La industrialización es la consecución del desarrollo de la industria, definida o concebida como el conglomerado de procesos y actividades relacionados con la producción de bienes de consumo (la transformación de materias primas en productos manufacturados) y que utiliza principalmente sistemas mecanizados en la parte operacional del proceso productivo. La industrialización deriva, al menos, dos acepciones conceptuales del propio fenómeno: una concepción operacional y otra sociohistórica. Por un lado, la industrialización se presenta como el proceso mecánico de la producción de bienes. Comenzó alrededor del año 1774, en Inglaterra, con el desarrollo e incorporación de la máquina de vapor al proceso productivo por el ingeniero mecánico escocés James Watt. Este desarrollo tecnológico marcó el punto de inflexión de lo que más adelante se reconocería como la primera gran Revolución industrial.
Desde el punto de vista o acepción socioeconómica e histórica, la industrialización se refiere a las repercusiones económicas, políticas y sociales que representó y ha representado hasta el presente, así como a la nueva perspectiva o cosmovisión de la sociedad y del mundo propiamente como consecuencia de la transición de una sociedad eminentemente agrícola a una industrial. El uso de “la máquina” en el proceso productivo significó un crecimiento superlativo en la capacidad de producción de los bienes de consumo para la época y que catapultó la economía a nivel mundial, particularmente la de los países que hoy se describen como económicamente aventajados. Esta nueva forma de producir también conllevó un cambio en los paradigmas de las estructuras sociales, económicas y políticas hasta entonces concebidas y dio paso al desarrollo de la dicotomía social entre una minoría social compuesta por propietarios del capital y de los medios de producción, por un lado, y por otro, por el resto de la población, dividida a su vez entre trabajadores y la clase obrera. Tales cambios representaron una ruptura y una profunda transformación social y política que transmutó en sinnúmero de ocasiones en conflictos bélicos, tanto a nivel nacional como internacional, y que, a su vez, desarrollaron nuevas formas de organización socioeconómica y políticas.
Esta denominada Revolución industrial también marcó el punto de referencia para el desarrollo y desenlace de otros tipos de procesos de cambios significativos, como la explosión demográfica y las segundas grandes revoluciones agrícolas y médicas. En términos demográficos, el cambio de técnica en la producción agrícola implicó, por un lado, un excedente de alimentos sin precedentes con lo que, al menos teóricamente, en términos materiales podría mantenerse la mayoría de la población sin la premura y dificultad propias de épocas precedentes. No obstante, la mecanización de la agricultura significó un empobrecimiento marcado de la población, de extracción mayormente rural y campesina, debido al desplazamiento laboral masivo que tuvo que migrar a las ciudades. Las ciudades de la época, particularmente las europeas, no contaban con la infraestructura y capacidad de absorber tal inundación demográfica, por lo que problemas de hacinamiento y salubridad pública emergieron en todas partes entre los siglos XVIII y XIX, particularmente en Europa. Por otro lado, la abundancia material que significó este mismo proceso permitió el avance tanto en investigación como en técnica para el tratamiento de condiciones médicas (hoy día tal vez consideradas benignas) que permitieron extender la expectativa de vida y la mortalidad en prácticamente todas partes del globo.
