Inicio y desarrollo en el siglo XIX
La literatura en Puerto Rico ha reflejado artísticamente el contexto cultural desde sus comienzos coloniales. Pero no será hasta el inicial romanticismo del siglo XIX que se manifieste una literatura propiamente puertorriqueña.
Inicios y desarrollo en el siglo XIX
Tras la llegada de la imprenta en 1806 y el desarrollo del periodismo durante las primeras cuatro décadas del siglo XIX, emergen escritores con vivencias y voluntad de estilos propiamente isleños. En el contexto político-social se comienza a definir una clase criolla y hacendada en búsqueda de una definición cultural. Dos destacadas figuras de la primera mitad del siglo XIX nos revelan esa temprana necesidad. Así, María Bibiana Benítez (1783-1873), considerada la primera poeta isleña, y que en 1832 publica, en el periódico de Puerto Rico Boletín Mercantil, la oda “La ninfa de Puerto Rico”. Más adelante, Santiago Vidarte (1828-1848), en Cancionero de Borinquen, presenta el famoso poema “Insomnio” (1846), texto emblemático del romanticismo patriótico.
Para 1843 surge el Aguinaldo Puertorriqueño, seguido por el Album Puertorriqueño (1844), el Cancionero de Borinquen (1846) y finalmente un segundo Aguinaldo en 1846. El Album Puertorriqueño, en particular, es creación de un grupo de estudiantes residentes en Barcelona, que además de responder al conservadurismo del Aguinaldo inicial, destacan la importancia de la identidad cultural criolla y muestran respeto y agradecimiento a sus padres. Ante todo, expresan amor a la patria y deseo de un destino común.
De todos ellos sobresale Manuel A. Alonso (1822-1889), quien publica El Gíbaro en 1849. Se trata de una obra que manifiesta un profundo sentimiento cultural puertorriqueño, a pesar de la censura y opresión del poder colonial. La misma nos revela una cultura letrada plenamente consciente de un proyecto histórico-cultural y de un incontenible sentimiento patrio. Contiene trece ensayos (cuadros de costumbres citadinas y criollas) y ocho rimas. En ellos Alonso imita (transcribe) la manera del hablar campesino, expresa la visión de mundo de la clase criolla y persigue el deseo de exaltar al jíbaro como sujeto educable para el trabajo en la hacienda “nacional”. En 1882, Alonso nos ofrece una segunda edición ampliada de El Gíbaro, mediante la cual continúa su crítica cultural y esmero creativo, sobre todo en el cuento–ensayo “Perico Paciencia”.
El Grito de Lares (1868) y la Abolición de la Esclavitud (1873) son eventos clave en la lucha de los isleños más radicales por alcanzar una sociedad más justa y la independencia nacional. Pero no existían las condiciones sociales necesarias para un decisivo golpe emancipador. Si bien en lo económico-social la clase hacendada sostenía posiciones conservadoras y reformistas, en el arte literario lo que se destaca es una defensa de los valores patrios y el reclamo de una cultura liberal y moderna.
José Gautier Benítez (1848-1880), Alejandro Tapia y Rivera (1826-1882) y Eugenio María de Hostos (1839-1903) son figuras importantes en el romanticismo más maduro de la segunda mitad del siglo XIX. De Gautier Benítez es Poesías, (1880), libro que expresa un gran sentir romántico ante los temas de la patria, el amor y la muerte. Destacados son los poemas “Ausencia”, “Regreso” y “Canto a Puerto Rico”. Los poemas de Benítez se convierten, para futuras generaciones, en emblemas guías del sentimiento patrio.
Valiosa y adelantada a su tiempo es la aportación de Alejandro Tapia y Rivera. En su obra póstuma, Mis memorias (1928) muestra un gran espíritu crítico y ético. Aportó obras como el ensayo dramático Roberto D’ Evreux (1848), el biodrama Bernardo de Palissy (1857), la novela histórica Cofresí (1876), la leyenda La palma del cacique (1862), la novela Póstumo el transmigrado (1872), el poema La sataniada (1874), el importante drama La cuarterona (1867) y Conferencias sobre estética y literatura (1881), entre otras obras. Creó la revista La azucena (1874-1877) y fungió como un valioso historiógrafo con su Biblioteca histórica de Puerto Rico (1854). La obra de Tapia es muestra de un mundo de letrados isleños con ansias de amplia cultura y de reflexión profunda ante los problemas locales y universales.
