Ejemplo de los desfiles de los puertorriqueños migrantes a Nueva York. Foto Centro de Estudios Puertorriqueños, CUNY, Hunter College.
La escritura de los pioneros
Durante la primera mitad del siglo XX, la producción literaria de la población puertorriqueña en Estados Unidos, la cual residía principalmente en la ciudad de Nueva York durante esas décadas, fue bastante limitada. La escasez de obras literarias publicadas no es sorprendente, si se toma en cuenta que en 1910 la población puertorriqueña en la nación estadounidense era poco menos de 2,000 personas. Sin embargo, fue durante esa década que la migración puertorriqueña en la urbe neoyorquina marcó el inicio de una nueva etapa de crecimiento continuo, en particular después de 1917, fecha en que el Congreso otorgó la ciudadanía estadounidense a los residentes de Puerto Rico y a sus descendientes. Ya para el censo de 1920, esta población había alcanzado cerca de 12,000 personas y aumentó nuevamente de manera considerable a 53,000 en 1930; una cifra más de cuatro veces mayor que en la década anterior. Este fue el preámbulo del aumento masivo de la migración al concluir la Segunda Guerra Mundial en 1945 y durante las dos décadas subsiguientes, que se conoce como la Gran Migración. Desde entonces, la migración de la Isla a Estados Unidos ha seguido un patrón de continuo y notable crecimiento. En el 2003, la población puertorriqueña de la diáspora finalmente sobrepasó a la de Puerto Rico. De acuerdo con el censo de 2020, la población isleña disminuyó a 3.3 millones y la de los puertorriqueños en Estados Unidos aumentó a 5.8 millones.
El aumento en la migración de la Isla, fue la fuente principal del crecimiento poblacional puertorriqueño en 1920 y en décadas posteriores. Ese periodo, en particular, ilustra la transición de una colonia puertorriqueña en la ciudad de Nueva York relativamente pequeña, a una comunidad más grande, envuelta de lleno en el desarrollo de sus propias redes sociales, culturales, económicas y políticas, y estableciendo sus propias instituciones, organizaciones, y pequeños negocios. Durante estas décadas iniciales, periódicos y revistas comunitarios y programas radiales en español trataban de promover las culturas, los lazos comunitarios, y posibles alianzas entre los diversos grupos hispanos orientadas hacia el desarrollo y bienestar de sus respectivas comunidades en la ciudad de Nueva York. En esos años los puertorriqueños eran el grupo de mayor población entre los hispanos, seguidos de los españoles y cubanos, aunque desde el siglo XIX, la gran urbe había recibido inmigrantes o visitantes de todas las nacionalidades de habla española, especialmente desde que estallaron las guerras de independencia de las diversas colonias españolas en las Américas (1808 al 1825), excepto en Cuba y Puerto Rico.
A partir de la década de 1860 hasta el comienzo de la Guerra Hispanoamericana (o Hispano-cubana-americana) en 1898, aquellos que abogaban por la independencia de las dos islas, colonias restantes del imperio español en el hemisferio americano, fueron forzados al exilio y se refugiaron en Nueva York, y en otras ciudades de Estados Unidos y de otros países. A los desterrados procedentes de Puerto Rico durante esos años se les conoce como “los peregrinos de la libertad” (Ojeda Reyes 1998). Muchos de ellos se unieron a las actividades de organizaciones separatistas en la urbe neoyorquina. La primera ronda de separatistas puertorriqueños que arribó a esa ciudad en la década de 1860 incluyó, entre otros, dos médicos, el mayagüezano José Francisco Basora y el caborrojeño Ramón Emeterio Betances, además del hacendado hormiguereño, Segundo Ruiz Belvis. En Nueva York, Basora fue uno de los fundadores de la Sociedad Republicana de Cuba y Puerto Rico en 1865 y editor del periódico separatista “La voz de América” (1865-1867). Poco después de la llegada de Betances y Ruiz Belvis a Nueva York en 1867, los tres, junto a otros patriotas puertorriqueños separatistas, fundaron el Comité Revolucionario de Puerto Rico. Durante su corta estadía en la ciudad, Betances y sus correligionarios emitieron una proclama para que los cubanos y puertorriqueños trabajaran en concierto por la libertad de las islas y la unidad antillana, y empezaron a recopilar fondos y solicitar el apoyo para enviar un cargamento de armas y suministros a los separatistas que planificaban una revolución. La misma originalmente estaba propuesta para el 29 de septiembre en Camuy, pero tuvo que ser adelantada para el 23 de septiembre de 1868, y despegó en Lares. El Grito de Lares fue tronchado por las tropas españolas al día siguiente, mientras que el Grito de Yara en Cuba del 10 de octubre, marcó el inicio de una lucha armada independentista conocida como la Guerra de los Diez Años (1868 a 1878).
