Lengua de Puerto Rico: historia y presente
Introducción
La lengua vernácula de Puerto Rico es uno de los componentes básicos de su cultura y, por su capacidad de supervivencia a través del tiempo, puede considerarse un elemento significativo de su identidad colectiva. Esta lengua es el español de los puertorriqueños, con todos los recursos expresivos del idioma general y los rasgos propios de los usos locales. En el sincretismo cultural que refleja la historia puertorriqueña, la lengua española, adaptada al medio en siglos de acriollamiento, es el instrumento comunicativo natural que comparte hoy la sociedad isleña. El acercamiento al idioma es una ventana, orientada al pasado y al presente, que esta Enciclopedia abre ante los lectores con el propósito de que se asomen a la memoria del País.
El español en los primeros siglos coloniales
Una cosa es el español peninsular trasplantado a Puerto Rico en los siglos coloniales y otra el español de la actualidad: cualquier acercamiento al español de América debe distinguir entre la etapa de orígenes y las realidades presentes.
Debemos tener en cuenta, además, que la lengua llegada a Puerto Rico en el siglo XVI no era una lengua uniforme en los usos, sino un conjunto de “maneras de hablar” el español propias de personas de diferentes regiones, edades y niveles socioculturales. Todo esto se explica si tenemos en cuenta que, en el siglo XVI, después de una larga Edad Media, ya se perfilaban en la Península las distintas formas regionales de hablar el antiguo castellano, nacido en Burgos y extendido poco a poco hacia el sur, el este y el oeste. La revisión de las cartas y documentos escritos en Puerto Rico en estos primeros tiempos son el testimonio de la antigua variación lingüística peninsular, tanto en el espacio geográfico como en la estratificación de la sociedad.
Es lógico pensar que la primera documentación de Puerto Rico se escriba por españoles, de manera que hay que esperar a fines del siglo XVI para acercarnos a un documento escrito por criollos, la llamada Memoria de Melgarejo, de 1582. En este texto ya aparecen ligeros rasgos de adaptación del idioma, junto a las mismas vacilaciones peninsulares de la época ante nuevas y viejas normas lingüísticas en competencia.
El camino recorrido por el español de la Isla, desde el siglo XVI hasta el siglo XIX, es una compleja historia apoyada en la convivencia, primero, con las poblaciones autóctonas, y enseguida, con los variados y sucesivos grupos humanos de origen africano. Mientras las primeras desaparecían y los segundos se hispanizaban, el español se iba transformando y enriqueciendo con palabras prestadas de estas lenguas, con creaciones nacidas de sus propias raíces, o con adaptaciones de significados, ritmos y tonos.
Junto al discurso culto, que no había dejado de producirse durante los tiempos coloniales (cartas, relaciones, actas administrativas, testimonios legales, etc.), el siglo XIX estrena una literatura de deliberado acento propio –el costumbrismo-, con su ejemplo clásico de lengua campesina recreada en El Gíbaro, de Manuel Alonso, o con la presencia en escena del personaje José, negro bozal, en La juega de gallos o el negro bozal , de Ramón C. F. Caballero, obra a la cual pertenecen estas líneas:
Nasaria, mio chinita,
la pena me ta muriendo,
y tú siempre ta riendo
sin cuedate tú de mí.
Aunque la lengua de los textos literarios no es el reflejo fiel del habla, ofrece sin duda rasgos propios de la expresión espontánea local, ya sea rural o urbana, general o propia de determinados grupos. En todas las épocas, los autores han caracterizado a sus personajes por el uso del lenguaje y Puerto Rico no es una excepción; podemos decir que los personajes costumbristas son fuentes indirectas de la lengua popular isleña al llegar el siglo XX. Para conocer científicamente la realidad del habla, sin embargo, hay que esperar los resultados de los estudios dialectales, desarrollados en la segunda mitad del siglo XX. En nuestro tiempo, de acuerdo con los avances científicos de la lingüística moderna, se reconoce la unidad del idioma en la variedad de las hablas regionales; el español de Puerto Rico, por tanto, con todos los rasgos y tendencias que los estudios han ido identificando, es una de estas muchas variedades, dentro del español actual.