Destacado letrado de la última mitad del siglo XIX es el prócer Eugenio María de Hostos. Más que a la ficción se dedicó al ensayismo educativo, jurídico, ético y cultural. Dejó una impresionante novela romántica titulada La peregrinación de Bayoán (1863). Es una obra de conciencia antillana, americanista y universal, cuyo héroe (Bayoán) se perfila como el Hamlet antillano que preludia el ideal de la Federación de las Antillas. Como ensayista, Hostos se enfrentó a la problemática socio-cultural de su época, con conciencia romántica, pero con una visión del mundo muy moderna. La profundidad de su pensamiento no deja de tener pertinencia para los intelectuales incluso hasta hoy día.
Según avanza la segunda mitad del siglo XIX, la cultura puertorriqueña tendrá escritores y pensadores muy al tanto de las ideas y debates positivistas de España y Francia. Con criterios de avanzada (sin descartar prejuicios) estos escritores responderán a las persecusiones e inestabilidades del poder colonial y denunciarán la miseria del pueblo nacional que tanto valoran. De este periodo es Pachín Marín (1863-1896), un destacado poeta de ímpetus románticos y patrióticos. Con Romances (1892) y posteriores poemas, este poeta nacional supera el romanticismo exaltado. Es autor del famoso poema “El ruiseñor”. Lola Rodríguez de Tió (1843-1924) es una destacada poeta que aporta a las letras Mis Cantares (1876), Claros y nieblas, (1885) y Mi libro de Cuba (1893). Se le relaciona con el pensamiento americanista del cubano José Martí y escribe la letra revolucionaria de “La borinqueña”.
El realismo y el naturalismo serán las estéticas de fines del siglo XIX. Salvador Brau (1842-1912) es un destacado literato, periodista e historiador. En su novela La pecadora (1887) denuncia la miseria del pueblo. Mediante su ensayo “La campesina”, muestra aguda conciencia de la problemática de la mujer de la ruralía. Manuel Fernández Juncos (1846-1928), de origen español, es el creador de la famosa revista El Buscapié (1877-1883). Con profundidad liberal e irónica denuncia un contexto colonial cada vez más complejo y sacudido por los problemas sociales de fines de siglo. Pero el más destacado crítico de esa sociedad, en todas sus manifestaciones psico-sociales, es Manuel Zeno Gandía (1855-1930), así lo dejan ver sus dos primeras novelas naturalistas, Garduña (1896) y La charca (1894), y también El Negocio (1922) y Redentores (1925). En las primeras dos, cubre las Crónicas de un mundo enfermo (la sociedad jíbara), bajo el dominio español. En las siguientes abarca el corrupto mundo comercial y de intriga política bajo el coloniaje estadounidense.
La cultura invadida y la transición cultural de principios del siglo XX

José de Diego (1867-1918)
El siglo XIX cierra con el crucial evento de la invasión estadounidense de 1898. En el Tratado de Paris, España cedió la isla de Puerto Rico a Estados Unidos, pero muchos puertorriqueños continuaron defendiendo la Carta Autonómica que habían obtenido del gobierno español en 1897. Esta vez, la débil burguesía isleña, de mentalidad hispánica, será desplazada por la poderosa economía estadounidense, fundamentada en la caña de azúcar. Se impone un agresivo proceso de modernización y transculturación que será muy combatido por los letrados isleños -sobre todo a partir de los años 30- por sus nuevas y profundas implicaciones coloniales.
Dentro de este contexto de transición se manifiestan el parnasianismo, el simbolismo y el movimiento modernista. Importante en este periodo es el patriota José de Diego (1867-1918), quien revela un carácter muy ecléctico con una poesía que transita desde el romanticismo hasta el modernismo (social). Este “Caballero de la Raza”, seguidor del ideario independentista de Betances y de De Hostos, se destacó en las letras con Pomarrosas (1904) Jovillos (1916) Cantos de rebeldía (1916) y Cantos de pitirre (1950). “Patria” y “En la brecha” son sus poemas más reconocidos a lo largo del siglo XX.