En el otoño de 1869, el mayagüezano Eugenio María de Hostos se trasladó de Madrid, donde estudiaba a Nueva York, para unirse al movimiento separatista. Durante su estadía, Hostos publicó varios artículos en el periódico “Revolución”, fundado en 1870. En estos escritos el patriota denunció el colonialismo español, defendió sus ideas revolucionarias, apoyó el ideal de una confederación antillana y, a su vez, expresó su rotundo rechazo a la posible anexión de las islas a Estados Unidos.
Una segunda ronda de peregrinos de la libertad a la urbe neoyorquina durante las dos décadas siguientes, incluyó a obreros de la clase artesanal de tabaqueros y tipógrafos, además de periodistas y hombres y mujeres de letras, quienes también se unieron al movimiento separatista y publicaron ensayos y poemas en los periódicos en español de esa época. Entre 1889 y los primeros años de la década de 1890, los tipógrafos, periodistas, y escritores, Sotero Figueroa (1851-1923) y Francisco Gonzalo (Pachín) Marín (1863-1897) también se trasladaron a Nueva York. Figueroa colaboró con el líder cubano, José Martí, en la publicación del periódico “Patria”, fundado en 1892 y publicado en el taller de imprenta que Figueroa había establecido en 1889, poco después de su llegada a la ciudad. Figueroa también escribió algunos de los editoriales de “Patria”, además de una serie de artículos sobre la lucha de los puertorriqueños por su libertad. Pachín Marín, quien también era poeta, publicó por un tiempo “El postillón” en Nueva York, periódico que había iniciado en Puerto Rico, y que fue censurado por el régimen colonial español. Durante el poco tiempo que vivió en Nueva York, se publicaron algunos de sus poemas revolucionarios y artículos en “Patria” y “El postillón”, además del ensayo “Nueva York por dentro: una faz de su vida bohemia” en “La Gaceta del Pueblo” en 1892. Este ensayo fue rescatado del olvido cerca de un siglo después.
La poeta Lola Rodríguez de Tió (1843-1924) y su esposo, el periodista Bonocio Tió, se vieron obligados a abandonar la Isla dos veces, desde 1877 a 1880, y luego en 1887. En su segundo exilio, el matrimonio se estableció en Cuba. Se trasladaron a Nueva York por un tiempo en 1892 y colaboraron con el movimiento independentista, antes de su retorno a Cuba ese mismo año. En 1895 fueron forzados por las autoridades españolas a salir de Cuba y se establecieron nuevamente en la urbe neoyorquina, donde continuaron apoyando la lucha por la libertad de las islas. Rodríguez de Tió publicó varios de sus poemas revolucionarios en “Patria”. Sus versos emblemáticos “Cuba y Puerto Rico son/De un pájaro las dos alas”/Reciben flores y balas/Sobre el mismo corazón” de su poema “A Cuba”, fueron acogidos por aquellos que promovían la libertad y hermandad de las dos Antillas. La poeta fue también parte del liderazgo y las actividades de los clubes de mujeres que ayudaban a recopilar fondos para enviar suministros al ejército rebelde en Cuba. Menos de un año después de la invasión estadounidense de Cuba y Puerto Rico, la poeta y su esposo regresaron a Cuba en 1899, país donde pasarían el resto de sus días.

