Noel Colón Martínez. Foto Alina Luciano/ Claridad.
Abogado, político, analista y líder cívico y profesional
La vocación política de este líder procede directamente de su padre quien fue electo y se desempeñó como alcalde de Moca entre 1944 y 1952, en el período álgido del surgimiento del Partido Popular Democrático (PPD). “Si te vas a dedicar a la política”, don Arcadio Colón le dijo una vez a su hijo Noel, “entonces tienes que estar dispuesto a dejarlo todo y tirarte a la calle. No se adelanta mucho en tertulias de marquesina. De otro modo no vale la pena.” De ahí, quizás, sacó mi padre su tremenda constancia, su recio apego a la defensa de sus ideas.
Noel Colón Martínez nació el 20 de octubre de 1927, en Moca. Sus padres fueron Arcadio Colón y Aurelia Martínez. Cuando se trasladó a Río Piedras para comenzar sus estudios universitarios, debido a las limitaciones económicas de la familia, llegó al acuerdo con sus padres de que solo estudiaría dos años, término suficiente para obtener un certificado de maestro de la Escuela Normal. Gracias al apoyo de uno de sus tíos, Balbino Colón Serrano, quien prácticamente lo adoptó al llegar a la Universidad de Puerto Rico (UPR) en 1944, le fue posible continuar sus estudios universitarios por cuatro años y terminar el grado de bachillerato en la Facultad de Ciencias Sociales en 1948.
Desde que llegó a Río Piedras se desempeñó en varios empleos como parte del programa de estudio y trabajo en el Decanato de Estudiantes. Fundó y dirigió el periódico El Universitario en la Universidad, una nueva publicación estudiantil de gran impacto en su día. Con el producto de su propio trabajo logró, en 1951, graduarse de la Escuela de Derecho de la UPR. Pocos días antes de graduarse, se casó con Ana María Morera, graduada de bachillerato en la Facultad de Ciencias Naturales en 1950. Han estado casados 70 años llenos de retos y agendas compartidas.
Breve paso por el Gobierno
En 1951 fue nombrado Juez Municipal de Lares y poco tiempo después (1954) pasó al gobierno central del Estado Libre Asociado (ELA) como Fiscal Especial. La aceptación de esas posiciones fue su estrategia para evitar el servicio militar estadounidense, en la época del conflicto de Corea.
Por este tiempo se pondrían a prueba sus convicciones políticas que empezaban ya a desencantarse con el PPD y su renuencia a culminar el proceso de descolonización de Puerto Rico. Siendo Fiscal Especial, Colón Martínez tuvo dos contactos con la persecución política contra los independentistas. Se le había solicitado que examinara expedientes de nacionalistas y comunistas para proceder a radicar cargos criminales como resultado del ataque al Congreso por un comando nacionalista dirigido por Lolita Lebrón el 1ro de marzo de 1954. Luego de evaluar las “carpetas” de entonces, el Fiscal se opuso a recomendar la radicación de los cargos. Se retiró a su hogar convencido de que su criterio había prevalecido y que no se radicarían las referidas acusaciones.
Por lo general, el criterio de Noel sobre la radicación de cargos era palabra final y, José Trías Monge, secretario de Justicia entonces, adoptaba las recomendaciones suyas. Pero la fuerza imperativa de “los poderes que son”, como les llamó en una ocasión el gobernador [Roberto] Sánchez Villela a los designios imperiales estadounidenses, terminó por imponerse sobre sus deseos. Trías Monge, quien luego se desempeñaría como Juez del Tribunal Supremo, y fue además uno de los arquitectos del ELA y persona de la más alta confianza del gobernador Muñoz Marín, tomó otro rumbo. Trías Monge descartó los hallazgos de la investigación contenida en las carpetas y procedió a ordenar que se radicaran acusaciones contra puertorriqueños catalogados entonces como “subversivos”. Las directrices de radicar cargos eran, a su vez, requeridas directamente desde Washington, según le relatara a mi padre el propio fiscal José C. Aponte en una conversación privada durante ese periodo. Al comisionado residente Antonio Fernós Isern le correspondió transmitir el mensaje a Trías Monje de que las autoridades federales exigían una acción correctiva de parte del Gobierno de Puerto Rico.