Precursor del modernismo es José de Jesús Domínguez (1843-1898), por su sorprendente poemario Las huríes blancas de 1886. Poetas plenamente modernistas son Jesús María Lago (1873-1927) con “La princesa Ita-Lu” (1904) y Cofre de Sándalo (1927); Arístides Moll Boscana (1885-1964), con Mi misa rosa (1899-1905); José de Jesús Esteves (1881-1918), con Crisálidas (1909) y Rosal de amor (1917); Antonio Pérez Pierret (1885-1937), con su poemario, Bronces (1914); Antonio Nicolás Blanco (1887-1945), con El jardín de Pierrot (1914). Ya para fines de la década del 1910 muchos poetas cultivan el verso postmodernista y se prepararan para el vanguardismoy la militancia letrada de los escritores de la Generación del 30.
Para inicios del siglo, tres revistas contribuyeron al desarrollo literario isleño: Revista de las Antillas, El Carnaval y Puerto Rico ilustrado. Virgilio Dávila (1869-1943) y Luis Lloréns Torres (1878-1944) son poetas de singular relevancia en este periodo. Del primero son los poemarios Patria (1903), Pueblito de antes (1917), Aromas del terruño (1916). El segundo fue director de la Revista de las Antillas (1913-1914) y creó los movimientos Pancalismo (todo belleza) y Panedismo (todo verso). Continuó el criollismo, ya iniciado en el siglo XIX, y aportó las obras América (1898), Al pie de la Alhambra (1899), Sonetos sinfónicos (1914), Alturas de América (1940), y el drama El Grito de Lares. “Canción de las Antillas” y “Valle de Collores” son dos destacados poemas de esta principal voz lírica del siglo XX. José P. H. Hernández (1892-1922) se presenta igualmente como un valioso poeta de este ecléctico periodo de principios de siglo. Aporta a la cultura letrada Coplas de la vereda (1919), El último combate (1921) y Cantos de la sierra (1925). Creó el famoso poema “A unos ojos astrales”. De José Antonio Dávila (1899-1941) es el valorado poemario Vendimia (1940).
Importante resulta el prosista Nemesio R. Canales (1878-1923); éste se pronuncia con humor y sentido filosófico contra los dogmatismos y prejuicios de la época mediante sus Paliques (sección de ensayos del periódico El Día de Ponce), sus dos novelas cortas, Hacia un lejano sol y Mi voluntad se ha muerto (1921). También Miguel Meléndez Muñoz (1884-1966) es un prosista y narrador neocriollista. Se distingue por sus artículos en Retazos (1905), su novela Yuyo (1913), los ensayos de Estado social del campesino puertorriqueño (1916), Cuentos del cedro (1936) y Cuentos de la carretera Central (1941).
El Vanguardismo y la Generación del 30

Luis Palés Matos (1898-1959)
Durante la segunda década del siglo XX muchos poetas pasan por la transición de los posmodernistas que reaccionan contra el preciosismo del periodo anterior. Y ya para la década del 20 se imponen el Diepalismo, el Euforismo, el Noísmo y el Atalayismo. Son movimientos vanguardistas que modernizan la poesía y las perspectivas culturales, muy a tono con los vanguardistas españoles e hispanoamericanos. Luego surgen las ideas de los escritores de la Generación del Treinta y sus insistencias en la definición de una identidad cultural nacional e hispánica. Se destaca así Luis Palés Matos (1898-1959), un escritor del verso negrista en Puerto Rico, que en 1937 nos ofrece el impresionante poemario Tuntún de pasa y grifería. Se trata de una obra vanguardista, de gran importancia dentro de la literatura hispanoamericana, que rompe con el canon de la tradicional cultura hispánica que ignora la influencia africana. La ironía y parodia son recursos con que Tuntún celebra y a la vez se conduele (como el poeta cubano Nicolás Guillén) de la experiencia negrista en el Caribe.
Evaristo Ribera Chevremont (1896-1976) ha sido considerado uno de los mayores poetas de nuestra cultura. Fue un prolífico escritor que expuso poesías “puras”, vanguardistas y de contenido social, y una amplísima producción, de la cual se destacan: El templo de los alabastros (1919), Tierra y sombra (1930), Color (1938) Tonos y Formas (1943), Anclas de oro (1945), Verbo (1947) y Creación (1951).