Perfil del español puertorriqueño de hoy

Segunda edición del primer diccionario de puertorriqueñismos, publicado en 1937 por Augusto Malaret
El español de Puerto Rico es una variedad del español moderno caracterizada lingüísticamente por su perfil innovador. Antes de nada, es útil identificar las razones o causas de esta característica, uno de sus rasgos más importantes. Al exponer las teorías propuestas por los estudiosos del tema para explicar las razones del carácter innovador del español isleño, es necesario referirse a la base del español caribeño, asunto polémico que ha sido interpretado, a lo largo del siglo XX, desde dos puntos de vista, a partir de: la llamada teoría del andalucismo, que defiende la importancia que tuvo el innovador dialecto andaluz en el siglo XVI antillano, y la llamada teoría de la base criolla, que defiende una base creolizada del español actual.
La primera hipótesis, desarrollada en la primera mitad del siglo XX, fue motivo de una larga polémica hispánica en la cual sobresalió el filólogo dominicano D. Pedro Henríquez Ureña. Cuando se reactivó más tarde con nuevos argumentos, entró en conflicto con la segunda teoría en marcha, lo cual dio lugar al debate moderno entre las dos hipótesis.
A favor del andalucismo tenemos hoy los datos demográficos de Boyd Bowman sobre la emigración española a las Antillas en el siglo XVI. Por estos datos sabemos que los andaluces fueron significativamente mayoritarios en el origen de la colonización (cuando la presencia de España en América se limitaba a la zona antillana, antes de los desplazamientos hacia el continente), y que tuvieron gran prestigio social en la zona. Número y tipo de ocupación de un determinado grupo humano pueden ser factores sociolingüísticos favorables al triunfo de los usos y actitudes de dicho grupo en una comunidad. La investigación documental de la nueva filología hispánica también descubre hoy la base andaluza en la nivelación lingüística antillana. Según una tercera hipótesis conciliatoria, podría haber existido una nivelación inicial de signo andaluz, con el refuerzo posterior africano.
El español de Puerto Rico: pronunciación y sintaxis.
Los rasgos característicos del español de Puerto Rico en cada uno de los niveles de la lengua se explican y tienen sentido dentro del perfil innovador que caracteriza la zona caribeña. La moderna investigación dialectal estudia los fenómenos particulares (por ejemplo: la pérdida de “ese” final de sílaba o palabra, los casos de aspiración), la neutralización de l/r finales de sílaba o de palabra), como “etapas en procesos de cambio”. Esta perspectiva permite identificar la serie de procesos compartidos por varios dialectos de una misma zona –la zona antillana en este caso- y, además, permite identificar la etapa en que se encuentra cada uno de estos dialectos respecto al mismo proceso de cambio compartido.
El perfil innovador del español de Puerto Rico está presente en el español de Cuba y de la República Dominicana, pero la etapa a la cual han llegado los tres dialectos o variedades lingüísticas en cada uno de los procesos de cambio no siempre es la misma: en el español dominicano, por ejemplo, la pérdida de la “ese” ha llegado a una etapa muy avanzada, con la pérdida total de su pronunciación en muchos casos; en Puerto Rico y Cuba, por el contrario, es más frecuente la aspiración de dicha “ese”.
Un importante factor diferenciador entre las variedades dialectales está relacionado con el grado de aceptación o de rechazo que cada fenómeno recibe en cada comunidad de habla. El mismo fenómeno puede valorarse de distinta forma y esta valoración de la sociedad, no la presencia del fenómeno en sí, puede ser un rasgo diferencial, manifestado en el uso o no uso del fenómeno. El rechazo social, por tanto, puede estancar el curso del proceso en un determinado grupo, lo cual acarrea diferencias motivadas por causas no lingüísticas, en sentido estricto.
