el teatro.
El teatro puertorriqueño, desde las décadas de 1960 y hasta principios de 1970 reflejó la problemática social, política y económica de nuestro pueblo y esa temática fue realizada, en todas sus manifestaciones artísticas, por intérpretes que se forjaron en el País con la intención de plasmar en teatro la rica literatura dramática nacional.
Para más información:
Díaz Quiñonez, Arcadio. “El Tajo del Alacrán: Lydia Milagros González”. https://arcadiodiazquinones.com/portfolio/el-tajo-del-alacran-1981/. Consultado 30 de octubre de 2021.
Márquez, Rosa Luisa. “Rosa Luisa Márquez: Memorias de una teatrera del Caribe”. San Juan: Ediciones Cuicaloca, 2020. https://media.wix.com/ugd/f6c780_0a9d75422b0d46d08ebd7582587b4e40.pdf. Consultado 31 de octubre de 2021.
Márquez, Rosa Luisa y Antonio Martorell. “Veinte años de colaboración”. http://www.antoniomartorell.com/marquezmartorell/20anhos.html. Consultado 30 de octubre de 2021.
Navarra, Gilda. “Taller de Histriones: su historia”. https://enciclopediapr.org/content/historia-taller-histriones/. Consultado 30 de octubre de 2021.
Pasarell, Emilio. “Orígenes y desarrollo de la afición teatral en Puerto Rico”. San Juan: Editorial Departamento de Instrucción Pública, 1970.
Ramos Escobar, José Luis. “El teatro nacional puertorriqueño”. Revista Nuestra América #8, Enero a julio de 2010. https://bdigital.ufp.pt/bitstream/10284/2905/3/145-160.pdf. Consultado 30 de octubre de 2021.
Ramos Perea, Roberto. “Panorama histórico del teatro puertorriqueño”. Revista Intermedio, 2005. https://www.santiagoserranoteatro.com/histpuerto.htm. Conusltado 31 de octubre de 2021.
Sáez, Antonia. “El teatro en Puerto Rico: notas para su historia”. Río Piedras: Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico,1950.
Zayas, Dean. “Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico”. https://enciclopediapr.org/content/departamento-drama-upr/. Consultado 30 de octubre de 2021.
Autora: Dra. Rosa Luisa Márquez
Publicado: 30 de septiembre de 2008
Revisión: Dra. Lizette Cabrera Salcedo, 20 de octubre de 2021