La revista Indice inicia en 1929 un nuevo periodo cultural. Colaboran en ella literatos y críticos que, junto a su maestro Antonio S. Pedreira (1899-1939), crearán la llamada Generación del 30. La caída de la bolsa de valores en 1928 y la crisis del proyecto cañero implantado por los estadounidenses en Puerto Rico, sacudieron la sensibilidad de una nueva órbita de letrados. Desde los ideales de independencia nacional y de defensa de la lengua y cultura hispánicas, estos letrados van a dar un nuevo giro y despertar a la cultura puertorriqueña. Según Antonio S. Pedreira, son los escritores del ¿Qué somos? y ¿Hacia dónde vamos? los puertorriqueños, “globalmente considerados”. Seminal en esta crucial perspectiva cultural resulta el libro Insularismo (1934), de este polémico escritor que va a dominar el pensamiento cultural puertorriqueño hasta los años 70. De él son también El periodismo en Puerto Rico (1941), Hostos, ciudadano de América (1927), El año terrible del 87 (1937), entre otros.
De este periodo es, también, el ensayismo de crítica literaria y cultural de académicos como Tomás Blanco (1897-1975), con su influyente Prontuario histórico de Puerto Rico (1935), El prejuicio racial en Puerto Rico (1942) y Los cinco sentidos (1945). Destacada es la labor de críticas como: Concha Meléndez (1895-1985), Margot Arce de Vázquez (1904-1990) y María Teresa Babín (1910-1989). Se distinguen también el lingüista Rubén del Rosario (1907-1995) y el agudo crítico, José A. Balseiro (1900-1990). Carmen Alicia Cadilla (1908-1994) es una inspirada y productiva poeta. Francisco Manrique Cabrera (1908-78), poeta y crítico, escribe la primera Historia dela literatura puertorriqueña en 1956. José Ferrer Canales (1913-2005) es un ensayista, defensor del americanismo antillano y hostosiano. Enrique Laguerre (1906-2005) es el novelista más destacado de esta generación. Se inicia con la importante novela La llamarada (1935) y continúa su producción con Solar Montoya (1941), El 30 de febrero (1943), La resaca (1949), La ceiba en el tiesto (1956) , Cauce sin río (1962), El fuego y su aire (1970), Los amos benévolos (1976) entre otras. Emilio S. Belaval (1903-1972), sobresale como cuentista (además de dramaturgo), con Los cuentos de la universidad (1935), Cuentos para fomentar el turismo (1946) y Cuentos de la Plaza Fuerte (1963). “El niño morado de la Monsona Quintana” es uno de sus mejores relatos.
Filosófico se torna el teatro de los años 30 y 40 con La muerte, de Emilio S. Belaval así como El clamor de los surcos (1938) y Tiempo muerto (1940), de Manuel Méndez Ballester (1909-2002).
Del neocriollismo de los años 40 a la literatura urbana de los años 50 y 60

Francisco Arriví (1915-2007)
El sentimiento patrio y nacionalista dominará las poéticas desde los años 30 hasta los ‘60. Voces de este amplio periodo poético son Juan Antonio Corretjer (1908-1985), Francisco Manrique Cabrera (1908-1978), Clemente Soto Vélez (1905-1993), Luis Hernández Aquino (1907-1988). “Alabanza en la Torre de Ciales”, de Corretjer, es un cántico epopéyico y emblema de muchos poetas. Singular importancia adquiere el discurso de la mujer en el escenario literario y letrado puertorriqueño con Clara Lair (1908-1973) y Julia de Burgos (1914-1953). Julia de Burgos es considerada por los críticos como poeta cumbre de América, con sus Poema en veinte surcos (1938), Canción de la verdad sencilla (1939) y El mar y tú (1954). Su obra es ampliamente valorada en el mundo hispánico. “Río Grande de Loíza” uno de sus poemas más emotivamente recitados. Prolífico poeta fue el militante nacionalista, Francisco Matos Paoli(1915-2000), especialmente por sus obras Hablante del eco y Teoría del olvido (ambas de 1944), Canto a Puerto Rico (1947). Canto de la locura (1962) es un seminal poemario épico, escrito mientras estaba en prisión por su participación en los movimientos nacionalistas.