Arturo Alfonso Schomburg. https://www.pinterest.com/pin/406590672583442158/
Otro puertorriqueño que emigró a Nueva York en 1891 fue Arturo Alfonso Schomburg (1874-1938). El joven Schomburg trabajaba en un taller tipográfico de San Juan y tenía amigos en los círculos artesanales de la Isla que lo conectaron con los artesanos puertorriqueños de la gran urbe. Uno de ellos fue el tabaquero independentista Flor Baerga, quien ya llevaba varias décadas viviendo en Nueva York. Éste estimuló a Schomburg a que se uniera a las actividades y organizaciones separatistas, entre ellas, el Club Dos Antillas, del que sería secretario por cuatro años. Al concluir la guerra en 1898 y, por consiguiente, las actividades separatistas en Nueva York, Schomburg dedicó el resto de su vida a coleccionar y estudiar libros, documentos, y artefactos de las culturas africanas y afrodescendientes en las Américas y otras partes del mundo. En 1925, su colección fue adquirida por la Biblioteca Pública de la Ciudad de Nueva York, la cual luego estableció el Schomburg Center for Research on Black Culture. Schomburg publicó varios artículos en revistas que dieron a conocer las contribuciones culturales de escritores y artistas afrodescendientes de diversos países y promovieron el estudio y las investigaciones académicas sobre estas culturas.
En este entorno, tanto los hombres como las mujeres puertorriqueñas que se dedicaron a la escritura en esa época publicaban sus relatos, poemas, ensayos, cuentos, capítulos de novelas, artículos, crónicas, o columnas en las revistas y periódicos en español, los cuales por lo general tenían una circulación bastante limitada. En general, en esos años y hasta la segunda mitad del siglo XX, las casas editoriales estadounidenses conocidas no mostraron mucho interés en la literatura de autores de origen puertorriqueño ni hispano en general, ya fuese escrita en español o en inglés, pues opinaban que no había un mercado amplio y lucrativo de lectores interesados en sus escritos. Esta era una explicación bastante común para justificar el poco interés que estas editoriales tenían en publicar literatura de autores de otras etnias y razas. En gran medida, la presencia de los puertorriqueños en la sociedad estadounidense y su producción literaria también fueron ignoradas por sus compatriotas isleños. El público lector de publicaciones literarias en español provenía en gran parte del sector profesional, una población de altos niveles educativos, y fue más reducido entre los migrantes de clase obrera, quienes en su mayoría llegaron a Nueva York durante el periodo de la Gran Migración de mediados del siglo XX. Algunas de las organizaciones obreras de artesanos también publicaban pequeños periódicos o boletines.
Aunque la migración puertorriqueña continuó su crecimiento a lo largo del siglo XX y durante el curso del nuevo milenio, ya para esta época varias generaciones de puertorriqueños habían nacido o sido criados en Estados Unidos. La mayoría hablaban inglés como primer idioma y sus destrezas en español y su relación con la Isla eran más limitadas. Hasta la década de 1970, el sistema educativo y la sociedad estadounidense en general, promovían abiertamente la asimilación cultural y lingüística de los grupos etnoraciales al llamado “melting pot” (crisol cultural) de la sociedad estadounidense de raza blanca anglosajona y menospreciaban o deseaban suprimir las culturas e idiomas de los inmigrantes de otras razas; posturas todavía propagadas por algunos sectores de la población.
Las nuevas generaciones de escritores de la diáspora (1970 al 2020)
El desarrollo literario y la fundación de grupos e instituciones culturales puertorriqueñas inició una etapa de crecimiento durante la década de 1950 y se aceleró en las décadas posteriores. No fue hasta la década de 1970, cuando surgieron programas y departamentos de estudios puertorriqueños en universidades afiliadas a los sistemas universitarios de la ciudad de Nueva York (City University of New York; CUNY) y el estado de Nueva York (State University of New York; SUNY), y a la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, que la literatura y las artes plásticas de autores y artistas de la diáspora, empezaron a ser reconocidas por la crítica y los estudiosos académicos, y a ser incorporadas a los currículos de las escuelas y universidades. La fundación del Centro de Estudios Puertorriqueños en 1973, afiliado a Hunter College, CUNY, inició y fomentó el proceso de desenterrar, rescatar, y divulgar los legados históricos, literarios, y artísticos de las comunidades boricuas en Nueva York y otras ciudades, además de crear una biblioteca y adquirir numerosas colecciones designadas que hoy día forman parte de los Archivos de la Migración Puertorriqueña.
