La quiebra del proyecto colonial y el surgimiento de nuevas culturas protestantes en la década del treinta
No fue hasta la crisis de la depresión en los años treinta —cuando se descorre el telón y se advierte la condición de miseria producida por el régimen colonial— que los protestantes repararon en las contradicciones de la ideología misionera. En un periodo de 30 años, Puerto Rico había sido convertido en una gran plantación azucarera. Las condiciones materiales y sociológicas de la cultura del siglo XIX habían desaparecido. Su ecología de bosque había sido transformada por la tala para la caña de azúcar. Esta desplazó el café como producto de exportación, y con ella, la cultura rural de la hacienda. Cuatro grandes corporaciones azucareras eran dueñas de la mayor parte de la tierra de siembra y de la producción azucarera. Las pequeñas fincas de subsistencia fueron desapareciendo y los campesinos fueron transformados en proletarios de impersonales corporaciones gigantescas con salarios miserables de 50, 75 centavos y $1.00 por día de trabajo de 6:00 de la mañana a 6:00 de la tarde. La economía de producción de alimentos fue sustituida por una de importación de alimentos con su correspondiente aumento en precios. Miles de campesinos se volcaron eventualmente hacia la ciudad grande durante la década formando los arrabales de la época; la mentalidad del sumiso agregado y jornalero de campo fue transformándose en la del desafiante militante de la unión o en la mentalidad del desocupado sin las inhibiciones culturales y morales de la sociedad anterior.
La década del treinta, atravesada por la miseria de la depresión, gestó la rebeldía que hubo de manifestarse en el nacimiento de la conciencia nacionalista puertorriqueña del siglo XX y en la autonomía sindical que se rebeló contra su partido, su unión y contra el régimen colonial. Fue la década de la búsqueda de la identidad nacional entre los intelectuales de ese tiempo. El régimen colonial respondió de dos maneras: por un lado, transfirió a Puerto Rico programas de asistencia social de las políticas del estado benefactor que el Nuevo Trato articuló para la nación. Por el otro, nombró un general del Ejército norteamericano como gobernadorde la colonia para detener la creciente insurrección con brutales métodos de represión. Se encarceló a don Pedro Albizu Campos, dirigente del Partido Nacionalista, se persiguió a los nacionalistas y se reprimió a los obreros.
Puerto Rico Evangélico, la revista de las cinco denominaciones protestantes más importantes, que por 60 años constituyó el vocero principal de este movimiento, escribió sobre el “imperialismo de las corporaciones azucareras norteamericanas”. Surgió un sector puertorriqueñista y un sector nacionalista entre los protestantes. El día de la masacre de los nacionalistas, conocida como “la Masacre de Ponce”, había sido encargado al Rvdo. Hernández Valle, pastor de la Iglesia metodista, a pronunciar el discurso del día en la concentración pacífica de los nacionalistas.
De estas semillas se nutrió el profesor Domingo Marrero Navarro, joven teólogo y filósofo, quien llegó a ser pastor universitario y profesor de Filosofía de la Religión, Hebreo y Antiguo Testamento en el Seminario Evangélico, donde formó escuela entre sus seguidores de seminaristas, universitarios y pastores. Ya en 1937, Marrero escribe el artículo “Puerto Rico y Simón el Cananeo”, para la revista latinoamericana de teología protestante, La Nueva Democracia, en la cual escribía la nueva generación de protestantes nacionalistas del continente e intelectuales latinoamericanos de la época como Alfonso Reyes, Fernando Ortiz, Juan Marinello, Jorge Mañach, Max Enríquez Ureña, Arturo Uslar Pietri y otros. Aunque su mayor contribución al país lo fue como maestro y pastor, sus obras más conocidas: Los fundamentos de la libertad, Meditaciones de la Pasión, Vísperas de la cruz, Las siete palabras y El Centauro: persona y pensamiento de Ortega y Gasset, escritas en el corto período de 1949 al 1951, son contribuciones permanentes al pensamiento teológico y filosófico puertorriqueño y latinoamericano. Ubicado, como su colega el Dr. ángel Mergal, en el esfuerzo de los pensadores puertorriqueños de las décadas del 30 y el 40 por clarificar los fundamentos de la identidad puertorriqueña, Marrero Navarro se acercó al asunto desde el existencialismo y las posturas proféticas que lo colocaban frente al régimen como nacionalista. Difirió de las posturas esencialistas e hispanófilas de sus colegas católicos cuando pensaban la esencia del hombre y la cultura puertorriqueña como lo hispánico y católico, ya cerrado al devenir de la historia. Marrero pensaba la identidad de la cultura y del ser humano como un proceso: “El hombre no es. El hombre deviene. Es un proceso de cambio y un repertorio de posibilidades. El hombre… está hecho de futuro y esperanza…”. “Es distinto a las casas, cuya esencia está en lo que son. La esencia del hombre… está en lo que puede llegar a ser [sic]”. Marrero murió siendo decano de Estudios Generales de la Universidad de Puerto Rico, facultad que lleva su nombre hoy.