Sin embargo, la industrialización también ha implicado, tanto entonces como hoy, la explotación masiva de los recursos naturales para satisfacer las necesidades energéticas de los sistemas mecanizados de producción, así como de las necesidades propias del mercado en cuanto a producción de bienes de consumo, transportación, vivienda, etc. Si bien la industrialización ha representado hasta el presente un hito histórico en términos del desarrollo material de la sociedad a nivel global, también ha significado un punto de inflexión en términos de los niveles históricos de degradación ambiental al que ha llegado el planeta en su conjunto a través de los últimos 300 años, aproximadamente. La voracidad con que la industria (en general) ha consumido los recursos naturales, en su mayoría recursos no renovables —como por ejemplo, los combustibles fósiles— es uno de los más importantes detonantes de la condición ambiental que contemporáneamente se experimenta y que toma cada vez más relevancia e importancia por sus serios e inquietantes efectos. Esto es, el calentamiento global y, consecuente a ello, un cambio climático a nivel global que no solo se presenta como fenómeno prospectivo, sino que ya se experimenta y manifiesta en la actualidad. Entre los elementos del proceso industrial que más han impactado los recursos medioambientales se encuentrael incremento desmedido de los residuos sólidos y tóxicos, el cual tiene un efecto directo, perjudicial y hasta mortal para la salud del ambiente y sobretodo la del ser humano. A su vez, la contaminación atmosférica producto de la quema de combustibles fósiles (los cuales aún son la principal fuente de energía para los procesos industriales) incrementa tanto la lluvia acida como el efecto de invernadero, de manera que potencia cada vez más el calentamiento del planeta y altera eventualmente todos los patrones climáticos en todas partes. Estos dos fenómenos mantienen su cuota de influencia en el incremento en frecuencia, así como en la intensidad de riesgos naturales de carácter atmosférico y climático, como lo son las tormentas (huracanes, ciclones, etc.), inundaciones y sequías extremas, con sus múltiples efectos sociales y económicos.
En Puerto Rico, el proceso de industrialización comenzó con la mecanización de manera parcial de la actividad agrícola, particularmente con el monocultivo masivo de la caña de azúcar, entre mediados y finales del siglo XIX. No obstante, fueron la industria de la aguja (manufactura de ropa), del tabaco y el ron —durante las décadas de los treinta y cuarenta del pasado siglo XX— las que iniciaron el proceso de industrialización de la economía y geografía del país. Este proceso tiene su epítome en las décadas del cincuenta y sesenta con el proceso masivo de industrialización a lo largo y ancho de toda la isla bajo una política o estrategia de crecimiento económico (no necesariamente desarrollo económico) de inversión por invitación de capital extranjero que se denominó como “Operación Manos a la Obra”. Este proceso significó una transformación superlativa, tanto de la sociedad y sus componentes de organización políticos y económicos, así también como de la geografía física y humana de Puerto Rico. Por una parte, el desplazamiento masivo de la población rural y campesina debido a la creciente mecanización de la producción agrícola generó la primera gran ola migratoria del campo a la ciudad, lo cual transformó la geografía regional y demográfica del país. Esto ya fuese por el aumento desproporcionado de la población urbana o por la migración internacional de una parte sustancial de la población de tal periodo. Este patrón migratorio, de cierta manara expatria, se manifestó fundamentalmente hacia los estados del este de los Estados Unidos, bajo la pretensión de empleo en las industrias manufactureras urbanas o en los campos agrícolas de estos estados que necesitaban mano de obra de bajo costo.
Este proceso de despoblamiento facilitó las condiciones para la expropiación de grandes áreas agrícolas por parte del Estado, para la eventual suburbanización de la isla (la construcción de carreteras y autopistas, urbanizaciones, centros comerciales y conglomerados industriales); transformó e impactó su geografía física como ambiental. Los movimientos de terreno masivos, la destrucción de “mogotes”, la impermeabilización de extensas áreas en la zona cárstica (particularmente del norte de la isla), la hiperdensificación de la zona costera, el crecimiento urbano descontrolado, la contaminación de cuerpos de agua superficiales y subterráneos, una marcada deforestación en áreas críticas y la degradación de los ecosistemas, tanto al interior como en el litoral costero de la isla, son, entre otros, los efectos directos e indirectos del proceso de industrialización que se ha experimentado en Puerto Rico. Hasta el presente, la condición ambiental de la mayoría de los geosistemas de la isla se encuentra en un estado de vulnerabilidad entre moderado a alto debido, en gran parte, a los impactos que sobre estos ha tenido la industrialización. Un nuevo modelo o forma de organizar los recursos medioambientales, desde una perspectiva de sustentabilidad, no solo es necesario, sino fundamental para el desarrollo de un nuevo modelo económico para el país.
Autor: Harrison Flores Ortiz
Publicado: 23 de febrero de 2016.