La Dialectología comparada y la Sociolingüística son hoy dos ciencias complementarias para identificar: los rasgos exclusivos de una variedad dialectal, la tipología y extensión de los fenómenos compartidos con otras variedades, y el grado de aceptación social que estos fenómenos puedan tener dentro de cada variedad.
El español de Puerto Rico: léxico

Tesoro Lexicográfico del español de Puerto Rico
El léxico de una comunidad de habla es, junto a otras manifestaciones de la cultura, un testimonio vivo de su historia. El léxico:
a) transmite conceptos de diversos orígenes, b) documenta la adopción de novedades en innumerables campos, c) confirma la presencia histórica de grupos humanos desaparecidos, d) demuestra la vitalidad de la lengua en el inagotable reciclaje de formas y significados, y prueba, de manera observable por el hablante común, el dinamismo del idioma, en un vaivén sin reposo de cambios, préstamos y olvidos.
La situación geográfica de Puerto Rico, favorable a todo tipo de cruces étnicos y de influencias lingüísticas desde la época colonial, explica la riqueza léxica de su español caribeño.
El léxico peninsular trasplantado a Puerto Rico, no sólo fue adoptando palabras de las lenguas autóctonas -los indigenismos-, de las lenguas africanas -los afronegrismos-, y del inglés y otras lenguas -anglicismos, galicismos-, sino que, de forma paralela al acriollamiento de los hablantes, fue adaptándose, con la lengua misma, a la nueva realidad del mundo antillano.
Si la adopción de unidades autóctonas y africanas enriqueció considerablemente el vocabulario de la lengua trasplantada, el lento proceso de las adaptaciones hizo posible el desarrollo de innumerables creaciones y cambios semánticos que aumentaron el inventario léxico del idioma y ampliaron el valor significativo de muchas palabras patrimoniales.
A la convivencia de los viajeros con el mundo del mar, en largas y continuas travesías, debemos muchos marinerismos anclados en tierra que Puerto Rico comparte con otras regiones: amarrar (‘asegurar con maroma o cuerda una embarcación en el puerto’) se generalizó para ‘atar cualquier cosa’; caleta (diminutivo de cala o ensenada pequeña) se olvidó del ‘barquito que iba tocando en las calas’ y pasó a designar ‘la calle que va al mar’; halar (‘tirar de un remo en el acto de bogar’) sirvió para ‘arrastrar en general’; rancho (‘cada una de las divisiones de la marinería en las embarcaciones’), pasó a ser ‘choza o casa’; volantín (‘especie de cordel con uno o más anzuelos para pescar’) se convirtió en ‘cometa de papel’; embarcar, en fin, con su valor adquirido de ‘engañar’, es un documento vivo de no pocos riesgos viajeros.
Junto a estos y otros muchos marinerismos, la sensibilidad criolla del país encontró cauces en la fuente del humor para recoger nuevas actitudes: labioso es ‘hablador’, lambío, ‘descarado’, bojote ‘individuo grueso y pequeño’, juma es ‘borrachera’, aguzado es ‘listo’ y raspacoco, ‘pelón’. Con ¡umjú! se desconfía y con ¡bendito! se compadece, mientras la metáfora puede sorprender la esperanza en el ‘saltamontes’ o la gaita lejana en la ‘barba del gallo’.
El español de Puerto Rico en la diáspora

Cartel sobre Simposio Internacional sobre Bilinguismo
Si el número total de puertorriqueños en Estados Unidos es equivalente al número de los que residen en la Isla, si el contacto entre ambos grupos es una constante por distintos motivos, si al número de residentes en la metrópoli se añaden otros grupos de visitantes temporeros, y si, además, tenemos en cuenta a quienes van y vuelven continuamente por razones de profesión o de especialización universitaria, está claro que no es posible hablar del español de Puerto Rico sin referirse a la situación lingüística de los puertorriqueños en Estados Unidos.