Entre los varios ciclos contemporáneos de su evolución, la literatura de la diáspora ilustra diferentes tendencias. Según se ha indicado, no fue hasta la década de 1970 que la influencia de las luchas de derechos civiles y las nuevas leyes aprobadas por el Congreso estadounidense en 1964 dirigidas a proteger los derechos de los entonces llamados grupos minoritarios, contribuyó a una mayor concientización sobre temas relacionados a la reivindicación social y al florecimiento de un movimiento cultural de revitalización étnica y racial que se reflejó de lleno en las expresiones literarias y artísticas de estos sectores de la población.
El “Recovering the U.S. Hispanic Literary Heritage Project” (Proyecto de Recuperación de la Herencia Literaria Hispana, conocido también como el Recovery Project), fue iniciado en 1990 por el prominente investigador y editor puertorriqueño, Nicolás Kanellos. Kanellos ocupa la Catédra Brown Foundation en la Universidad de Houston, Texas y fue director fundador de Arte Público Press en 1979, y cofundador y editor de la “Revista Chicano-Riqueña” (1972-1999). Estas iniciativas contribuyeron grandemente al rescate de la literatura de autores hispanos, ignorada por muchos años, y la reimpresión de obras agotadas o hasta entonces inaccesibles, escritas en español o en inglés. Algunas obras fueron publicadas durante la época colonial española que comenzó en el siglo XVI en los territorios de América del Norte que luego pasaron a ser parte de Estados Unidos. El Recovery Project incluyó además, literatura publicada en los siglos XIX y XX.
Por otro lado, Arte Público Press concentró sus esfuerzos en promover la publicación de las primeras obras literarias de autores puertorriqueños, chicanos, y cubanos, que nacieron o se criaron en Estados Unidos y escribían mayormente en inglés. Estos fueron seguidos, algunos años después, por escritores de otras nacionalidades. El desarrollo de una literatura escrita principalmente en inglés se aceleró durante las décadas de 1980 y 1990 y, desde entonces, ha seguido una trayectoria de crecimiento. Desde su fundación hasta el presente, Arte Público ha continuado promoviendo la publicación de obras literarias de nuevas generaciones de escritores hispanos. Por lo tanto, la literatura de la diáspora puertorriqueña es también parte integral de la literatura latino estadounidense y la que convencionalmente se conoce como literatura americana.
Los autores cuyas obras iniciales fueron publicadas por Arte Público Press y otras editoriales, empezaron a revelar sus historias y experiencias individuales y las de sus respectivas comunidades, junto a los desafíos, dificultades, y prejuicios que enfrentan las poblaciones de otras razas y etnias en una sociedad que favorece la supremacía de la raza blanca, angloparlante, de cultura anglosajona. Un gran número de estos escritores publicaron obras importantes premiadas o reconocidas por la crítica y acogidas por el público lector, lo que despertó mayor interés de parte de las casas editoriales de mayor renombre en publicar algunas de sus obras. Otro factor importante que contribuyó al creciente interés por esta nueva literatura, fue el aumento acelerado de la población hispana entre la década de 1970 y la del 2000. En el 2004, esta población rondaba los 41 millones y finalmente sobrepasó a la población afroamericana. En el censo del 2020 los latinos aumentaron a alrededor de 61 millones y se estima que para el 2050 esa cifra alcanzará los 106 millones, aproximadamente el 25% de la población total de Estados Unidos.
A partir de la década de 1990 el término latino empezó a popularizarse para identificar a los hispanos. El gentilicio fue usado oficialmente por la oficina del censo en el 2000, la cual desde entonces usa la categoría Hispanic/Latino para identificar colectivamente a este sector. El crecimiento de esta población durante esas décadas fue propulsado por un patrón de altos niveles de inmigración a Estados Unidos de personas jóvenes de diferentes naciones latinoamericanas y de migración puertorriqueña. La migración de la Isla tuvo un notable crecimiento durante la década de1980 y continuó su aumento acelerado en 1990, y durante las dos primeras décadas del nuevo milenio.