En 1956 las leyes contra el nacionalismo se habían hecho más restrictivas y su aplicación se tornó más severa y, en ocasiones, brutal. A insistencias del fiscal José C. Aponte, Noel fue designado, como parte de un grupo de seis fiscales, para la presentación de cargos contra un grupo de nacionalistas de Arecibo como parte de la aplicación de la “Ley de la Mordaza”, aunque nunca estuvo convencido sobre los méritos de dicha legislación de 1948 ni de su puesta en vigor contra los nacionalistas y comunistas. En ese momento, sin embargo, rechazaba algunas de las tácticas del nacionalismo, las que consideraba exageradas siendo él, todavía, un disidente soberanista dentro del PPD.
Colón Martínez ha expresado que su intervención como fiscal en esos casos de Arecibo en 1956 fue uno de los mayores errores de su vida, aunque todos los acusados en el proceso se beneficiaron con la derogación de la “Ley de la Mordaza” en 1957. Por ironías que juega la vida, el exfiscal Aponte luego, en conversaciones privadas con mi padre, se mostraría admirador de sus posturas independentistas. En tales intercambios el licenciado Aponte lo encomiaba a seguir adelante en su trayectoria soberanista.
La etapa en el PPD
En la década de 1960 algunos sectores dentro del Partido Popular visualizaron a mi padre como un posible líder de relevancia dentro de ese partido. Antes, cuando estaba en pleno auge el “Grupo de los 22”, compuesto, entre otros, por Enrique Laguerre, Miguel Velázquez Rivera, Enrique Bird, Aida Negrón de Montilla, Rafael Hernández Colón, Victoria (Melo) Muñoz, Antonio J. Colorado, Juan Manuel García Passalacqua, Severo Colberg Ramírez, Gerardo Navas, Gerardo Baquero y Luis F. Camacho, un representante del gobernador Muñoz Marín fue a casa a proponerle que se lanzara como candidato al Senado por el Distrito de Bayamón. Él rechazó la invitación, la cual estaba dirigida a debilitar un sector de opinión joven y disidente, cooptando a uno de sus portavoces.
Las severas críticas del “Grupo de los 22” y su reacción en el cuerpo dirigente del PPD fueron uno de los factores que contribuyó a precipitar luego la salida de Muñoz Marín de la gobernación de Puerto Rico en 1964 y su eventual sustitución por Roberto Sánchez Vilella. En medio de la lucha de los jóvenes por democratizar la toma de decisiones partidistas se les tentó con la política del líder máximo de “escoger con el dedo” la plantilla electoral del PPD. Esa tendencia tradicionalista y caudillista sería una de esas rémoras de las cuales se le haría muy difícil desprenderse a esa colectividad. Ese mismo ofrecimiento lo aceptaría luego el profesor universitario José Arsenio Torres, quien fue duramente criticado por el resto del “Grupo de los 22”.
La muy corta carrera política partidista electoral de Noel Colón Martínez tomaría, sin embargo, la ruta de la independencia en la forma de una candidatura a gobernador. En 1964, cuando el ingeniero Roberto Sánchez Vilella fue electo gobernador, auscultó su disponibilidad para servir como Secretario de Justicia durante su administración. Luego de conversar brevemente, ambos se convencieron de que Muñoz Marín, quien era senador en ese momento, no le daría paso a tal nominación. Ya para entonces, un joven abogado de Ponce, Rafael Hernández Colón, se perfilaba como sucesor dentro del PPD. Estando Sánchez Vilella de acuerdo con las reservas planteadas por Noel, procedieron ambos a invertir mejor su tiempo conversando en una de las terrazas de La Fortaleza. Desde entonces se fue nutriendo una amistad y aprecio mutuo entre Sánchez Vilella y mi padre, que se extendería por varias décadas y que se hizo más fuerte a medida que pasaba el tiempo. En los últimos años de la vida de Sánchez Vilella, actuó como su abogado y el ex Gobernador fue un colaborador estrecho de actividades como “La Nación en Marcha” en 1996, en la cual una amplia coalición reafirmaría la existencia de una nación puertorriqueña y su derecho a la autodeterminación.