Aunque durante todo el siglo XX se tuvo en cuenta esta realidad, favorecida por la relación política de Puerto Rico con Estados Unidos, el interés en estas comunidades trasplantadas aumentó en las últimas décadas, por distintos factores, debidos, algunos, a nuevas situaciones de la inmigraciónen general. El éxodo de los países latinoamericanos hacia el Norte, por ejemplo, iba colocando en cercanía a distintas comunidades de hispanohablantes frente a la misma lengua, el inglés. Ante esta realidad, la solución oficial a problemas básicos recomendaba poner en marcha programas favorecedores de la asimilación cultural.
Entre las dificultades evidentes, la comunicativa era una de las más importantes, así que la enseñanza pública acogió con interés proyectos bilingües experimentales, en un esfuerzo por identificar los problemas más urgentes. La Lingüística, por su parte, que ya se había interesado en esta situación de lenguas en contacto, se acercó al laboratorio vivo que le ofrecían las comunidades de hispanos, con los propósitos que todo esto implica:
a) la investigación de las actitudes personales y de grupo ante las dos lenguas
b) la revisión del concepto de bilingüismo y sus tipos
c) la relación del apoyo familiar con el éxito del aprendizaje
d) el grado de conocimiento de la lengua materna y sus efectos en la enseñanza bilingüe
e) el grado de identificación con la lengua vernácula como signo de identidad o
f) los comportamientos de los distintos grupos ante las mismas realidades
Los estudios sobre el español en Estados Unidos se beneficiaron con estas investigaciones y los lingüistas se acercaron a las comunidades de hispanos para precisar conceptos que hoy son fundamentales en el estudio de las lenguas en contacto: transferencia, influencia, calco, préstamo, alternancia de códigos, interlengua.
El español de Puerto Rico en contacto con el inglés

Publicación sobre las políticas lingüísticas de Puerto Rico (1998)
La situación de lenguas en contacto es una de la realidades más frecuentes en el mundo actual. Aparte las habituales relaciones lingüísticas de frontera con lenguas como el portugués de Brasil o el francés de Haití, el español presenta diferentes situaciones de contacto con lenguas indígenas en muchos países de Hispanoamérica (de la familia maya en Centroamérica, con el quechua o el aimara en Perú, Bolivia o Ecuador, con el guaraní en Paraguay, etc.). Desde hace algunas décadas, además, convive con el inglés de Estados Unidos en las comunidades de inmigrantes hispanos establecidos en territorio estadounidense. Es importante señalar, sin embargo, que la única situación de contacto del español con el inglés en un país hispanohablante se encuentra en Puerto Rico.
Más de cien años de convivencia de los dos idiomas, después de haber tenido la lengua inglesa como lengua de la enseñanza durante casi medio siglo, no han convertido a la Isla en un país anglófono. El español sigue siendo la lengua natural de los puertorriqueños, adquirido como lengua materna y usado como instrumento de comunicación en todas las actividades, formales y cotidianas.
Esta situación de contacto, sin embargo, representa un rasgo característico y exclusivo de Puerto Rico, tanto en el panorama general del idioma como dentro del mundo antillano y latinoamericano. Es necesario, por tanto, tenerlo en cuenta y estudiarlo con atención.
En el pasado, y durante mucho tiempo, gran parte de los usos del español de Puerto Rico que se separaban de la norma admitida, se explicaron por influencia inglesa. Más tarde, cuando se conocieron mejor los procesos generales de cambio en el idioma, y cuando la Dialectología comparada empezó a descubrir los mismos fenómenos en otras regiones, fue necesario replantear la cuestión y hacer investigaciones más profundas.
Los nuevos estudios, aunque muy lentamente, van poniendo en su justa perspectiva los rasgos que se pueden deber a influencias externas – el inglés, en este caso- y los que genera el propio sistema de la lengua, siguiendo sus tendencias de evolución. Las nuevas metodologías de análisis, al menos, someten los fenómenos a rigurosos estudios antes de calificarlos como estructuras o fenómenos anglicados debidos al contacto.