Su colega, el Dr. ángel Mergal Llera, profesor de Griego y del Nuevo Testamento en el Seminario, se enfrentó en sus obras a la antinomia entre “lo hispano-católico y la protestante”, con una afirmación existencial como la de Marrero sobre la identidad del ser, pero ahondó en sus escritos en el terreno literario, histórico y teológico. Mergal se propuso la empresa de enfrentar directamente la tradicional antinomia entre hispanismo y protestantismo en Reformismo cristiano y alma española. Armado de su erudición como hispanista y teólogo argumentó la existencia de las dos Españas: la reformista y la ortodoxa. La ortodoxa reprimió la reformista destruyendo la convivencia con moros, judíos y protestantes, destruyendo así su entrada a la modernidad. De aquí sus investigaciones sobre los movimientos protestantes, iluminados y otros reformadores del siglo XVI en España, que recoge en Evangelical Catholicism as Represented by Juan de Valdés. Sus obras de mayor madurez teológica y audacia fueron Puerto Rico: Enigma promesa y El reino permanente donde establece su concepción teológica totalizante sobre el hombre y su destino espiritual a partir de la integración del cuerpo, alma y espíritu. Estas obras deben ser lectura obligada para los estudiantes de teología de hoy. Su apego a los cánones del liberalismo y a las celosas doctrinas bautistas de separación de Iglesia y Estado lo llevaron a dirigir las luchas protestantes contra la instauración de la enseñanza de religión en la escuela pública en las décadas del 40 y el 50, de lo cual dejó testimonio en el pequeño libro, Defensa de la educación democrática. Contrario a Marrero Navarro, Mergal nunca pasó juicio sobre los principios e instituciones liberales. Luis Rivera Pagánseñaló, en Senderos teológicos: el pensamiento evangélico puertorriqueño, cómo la idealización del liberalismo en Mergal lo llevó a posiciones ingenuas con respecto a Estados Unidos durante la Guerra Fría. Con estos dos pensadores, el protestantismo echó raíz en la cultura intelectual del país, elevando la contribución de los escritores de Puerto Rico Evangélico a muy altos niveles de erudición. Con ellos quedaba atrás la hegemonía de la ideología de los misioneros y la falta de conciencia teórica sobre el carácter ideológico de la teología y la practica evangélica no pensada desde los puertorriqueños.
La década del treinta vio también el nacimiento del llamado “avivamiento del 30” como expresión religiosa popular de los pobres, armada de un cierto carácter antiamericano y clasista. Los movimientos de oración de carácter pentecostal se generalizaron en algunas de las iglesias protestantes pobres en un movimiento característico de la teoría de Troeltsch de “secta e Iglesia”, donde sectores golpeados socialmente emergen en explosiones colectivas de esperanza apocalíptica y se enfrentan finalmente al rechazo y resistencia teológica de las autoridades misioneras que poseen los títulos de propiedad de las edificaciones. Estas se verán obligadas a retirarse y negociar. Surgió entonces una dimensión cultural protestante de carácter popular y de afirmación de la cultura pobre y nacional, que corrió pareja con la década y profundizó sus raíces, aunque distanciada del movimiento político nacionalista.
Este artículo fue adaptado por el Grupo Editorial.
Autor: Samuel Silva Gotay
Publicado: 30 de marzo de 2016.