Sánchez Vilella dejó al País constancia pública sobre su preferencia por un desarrollo del ELA hacia la soberanía siguiendo el principio de libre asociación que avala la Organización de Naciones Unidas (ONU) y que los jóvenes liberales del PPD consagraron en 1970 en el llamado “Pronunciamiento de Aguas Buenas”. Una de las anécdotas de aquel período de debates con Muñoz fue una tensa reunión llevada a cabo en las oficinas centrales del PPD localizadas entonces en el Paseo Covadonga en el Viejo San Juan, en la cual los jóvenes del PPD, entre los que se encontraba Noel, increpaban fuertemente al líder popular sobre las limitaciones del rumbo del popularismo. Evidentemente frustrado, Muñoz Marín dijo: “Ustedes podrán tener las ideas pero yo tengo los votos.” A eso le siguió una respuesta de Noel que resultó ser tristemente profética: “¿Para qué quiere usted los votos si no tiene las ideas?” Se resumía así de forma palpable la contradicción entre el pragmatismo de la visión electoralista y el ejercicio del poder para fines educativos y de más largo alcance. Esta contradicción no ha sido superada aún en nuestros días.
Muchos años después de aquel incidente el propio Muñoz Marín aceptaría que su gran error fue dedicarle más a la función política tradicional que a educar. Ese desfase entre éxito electoral y déficit de proyecto propio serviría para explicar en parte las paradojas de nuestra modernidad capitalista. En su diario de Italia, ya en la década de 1970, el exgobernador Muñoz Marín parecía aceptar que sus críticos tenían razón al prever que el PPD tenía que arriesgarse a perder elecciones si ese era el costo a pagar para lograr enderezar un rumbo torcido. En ese diario, el fundador del PPD manifestaba que si volviera a la política activa en los tiempos en que escribía, probablemente organizaría un partido de orientación socialista. La modernidad capitalista había producido una división de clases y una marginación social de la cual el fundador del PPD se avergonzaría al final de sus días. Como también, al decir del pintor Francisco Rodón, el Muñoz Marín de los últimos días mostraba su rostro entristecido por no haber logrado la Operación Serenidad y también atormentado por lo que consideró el mayor de sus errores: las injusticias que se perpetraron bajo su gobierno en la persecución contra los nacionalistas.
Las dificultades de Noel con Muñoz Marín se tornaron un tanto difíciles una vez mi padre se ubicó en el servicio gubernamental en el Departamento de Justicia. En su posición de Fiscal Especial General en 1957 le había correspondido lidiar con casos de corrupción, que, aunque de relativa poca monta, ya empezaban a asomar su rostro. Muñoz Marín se había reunido con él y con el entonces Secretario de Justicia, Juan Fernández Badillo, en torno a los mismos. A mi padre le correspondió la tarea de acusar a varios funcionarios públicos, entre ellos los alcaldes de Ponce, Luquillo y Maricao. Es de justicia dejar claro que el ex Gobernador nunca intervino para detener investigación alguna contra alcalde o funcionario investigado o acusado. En 1989, cuando conocí en Boston a una de las hijas del ex Gobernador, Viviana Muñoz, líder comunitaria en esa ciudad, pude comprobar que se trataba de una familia de una gran dignidad y que la vocación de servicio público del padre seguía su curso en la historia.
Ruptura con el PPD, plebiscito de 1967
Era una campaña muy dura aquella que se desarrolló en contra de una consulta sobre el llamado estatus que, hoy sabemos, fue intervenida de forma descarada por el Negociado de Investigaciones Federales de Estados Unidos (FBI por sus siglas en inglés). La historia se encargaría luego de darle la razón a esa generación valiente que se negó, bajo la organización del Frente Soberanista Anti-Plebiscitario, a convalidar un burdo ejercicio de consentimiento. Entonces no se sabía que el FBI intentaba reducir el impacto positivo de la acción de los autonomistas soberanistas e impedir la unificación de los grupos independentistas y la acción conjunta, a su vez, de autonomistas e independentistas. Mi padre, sin saberlo, se había metido en el medio de un verdadero “huracán político”. Hoy resulta claro que el PPD pagó muy cara la realización de una consulta electoral de estatus mal concebida y peor realizada y de la cual no se obtuvo, al igual que de todas las llevadas a cabo en el siglo XX y lo que va del siglo XXI, resultado positivo alguno en materia de mayor autonomía.
