Escritor puertorriqueño de la Generación del Treinta, considerado uno de los principales dramaturgos puertorriqueños del siglo XX; es de los pocos que han cultivado con éxito el género del teatro satírico. Esta inclinación a la ironía y la “burla fina” la manifestó además en sus frecuentes columnas periodísticas en donde dio rienda suelta a su buen humor.
Nació en Aguadilla, ciudad al noroeste de Puerto Rico. Su tío abuelo fue Aurelio Méndez Martínez, Ministro de la Gobernación de la República declarada en Lares luego de la Revolución de 1868. Quizá por eso llevaba en sus venas el interés por la política en la cual también incursionó llegando a ejercer como legislador. Su familia padeció penurias económicas y eso afectó sus estudios formales toda su vida. Fue un autodidacta, como muchos puertorriqueños de principios del siglo XX.
Emigró a Estados Unidos en la adolescencia e hizo estudios secundarios en Nueva York. Al regreso a Puerto Rico realizó trabajos de diversa índole, incluyendo un tiempo en la secretaría de la Central Coloso. Eso le dio la experiencia para un tema importante en su obra, la tierra puertorriqueña y las compañías explotadoras azucareras.
Intentó estudiar leyes en la Universidad de Puerto Rico pero no pudo proseguir por la estrechez económica en los tiempos de la Depresión. Se mudó a San Juan y se dedicó a la actuación y a dirigir programas radiales en la Escuela del Aire del Departamento de Instrucción Pública. En 1935 regresó a la Universidad para estudiar un curso de preparación de maestros para trabajadores que patrocinaba la Administración de Reconstrucción de Puerto Rico (PRRA), uno de los programas del Nuevo Trato del presidente Franklin D. Roosevelt. Organizó un teatro rodante junto a Francisco Manrique Cabrera y Fernando Sierra Berdecía que recorrió la Isla en misión cultural entre los obreros de la caña y en cuyas obras se destacó como actor. Estudió las crónicas sobre la conquista y colonización de Puerto Rico para escribir su primera obra que fue una novela histórica: Isla Cerrera, publicada en 1937. La misma ha sido considerada por la escritora Concha Meléndez como “la única novela histórica valiosa de nuestros comienzos coloniales”.
Su primera obra dramática fue El clamor de los surcos estrenada en el Ateneo Puertorriqueño en 1938 luego de ganar el primer premio. Le siguió la más conocida y presentada de todas sus obras, la tragedia Tiempo Muerto, premiada por el Instituto de Literatura Puertorriqueña y estrenada en el teatro de la Universidad de Puerto Rico en 1940.
En el 1943 organizó la Sociedad General de Actores con la cual presentó las obras: Hilarión y Nuestros días que no tuvieron el éxito de las anteriores. Ello quizá le llevó a incursionar en el género del humorismo popular con el libreto de zarzuela El Misterio del Castillo (1946); el sainete Un fantasma decentito y la comedia Es de vidrio la mujer en el 1952. Ese año publicó una obra sobre el tema de la emigración boricua a Nueva York, Encrucijada y la comedia de símbolos El milagro en respuesta al Esperando a Godot de Beckett. Vuelve al teatro realista y de crítica social en las comedias satíricas Bienvenido Don Goyito (1965) y Arriba las mujeres (1968). En 1970 presenta los dramas, de tema histórico Invasión y de tema social, Jugando al divorcio y en el 1975 vuelve a la comedia satírica con Los cocorocos.
En 1994 se le reconoce como Humanista del año por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades. Don Manuel murió en San Juan, la ciudad donde vivió la mayor parte de su vida, en el 2002.

Aguadilla, Puerto Rico
2002
San Juan, Puerto Rico
Autor: Dra. Ivonne Acosta
Publicado: 3 de septiembre de 2014