Para la década del 50, Puerto Rico comienza a ingresar en un proceso de industrialización impulsado por los sectores liberales y seguidores de Luis Muñoz Marín. Alcanza el poder una burguesía y clase media de ideología consumista y asimilista y se impone una vertiginosa dependencia económica de lEstados Unidos. Los artistas e intelectuales, no obstante, no participarán en general de esta ideología neocolonial. Más bien se unirán a los sectores de la izquierda nacionalista y antiimperial. También la Segunda Guerra Mundial y sus nefastos efectos van a crear en los escritores un sentido existencialista del devenir. La nueva dependencia del ultracapitalismo colonial los lleva a participar en luchas antiimperialistas y socialistas. Se incrementa un sentimiento de nostalgia por la pérdida de los valores criollos y los escritores se resistirán a asimilar los horizontes que augura el creciente capitalismo consumista y las nuevas expresiones de la ciudad colonial que se acrecientan para las décadas del 50 y el 60.
Abelardo Díaz Alfaro (1919-1999), René Marqués (1919-1979), José Luis González (1926-1996), Pedro Juan Soto (1928-2002), desde fines de los años 40 hasta la década del 80, van a enfrentarse a la nueva modernidad colonial. A su entender, la integridad nacional tan valorada desde el siglo XIX, sufre una gran amenaza. Con su libro Terrazo (1949), Díaz Alfaro se enfrenta con dramático sentido existencial a la amenaza de la cultura estadounidense frente a los valores isleños. Sus cuentos “El Josco” y “Los perros” han sido muy valorados incluso por la crítica extranjera. José Luis González es un narrador que mediante el cuento “En el fondo del caño hay un negrito” (en el libro En este lado, 1954) inicia la literatura urbana de la marginalidad obrera. Reconocida también, en los ámbitos de lucha social, fue la novela Los derrotados (1956) de César Andréu Iglesias (1915-1976). Amplio impacto tuvo el libro Spiks (1957) de Pedro Juan Soto, donde expone cuentos que recoge el dolido mundo de la emigración de los boricuas hacia Nueva York. Son narraciones que rompen con los estilos de la cuentística anterior. René Marqués, por su parte, fue prolífico e imponente en su labor literaria. Sus obras La carreta (1951) y Los soles truncos (1963) se perfilan como dos de los mejores dramas del siglo XX, que representan el trágico destino nacional. Similar ideología enmarca su novela La víspera del hombre (1959), los cuentos de En una ciudad llamada San Juan (1960), y su ensayo “El puertorriqueño dócil” (1960). Francisco Arriví (1915- ) se presenta también como un dramaturgo atento a la problemática de lo nacional y los problemas existenciales y universales en sus dramas María Soledad (1947), Bolero y plena(1956), Vejigantes (1958).
Para los años 60 sobresalen en la lucha anticolonial de la literatura, las novelas Usmaíl (1959) y Ardiente suelo fría estación (1961) de Pedro Juan Soto. Emilio Díaz Valcárcel (1929) nos brinda valiosas novelas como El hombre que trabajó lunes (1966), Figuraciones del mes de marzo (1972) y Harlem todos los días (1978). En estas novelas se representa al puertorriqueño como un ser atormentado por los conflictos en la moderna ciudad.
La modernidad literaria de mediados del siglo XX y la Generación del 70

Luis Rafael Sánchez (n. 1936)
Hugo Margenat (1933-1957) se perfila como uno de los poetas transformadores del verso de mediados de siglo XX. Rompe con la visión metafísica de la poética trascendentalista que dominara durante los años 40. En Lámpara apagada (1954) e Intemperie. (1955) abre el camino al arte comprometido. Lo seguirán poetas de protesta social y defensa de los valores patrios de las revistas de los años 60 como Guajana, Mester y Palestra. Un poco más adelante, en 1972, aparece la revista Ventana, la cual es más dada al experimentalismo. Destacados poetas de este nuevo periodo son Vicente Marcos Nietzsche (1942- ), Andrés Castro Ríos (1942-2006), Edwin Reyes (1944-2001), José Manuel Torres Santiago (1940- ), Marcos Rodríguez Freese (1941- ), Wenceslao Serra Deliz (1941- ), Edgardo López Ferrer (1943- ), Ramón Felipe Medina (1935- ), Marina Arzola (1938-1976), Irving Sepúlveda Pacheco (1947- ), Luis Antonio Rosario Quiles (1936- ), Víctor Fragoso (1944-1982) y Luz María Umpierre (1947- ).