La campaña de 1967 le hizo daño a la mística de Muñoz Marín como líder, al PPD como institución política y, a largo plazo, al propio ELA como alternativa de estatus. Sería Luis A. Ferré y el Partido Nuevo Progresista (PNP) los que capitalizarían mejor el descontento social provocado por las limitaciones e injusticias generadas por el modelo de desarrollismo industrial y urbano vinculado al popularismo. La frase famosa “esto tiene que cambiar” tuvo amplio eco electoral. Desde entonces nos sumergimos en los límites de un bipartidismo cerrado y asfixiante bajo la hegemonía de un modelo de crecimiento urbano hostil a la naturaleza y al desarrollo de relaciones comunitarias solidarias.
De ese período crucial del 1967 tengo recuerdos muy vivos. Un día llegamos a un local frente a una plaza pública a una actividad del Congreso Soberanista Anti-Plebiscitario. Mi padre era uno de los oradores anunciados junto, entre otros, a Juan Mari Brás. Cuando nos bajamos del auto, mi hermano, Félix, preguntó preocupado: “¿Es verdad que Mari Brás es comunista?” De pronto hubo un breve silencio incómodo: “No sé si es comunista o no, pero estamos de acuerdo en que este plebiscito es una farsa”, contestó mi padre en un tono un tanto seco. Ese día, también recuerdo, escuché por primera vez un poema de José De Diego “En la brecha”, recitado de forma muy vehemente por Piri Fernández de Lewis. El nacionalismo cultural se abría paso con fuerza aunque todavía era un fenómeno que distaba de ser hegemónico. La pregunta sobre quién era Mari Brás hecha por mi hermano, que entonces tenía trece años y quien luego sería un activo militante de la Federación de Universitarios Pro Independencia (FUPI), dramatizaba el clima de miedo, intolerancia y persecución que se vivía entonces.
Temprano en mi vida crecí admirando la disposición de mi padre a labrar caminos sin otro norte que su propia conciencia. Habiendo sido ya Juez Municipal y Fiscal General en el Departamento de Justicia y participado antes en las propuestas de renovación del llamado “Grupo de los 22” del PPD, muchos le asignaban una posible aspiración a puestos de liderato dentro de esa colectividad. No eran, sin embargo, tales puestos políticos lo que animaría el paso de mi padre por la política electoral. Ya la decisión de echar su suerte con el proyecto independentista estaba echada y no habría vuelta atrás.
En el Colegio de Abogados
La contribución de Noel Colón Martínez a la vida pública de Puerto Rico ha sido polifacética e intensa. Mientras se iba desarrollando su inquietud por la participación político partidista también se intensificaba su apoyo a gestiones a lo que hoy denominaríamos la sociedad civil. Estando ya en la práctica privada del Derecho en 1956, empezó a colaborar con el Colegio de Abogados de distintas formas. Desde que se incorporó a la profesión legal colaboró con el proceso que culminaría en una nueva sede para el Colegio en Miramar.
En 1963 formó parte de una Comisión Especial del Colegio encomendada a estudiar el desarrollo constitucional. Este importante cuerpo deliberativo empezó a plantearse importantes cuestiones sobre la agenda de autogobierno de la Isla. En 1963, y bajo la presidencia de Vicente Ortiz Colón, la Comisión emitió un Informe en torno al espinoso problema de la soberanía política y las opciones futuras. Desde entonces comenzó una relación con esta Comisión que lo llevaría a presidirla por el término más largo que colegiado alguno lo haya hecho en su historia. Aunque no es una Comisión de carácter partidista, siempre se intentó en el Colegio que la misma representara una variedad de opciones ideológicas y de trasfondos generacionales. De la misma surgió, en un proceso de deliberación muy lento y trabajoso, la alternativa de que Puerto Rico convoque una asamblea constitucional de estatus para negociar con el Congreso de Estados Unidos alteraciones y soluciones no coloniales al régimen político.
Desde la presidencia del Colegio en 1964 y 1965 Noel emprendió varias iniciativas importantes. Bajo su liderato se realizó la primera propuesta al gobierno federal de Estados Unidos para la creación de una oficina de servicios legales a las personas de escasos recursos económicos. De ese esfuerzo resultó la creación de Servicios Legales de Puerto Rico. Con la creación de ésta, se iniciaría una importante etapa en la litigación de los derechos civiles, abriéndose una puerta de acceso a servicios legales gratuitos a los más pobres y menos atendidos por el sistema legal. Bajo su presidencia se iniciaron, igualmente, las gestiones para crear un sello notarial para sufragar los gastos de la otra institución que hoy defiende gratuitamente a los acusados indigentes en el país, la Sociedad para la Asistencia Legal.