Las influencias del inglés en el léxico son las más evidentes, pues las palabras extranjeras que aún no se han adaptado al sistema de la lengua pueden identificarse con relativa facilidad; esto explica que se recuerden sobre todo los anglicismos como manifestación de la influencia inglesa y que pasen inadvertidas, para la inmensa mayoría de los hablantes, las influencias que pueda haber en la sintaxis y en la combinación de las palabras en el discurso, además de las influencias en los significados.
Sólo la enseñanza rigurosa de la lengua materna puede informar a los hablantes sobre estos problemas y prepararlos, sin purismos, para reconocerlos. El peor enemigo de un idioma no es su contacto con otro idioma, sino la enseñanza deficiente que puede recibir, sobre todo en situaciones críticas. Sólo la enseñanza sensata puede identificar el peligro mayor, que no está en los fenómenos concretos más o menos rechazados, sino en las deficiencias lingüísticas profundas que pueden pasar inadvertidas: el desconocimiento del vocabulario, de las estructuras básicas del idioma y de sus registros expresivos.
Lengua y enseñanza

Palabras de Puerto Rico publicación de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Español
La enseñanza de la lengua en Puerto Rico se lleva a cabo en los siglos coloniales al amparo de la gramática heredada del Renacimiento y, como era habitual en aquellos tiempos y en todas partes, estaba al alcance de un reducido sector de la sociedad. La enseñanza de la lengua llega al siglo XX sin cambios esenciales de criterio y, según los informes y datos disponibles, desde el siglo XIX intensificó la presentación del castellano peninsular como único modelo de uso y corrección. Así lo demuestra la serie considerable de libros de texto decimonónicos que aún se conservan.
Todavía en 1919 aparecerá en Ponce un tratado escolar de Ortofonía (Isaías Rodríguez, Imprenta “El Día”) con ejercicios de pronunciación destinados a que los niños distinguieran entre abrazar/abrasar, acecinar/asesinar, gayo/gallo, etc. Para nada se tenía en cuenta el hecho de que, ya en el siglo XIX, el español de Puerto Rico había alcanzado el carácter innovador isleño, con sus propios rasgos (seseo, yeísmo, entre otros), formados en largos siglos de acriollamiento.
Al llegar el siglo XX se añadió un obstáculo aún mayor: la aprobación de un decreto para hacer del inglés el idioma escolar en el País; según este decreto, el español dejaba de ser, por tanto, la lengua de la enseñanza. Esta normativa, vigente desde 1905, pasó por distintas revisiones en los primeros años del siglo, pero hay que esperar a la década de los cuarenta para que sea totalmente derogada. En estos años, D. Mariano Villaronga, Comisionado de Instrucción Pública durante la incumbencia del gobernador D. Luis Muñoz Marín, emprende al fin la reforma educativa que restituyó el español como idioma de la enseñanza en el año académico 1949-50.
Alejar el español de la comunicación escolar, por un lado, y no darle la debida atención didáctica, por otro, eran factores poderosos que podían haber favorecido el olvido irreversible del español en Puerto Rico. Fue el pueblo, pacífico y firme, el que conservó el idioma vernáculo. En el año 1992, los pueblos hispánicos reconocieron la lealtad de Puerto Rico a su idioma y apoyaron la concesión al País del Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
En la actualidad, nada parece amenazar la lengua materna como instrumento de comunicación escolar. Los peligros actuales vuelven a estar relacionados con los criterios didácticos, a lo cual se suma la constante experimentación de programas y métodos, y, sobre todo, la formación de los docentes, necesitada de urgente actualización.