Para inicios de los años 70 amplia es la ruptura que establece con el canon patriarcal y su dramático elitismo la nueva promoción de escritores de las revistas Zona de Carga y descarga, Penélope y el nuevo mundo y Reintegro. En ellas se expresan artistas que dominan el escenario literario desde los años 70 hasta hoy día. Uno de ellos es Rosario Ferré (1938- ), quien dirigió la revista Zona de carga y descarga, y publicó Papeles de Pandora (1976) y Maldito amor (1988) entre otras. Es una escritora feminista y vanguardista de prestigio internacional. También sobresale en este grupo generacional, Olga Nolla (1938-2001). Nos legó obras poéticas como Dafne en el mes de marzo (1989) y las novelas: La segunda hija (1994) y El castillo de la memoria (1996).
Amplio prestigio nacional e internacional posee Luis RafaelCordero, Rafael: Nace en San Juan en 1790, en 1848 según Cayetano Coll y Toste solicita permiso para abrir una escuela para negros y mulatos en San Germán. No se muda y se queda dando clases en su casa de la calle Luna en el Viejo San Juan. Daba las clases gratuitamente y para generar ingresos trabajaba como zapatero y ligando cigarros. Enseñaba a leer, catequesis (doctrina católica), gramática, historia, caligrafía, geografía y aritmética. De sus alumnos mas destacados se encuentran José Julián Acosta, Alejandro Tapia y Rivera, Román Baldorioty de Castro y Manuel Elzaburu, fundador del Ateneo Puertorriqueño. Muere en 1868. Sánchez (1936- ). Para la década del 60 crea nuevas formas de narrar mediante los cuentos de En cuerpo camisa (1966). En 1968 publicó el aclamado drama La pasión según Antigona Pérez. En 1976 lanza La guaracha del Macho Camacho, una impresionante novela postboom, y para fines de los años ochenta publica el drama Quíntuples (1887) y la novela-ensayo La importancia de llamarse Daniel Santos (1988). Es autor del muy discutido ensayo-cuento, “La guagua aérea”.
Entre los setentistas también se destaca Manuel Ramos Otero (1948-1990). Sorprende a la cultura de su tiempo con la literatura homosexual y contestataria, se destacan sus obras: Concierto de metal para un recuerdo (1971), La novelabingo (1976), Invitación al polvo (1994) y Página en blanco y staccato (1987). Iván Silén (1944- ) es un poeta colaborador de la revista Mester y de él son Después del suicidio (1970), El pájaro loco (1971), Los poemas de Filí-Melé (1976). José Luis Vega (1948- ) es voz innovadora en Signos vitales (1974) y La naranja entera (1983). Aporta a la cultura letrada la antología de cuentos titulada Reunión de espejos (1983). Angela María Dávila (1944-2004) es una importante poeta que en 1977 publica Animal fiero y tierno. Joserramón Meléndez (1952- ) ofrece un discurso poético muy original con Desimos désimas (1972-76) y se perfila luego como líder de los más jóvenes poetas. De Carmelo Rodríguez Torres (1941- ) es la compleja novela, Veinte siglos después del homicidio (1971). Carmen Lugo Filippi (1940- ) y Ana Lydia Vega (1946- ) publican Vírgenes y mártires (1981). Más adelante Ana Lydia Vega publica Encancaranublado (1982) y Falsas crónicas del sur (1991). Es una de las mejores prosistas de su grupo generacional.
Destacadas voces líricas de los años 70 son Etnairis Rivera (1949- ), Vanessa Droz (1952- ) Luz Ivonne Ochart (1949- ), Aurea María Sotomayor (1951- ), Nemir Matos Cintrón (1949- ) Lilliana Ramos Collado (1954- ). Todas contribuyen a crear un amplio y complejo universo lírico de perspectivas poéticas muy heterogéneas y definidoras de la nueva poesía puertorriqueña y feminista. A partir de esa década se destacan también las voces líricas de Salvador Villanueva (1947- ), Jorge A. Morales (1948- ), Jan Martínez (1954- ), Marcos Reyes Dávila (1952- ), Félix Córdova (1944), Edgardo Nieves Mieles (1957- ) y Rafael Acevedo (1959- ). Son una generación que cultiva el verso desde lo más sublime hasta lo más cotidiano y desarticulador.