Como presidente del Colegio continuó favoreciendo una intervención activa de este gremio profesional en el proceso de definir las opciones políticas futuras. Fue uno de los precursores del planteamiento de que esta institución debía intervenir en el debate de la descolonización desde una perspectiva no partidista y no ceñirse a temas de estricta preocupación gremial. En este período tuvo fuertes encontronazos dirigidos a deslindar un campo de acción propio del Colegio e impedir que los colegiados de un partido o del otro se comportaran en esa institución como “comisarios de barrio” de sus respectivas agrupaciones. Ahí comenzaría una tradición de intentar coagular acuerdos fundados en consensos mínimos entre togados de diversa procedencia en materia del procedimiento descolonizador. En su labor directiva del Colegio, aunque ya un poco distanciado del PPD, contó con el apoyo de Luis Muñoz Marín, quien, en calidad entonces de senador, llegó a acompañarlo cuando éste testificaba a nombre del Colegio para significar su apoyo a proyectos promovidos por este gremio profesional.
Entrada y salida del PIP
En 1968 Noel Colón Martínez se unió a las filas del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP). Para las elecciones de 1972 fue postulado como candidato a la gobernación. La campaña fue dirigida bajo la consigna “arriba los de abajo”, la cual representaba fielmente la época del socialismo democrático como principio rector del partido. El líder sintió que incurría en una contradicción ética muy grande al ser codueño de la empresa capitalista de Supermercados Amigo – cadena que ayudó a fundar a mediados de la década de 1960 ̶ junto a un grupo de amigos; y ser candidato del PIP. Antes de las elecciones de 1972 vendió sus acciones de aquella empresa, aún cuando ya se conocía que la venta de las mismas representaría un grave error financiero. Aunque orgulloso de los logros de Amigo, sus miras en la vida no estaban puestas en la acumulación de millones de dólares para su fortuna personal. Al día de hoy, y pese todos los cambios que se han producido en el mundo y al predominio casi absoluto del capitalismo, Noel se reafirma en su decisión.
Su vocación política se ejerció, excepto en el breve período de la candidatura a la gobernación por el PIP de 1972, desde su ámbito privado. Su continuo activismo político sería sufragado con sus propios recursos y desde su condición de ciudadano. Siempre tuvo para él un atractivo especial la realización de actividades de debate político que trascendieran el marco electoral. Su estímulo continuo a la deliberación ciudadana ya fuera en su formato oral, televisivo o escrito, enseñando con el ejemplo, estando dispuesto a ser controvertible, ha sido un legado permanente que ha enriquecido la calidad del ejercicio de nuestra aún incipiente democracia. La democracia, sabemos bien, se fortalece más y se solidifica, no cuando uno se une al coro de voces, sino cuando uno se planta en la terquedad de sus convicciones y las defiende contra lo que a veces se comporta como “la tiranía de la mayoría”.
Fue ese interés en generar un debate de ideas lo que lo llevó, junto a un grupo de amigos de diversas ideologías políticas, a organizar un programa televisivo conocido como Cara a Cara ante el País en 1969. Dicho programa, que recorrió prácticamente todos los canales televisivos en sus doce años de existencia, se constituyó en el principal centro de debates políticos públicos por muchos años. La polis puertorriqueña, embrionaria como todavía lo es en muchos sentidos, había encontrado entonces un lugar donde algunos de sus mejores debatientes, como José Arsenio Torres, Severo Colberg Ramírez, Roberto Rexach Benítez, Miguel Hernández Agosto, Juan Manuel García Passalacqua, Libertario Avilés y Benny Frankie Cerezo, entre otros, comparecían semanalmente a analizar acalorada, pero amigablemente, los temas del momento.
Mi padre ha hecho de la disidencia política pública una vocación permanente. En Cara a Cara demostró una capacidad como debatiente y comunicador que resultaría clave, supe después, en la decisión del liderato del PIP de reclutarlo como candidato a Gobernador en 1972. Pero, aún cuando militaba en ese partido político, siempre hizo la salvedad de que estas comparecencias públicas se realizaban a título personal. Ese sería uno de los issues que contribuirían a su expulsión del PIP en 1973. Cara a cara era uno de los pocos espacios de discusión abierta, de posiciones diversas y sin cortapisas que existía en la televisión y aunque hoy no existe un espacio similar en ese medio, su modelo se ha reproducido parcialmente en la radio.
