Desde el siglo XVI, se celebran en Puerto Rico peleas de gallo. Ha sido uno de los pocos juegos y diversiones de la época colonial española que perduran hoy día. Las lidias de gallo, que fueron traídos a la Isla por los conquistadores españoles, se popularizaron a partir del siglo XVI. Personas de todos los estratos sociales se aglomeraban en bateyes, en plazas y en los glacis de las haciendas cafetaleras para apostar o echar sus gallos a pelear. En 1770, el gobernador Miguel de Muesas institucionalizó las peleas de gallo y las sometió a tributación de la Real Hacienda. Decretó que era prohibido llevar a cabo lidias de gallos fuera de las galleras que tuviesen el permiso del gobierno, a lo que los entusiastas del deporte gallístico hicieron caso omiso. A pesar de estas restricciones, el deporte se volvía cada vez más popular. Para finales de la década de 1780 había galleras establecidas en la mayor parte de los poblados de la Isla.
Durante su incumbencia, el gobernador Miguel de la Torre (1822-1837) estipuló aún más reglamentaciones para el deporte entre las que cabe mencionar responsabilizar a los arrendatarios, a los jueces y a los oficiales del orden en las galleras; prohibir la portación de armas, con la excepción de aquellos cuyo oficio o distinción lo requiriese; prohibir la asistencia de esclavos y establecer normas específicas para la construcción de galleras. No obstante, como había ocurrido hasta el momento, los entusiastas por lo general no seguían estas leyes.
Luego del cambio de metrópoli en 1898, el segundo gobernador militar nombrado por el presidente de Estados Unidos, Guy V. Henry, prohibió las peleas de gallo. Continuaron celebrándose en la clandestinidad hasta que en 1933 el presidente del Senado, Rafael Martínez Nadal, propulsó un proyecto de ley para que se legalizaran. éste se convirtió en ley luego de que lo firmara el gobernador Robert H. Gore, que era aficionado de las lidias de gallos, las cuales también se llevaban a cabo clandestinamente en el sur de Estados Unidos de donde era natural. La reglamentación del deporte pasó a manos de la Comisión de Recreo y Deportes, que luego pasó a ser el Departamento de Recreación y Deportes.
Actualmente, las peleas de gallo se encuentran bajo la jurisdicción de la Comisión de Asuntos Gallísticos del Departamento de Recreación y Deportes, la cual se encarga de estipular la reglamentación de las peleas y otorga los permisos a las cerca de 128 galleras existentes en la Isla. Los que practican el deporte deben seguir lo dispuesto en el Reglamento Administrativo y de Lidia de Gallos en Puerto Rico.
La temporada para la práctica del deporte en galleras autorizadas comienza el 1 de noviembre de cada año natural y finaliza el 31 de octubre del año siguiente. Una gallera puede llevar a cabo un máximo de 35 peleas por día. Al igual que otros deportes con animales, el cruce o apareamiento es de vital importancia para adquirir buenos gallos de pelea. En la lidia de gallos esto se conoce como castar. Una buena casta se puede lograr si se eligen líneas de gallos que ya hayan sido probadas en peleas. Los mejores especímenes son llevados a la gallera donde se lleva a cabo lo que se conoce como el case y pesaje, proceso mediante el cual se escogen dos gallos de igual peso o de igual edad y se certifican como contendientes. Los dueños de ambos gallos deben estar de acuerdo con el ‘pareamiento’. El case y pesaje se debe realizar antes de las 6:00 p.m. de lunes a viernes y antes de las 11:00 a. m. los fines de semana.
Tras el case y pesaje los gallos pasan a unas jaulas de exhibición para que el público pueda apreciarlos. Estas actividades están bajo la jurisdicción del juez de inscripción, conocido también como juez del ‘armadero’. Antes de las peleas, los dueños pasan al armadero, donde, bajo la supervisión del juez, arman sus gallos, es decir, les ponen las espuelas.
Los gallos pueden utilizar espuelas naturales. No se permite el uso de espuelas postizas de gallo negras, espuelas opacas plásticas que no sean desechables. Las espuelas postizas deben tener un tamaño máximo de uno y nueve dieciseisavos (1 9/16”) de pulgada de longitud.
Una vez armados los gallos, el juez de inscripción se encarga de limpiar las plumas y las patas de los gallos asegurándose así de que los dueños no les hayan untado ningún tipo de sustancia que podría hacer que el gallo tuviese alguna ventaja sobre el otro.
Del armadero, los técnicos del juez de armería llevan los gallos a la valla –o la arena donde los gallos pelean, la cual, por lo general, tiene forma circular–, y se los entrega al juez de valla, quien es el encargado de arbitrar las peleas y de supervisar la posta o apuesta pactada entre los dueños de los gallos que combatirán. Luego de que los gallos son insertados en dos cajones de plástico, el público tiene hasta dos minutos para hacer las apuestas iniciales. Al concluir este periodo de tiempo, todos los espectadores deben abandonar la valla. Sin embargo, una vez comenzado el combate, pueden continuar haciendo apuestas indistintamente a cualquiera de los ejemplares. La tradición dicta que las apuestas se hacen verbalmente, sin mediar ningún documento o contrato; no se escribe nada en las galleras. Por esta razón se le conoce como el deporte de los caballeros, porque todo se garantiza con la palabra del apostador; lo que está en juego es su honor.
La pelea comienza cuando se sueltan los gallos y tiene una duración máxima de 15 minutos. Un gallo pierde un combate cuando: no haya tirado con las patas durante un minuto consecutivo mientras que el contrincante lo haya estado castigando con las patas frecuentemente; esté acostado, descansando sobre ambas rodillas y/o en su cuerpo por espacio de un minuto consecutivo y el contrario esté de pie; cuando en el último minuto de pelea se acuesta; cuando uno de los gallos abandona la pelea en el transcurso del último minuto mientras el otro lo está castigando constantemente o cuando muere uno de los gallos. Una pelea se considera tabla o empate si ambos gallos están parados en sus patas o acostados.
Actualmente, “el deporte del pico y las espuelas” continúa muy arraigado en el folclor y la tradición de Puerto Rico.
Publicado: 12 de septiembre de 2014.