Varios ensayistas académicos de los 70 proponen perspectivas seguidoras del socialismo marxista y el populismo, en oposición a la mentalidad elitista del canon seguidor de Pedreira. Sobresalen analistas como Juan Flores, con Insularismo e ideología burguesa (1979), Angel Quintero y su ensayo Conflictos de clase y política en Puerto Rico (1986), José Luis González mediante El país de cuatro pisos (1980) y Arcadio Díaz Quiñones con La memoria rota (1993) y El arte de bregar (2000).
Para mediados de la década del 70, Edgardo Rodríguez Juliá (1946- ) nos ofrece ensayos-memorias, como Las tribulaciones de Jonás, (1976), El entierro de Cortijo (1981) y Una noche con Iris Chacón (1986). De él también son las innovadoras novelas, La renuncia del héroe Baltazar (1974), La noche oscura del niño Avilés (1984) y Sol de medianoche (2000). Magali García Ramis (1946- ) escribe la impactante novela: Felices días, tío Sergio (1986). Marta Aponte Alsina nos brinda singulares narraciones en La casa de la loca (2001). Mayra Montero(1952- ) y Edgardo Sanabria Santaliz (1951- ) se revelan como diestros narradores y ensayistas.
Valioso es el enciclopédico libro Literatura puertorriqueña. Su proceso en el tiempo (1983) de Josefina Rivera de Alvarez. Efraín Barradas (1947- ) ha sido un destacado crítico y reseñista. De él es la antología Héroes y mitificadores: nuestra poesía puertorriqueña en los Estados Unidos (1980) y Apalabramiento (1983). Edgar Martínez Masdeu es el editor de varios ensayos críticos presentados en 22 conferencias de literatura puertorriqueña (1994).
Nuevos rumbos culturales en los umbrales del milenio

Mayra Santos Febres (n. 1966)
Muchos de los creadores y ensayistas de la promoción de los años 70 se encuentran en la actualidad bajo severa crítica de pensadores posmodernos como Juan Duchesne, Carlos Pabón, Ramón Grosfoguer y Arturo Torrecilla. Para los años 90 las revistas Bordes, Nómada y Postada han sido principales medios expresivos de estos nuevos analistas culturales. Sus interpretaciones de la historia nacional han tenido gran impacto en el debate cultural.
Algunos de los libros que apuntan a una nueva órbita de críticos de la cultura postestructuralista y posmoderna son Literatura y paternalismo en Puerto Rico (1993) de Juan G. Gelpí, La raza cómica (2002) de Rubén Ríos Avila, Ciudadano insano (2001) de Juan Duchesne y Nación postmortem (2002) de Carlos Pabón. De interés son los ensayos del marxista Rafael Bernabe, en los cuales reacciona a los posmodernos: Manual para organizar velorios (2003) y La maldición de Pedreira (2004). En el campo creativo, Mayra Santos Febres (1966) ofrece una transición generacional con sus innovadoras poesías, con los cuentos de Pez de vidrio (1995) y la novela Sirena Selena vestida de Pena (2000). Angel Lozada, Rafael Acevedo y Eliseo Colón exponen nuevas representaciones de la sociedad contemporánea por medio de sus novelas La patografía (1996), Exquisito Cadáver (2002) y Archivo Catalina. Memorias On Line (2000), respectivamente.
A pesar de la crisis cultural de fines del siglo XX y principios del siglo XXI, varios escritores continúan ampliando la gestión dramática en el país. Entre ellos están José Luis Ramos Escobar (1950- ) El olor del popcorn (1996), Roberto Ramos Perea (1959- ) Mala Sangre (1987), Abniel Marat (1958- ) Dos lirios Cala (1997) y Teresa Marichal (1956- ) Paseo del atardecer (1985).
Varias antologías, propias de la posmodernidad de finales del siglo XX y principios del XXI recogen mucho de la producción literaria actual. Reconocidos son los dos volúmenes de Los nuevos caníbales (2000 y 2003), que publica la editorial Isla Negra. De importancia resultan igualmente Malhablar, Antología de nueva literatura puertorriqueña (1997), editada y prologada por Mayra Santos; El límite volcado (2000), cuyos editores son Alberto Martínez Vázquez y Mario R. Cancel; El rostro y la máscara (1995), editada y prologada por José Angel Rosado. Mercedes López Baralt es la compiladora de poesía y prosa del siglo pasado en Antología de literatura puertorriqueña del siglo XX (2004).
Autor: Dr. Luis Felipe Díaz
Publicado: 15 de septiembre de 2014.