La crisis del PIP de 1972 fue un proceso muy traumático luego de las elecciones. Se desató una agria lucha de poder entre distintas facciones y Noel quedó, en cierto modo, atrapado en la misma. Ahora no era ya con el PPD, con quien expresaba profundas diferencias, sino con Rubén Berríos Martínez, entonces un joven y prometedor líder. Nuestra casa se convirtió en un verdadero hervidero de reuniones y estrategias en medio de un clima de mucha incertidumbre. Luego de un proceso público y difícil se produjo la expulsión. Para cualquier otra persona esta experiencia hubiera sido una excusa más que razonable para dejar la política a un lado y retirarse a un ámbito privado. Pero mi padre tomó aquello como un nuevo reto: había que recomenzar a articular, con más fuerza, la política desde otras coordenadas. Se propuso demostrar, con éxito, en mi muy prejuiciado modo de verlo, que la política se podía ejercer como práctica cotidiana de la ciudadanía y no como gestión subsidiaria de la clase política.
¿Qué cuarenta años no es nada? …
En las últimas cuatro décadas Noel Colón Martínez se ha dedicado a la defensa de sus ideas. Se ha destacado como abogado en el área de los derechos civiles, como activista, como analista político, como columnista de prensa y como diplomático. No es exagerado decir que ha sido un factor constante en la creciente influencia de la sociedad civil puertorriqueña y en el desarrollo de una agenda política cada vez más autónoma y activa.
Como activista supo retar la actividad militar de Estados Unidos en Puerto Rico en dos períodos distintos: en Culebra en 1970, junto a la dirección del PIP, y luego, tres décadas más tarde, en 2002, en Vieques, siendo uno de los líderes del Congreso Nacional Hostosiano. En la jornada de Culebra también desplegó su faceta de abogado en la defensa de los derechos humanos al asumir la representación del Presidente del PIP en la Corte Federal cuando éste fue acusado de penetrar ilegalmente los terrenos de la Marina. En 2002, a sus 75 años, estuvo preso en la cárcel federal junto a su hijo Félix, a su nieto Félix Omar y a sus buenos amigos Juan Mari Brás, Graciany Miranda Marchand, Eduardo (Tuto) Villanueva y al alcalde de Ponce, Rafael Cordero Santiago, por defender la paz para Vieques. Asumió la tarea de estar preso con mucha tranquilidad y aplomo. De hecho, cuando lo visité en la cárcel en más de una ocasión estaba animando a aquellos a quienes, a ratos, como es natural, de pronto se les caía el ánimo. A lo largo de este período se ha dedicado junto a Juan Mari Brás, Wilma Reverón, Olga Sanabria, Pedro Baigés Chapel, Rafael Anglada, Julio Muriente y el siempre recordado Juan Antonio Franco, por solo mencionar algunos, a representar la causa de la descolonización en el plano internacional.
Noel ha publicado columnas periodísticas en todos los periódicos de circulación general del País. Tuvo un espacio permanente en el periódico El Mundo, en El Reportero, en El Nuevo Día y, desde luego, en Claridad. En 1990 le fue otorgado el Premio de Periodismo Bolívar Pagán por el Instituto de Literatura Puertorriqueña por sus columnas publicadas en El Mundo en 1989. Luego, el propio Instituto de Literatura Puertorriqueña premió su labor periodística en 1990, 1991 y 2002.
A sus 93 años sigue colaborando, ya más discretamente, con las ideas descolonizadoras que han animado su vida. Luego de una larga vida, sigue siendo, como una vez expresó el gran patriota cubano José Martí, “esclavo de sus doctrinas”.
Referencia:
Colón Morera, José Javier, editor. “Noel Colón Martínez y la vocación por la política”, en “Noel Colón Martínez, La disidencia como vocación. Columnas de opinión y otros escritos 1972-2009.” San Juan: Publicaciones Gaviota, 2009.

20 de octubre de 1927
Moca, Puerto Rico
Autor: Dr. José Javier Colón Morera
Publicación: 10 de junio de 2021
Revisión: Dra. Lizette Cabrera Salcedo