Lengua y la política

El Gíbaro de Manuel Alonso, obra costumbrista
La especial relación entre política y lengua en Puerto Rico se inicia a principios del siglo XX, con la Ley de 1902, cuyos antecedentes hay que buscarlos en los dos primeros años de la presencia estadounidense en la Isla, durante el Gobierno Militar, vigente de 1898 a 1900. La aplicación de esta Ley inició la enseñanza del inglés en la Isla, mediante un programa masivo de alfabetización. Así lo había recomendado el Comisionado de Educación de Estados Unidos, W. T. Harris, al Presidente de la Junta de Educación de Puerto Rico durante el Gobierno Militar, Víctor S. Clark. Como complemento de este primer intento de americanización del país, se creó una Corte o Tribunal Federal, que, implícitamente, debería expresarse en inglés. La lengua de la nueva metrópoli se atrincheraba en los dos bastiones de la cultura nacional: la enseñanza y el derecho.
La Ley de 1902, derogada por el Artículo 4 de la Ley de 1991, estuvo vigente durante casi todo el siglo XX y disponía lo siguiente, en sus cinco secciones:
a) el empleo indistinto de los dos idiomas, el español y el inglés (Sección 1),
b) el empleo de traductores e intérpretes cuando fuera necesario (Sección 2),
c) la prohibición de anular cualquier documento público o privado escrito en cualquiera de los dos idiomas (Sección 3),
d) que la palabra “escritos” de la sección anterior incluye cualquier tipo de texto (Sección 4), y, por último,
e) excluye, de la aplicación de la ley, las oficinas y tribunales municipales de policía (Sección 5).
El “empleo indistinto de los dos idiomas” dispuesto en la Ley de 1902, no significa que se considerasen idiomas oficiales conjuntamente, lo cual dejaba la puerta abierta al uso público legal de cualquiera de ellos en detrimento del otro.
La Ley Jones (1917-1952) había aceptado que el idioma de los miembros de la Asamblea Legislativa fuera el español, lo cual animó, sin éxito final, la propuesta de José Padín, Comisionado de Instrucción (1930-36) en 1934, a favor de la enseñanza en español durante los primeros ocho grados escolares.
Desde 1949, y aunque la Ley de 1902 seguía vigente, la enseñanza en español ya no se sentía amenazada. A finales del siglo XX, sin embargo, la Ley de 1991, aprobada bajo la incumbencia de D. RafaelCordero, Rafael: Nace en San Juan en 1790, en 1848 según Cayetano Coll y Toste solicita permiso para abrir una escuela para negros y mulatos en San Germán. No se muda y se queda dando clases en su casa de la calle Luna en el Viejo San Juan. Daba las clases gratuitamente y para generar ingresos trabajaba como zapatero y ligando cigarros. Enseñaba a leer, catequesis (doctrina católica), gramática, historia, caligrafía, geografía y aritmética. De sus alumnos mas destacados se encuentran José Julián Acosta, Alejandro Tapia y Rivera, Román Baldorioty de Castro y Manuel Elzaburu, fundador del Ateneo Puertorriqueño. Muere en 1868. Hernández Colón como Gobernador, derogó la anterior y proclamó el español como única lengua oficial de Puerto Rico. En el mismo año 1991, el Gobierno celebraba un referendo en el país, pidiendo al pueblo un voto a favor de la Reglamentación de Derechos Democráticos (6 en total), con una sola contestación Sí/No. La aprobación convertiría estos derechos en cláusulas constitucionales. El quinto derecho sometido a votación reclamaba que “toda consulta sobre status garantice, bajo cualquier alternativa, nuestra cultura, idioma e identidad propia…”. El No mayoritario obtenido, preparó el camino para la victoria, al año siguiente, del partido de la oposición, defensor de la estadidad para Puerto Rico.
La Ley de 1993, que deroga en parte la Ley de 1991, dispone explícitamente, por primera vez, la cooficialidadde los dos idiomas en Puerto Rico. En este sentido no se puede sostener que la Ley de 1993 haya restituido la Ley de 1902, puesto que, en ésta, no se explicitaba la cooficialidad de los dos idiomas.
Autor: Dra. María Vaquero
Publicado: 15 de septiembre de 2014