Los esfuerzos conjuntos de estudiosos, activistas, y residentes de las diversas comunidades puertorriqueñas, también facilitaron el rescate y reconstrucción del legado histórico y cultural de la diáspora, que antecede a la Gran Migración de mediados del siglo XX.
Los escritos recobrados de los migrantes pioneros
Como resultado de la empresa intelectual colectiva ya mencionada, se empezaron a publicar algunas de las obras olvidadas o desconocidas que documentan las experiencias y labores de las primeras olas de “migrantes pioneros” que se establecieron en Nueva York y otras ciudades desde las últimas del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. La tarea de desenterrar, contextualizar, editar, y publicar el legado literario de este periodo empezó a manifestarse en valiosas publicaciones durante las décadas siguientes. Algunas de las obras más importantes de los últimos cincuenta años, fueron el libro publicado bajo el titulo de “Memorias de Bernardo Vega: Contribución a la historia de la comunidad puertorriqueña en Nueva York” (1977; edición en inglés 1983), editado por el escritor y periodista puertorriqueño, César Andreu Iglesias, un buen amigo del autor del manuscrito original todavía inédito, el tabaquero de Cayey, Bernardo Vega (1885-1965). Vega llegó a Nueva York en 1916 y vivió en la ciudad por casi tres décadas, antes de regresar a Puerto Rico a mediados de la década de 1940.
Dos compueblanos de Vega, los hermanos Joaquín Colón (1896-1864) y Jesús Colón (1901-1974), también se embarcaron a Nueva York en 1917 y 1918, respectivamente, y participaron activamente en la fundación de varias organizaciones comunitarias de carácter cultural, cívico, social, y político. Ambos dejaron un abundante legado de artículos periodísticos y crónicas que en el presente ofrecen un amplio panorama de las vidas, experiencias, y labores de los migrantes pioneros de la Isla. El legado de Jesús Colón incluye a su libro de relatos, “A Puerto Rican in New York and Other Sketches” (1961; reimpreso en 1982), la colección de ensayos y crónicas de su manuscrito inédito “The Way it Was and Other Writings” (1993), editada por Edna Acosta-Belén y Virginia Sánchez Korrol; y la antología de sus columnas periodísticas “Lo que el pueblo me dice” (2001), editada por Edwin Karli Padilla Aponte. Este volumen contiene escritos publicados en los periódicos hispanos de Nueva York, “Gráfico” (del 1927 al 1928), “Pueblos hispanos” (del 1943 al 1944), y “Liberación” (en 1946), entre otros. Numerosos ensayos periodísticos y relatos de Jesús Colón todavía permanencen dispersos en otras publicaciones comunitarias. La obra de Joaquín Colón, “Pioneros de Nueva York, 1917-1947” (2001), junto a la de su hermano, han sido de suma importancia para entender la historia social, cultural, y política de los puertorriqueños en la urbe neoyorquina. Jesús Colón fue el único de los escritores de esa época que publicó una gran cantidad de crónicas y artículos periodísticos en inglés. La mayoría de estas obras y varias otras de escritores no mencionados, fueron rescatadas de diversos periódicos y revistas en español y, en algunos casos, en inglés, y recopilados en antologías, además de algunas obras agotadas que fueron reimpresas. Numerosos artículos de estos autores se pueden encontrar en las micropelículas de publicaciones periódicas de su época.

Cartel del Centro de Estudios Puertorriqueños en honor a Jesús Colón.
Durante los años de la Gran Migración varios conocidos escritores isleños residieron en Nueva York; algunos vinieron a estudiar a universidades neoyorquinas y otros se refugiaron en esta ciudad por razones políticas, o por ser fichados por las autoridades de la Isla por sus afiliaciones nacionalistas o independentistas, o por ser miembros de organizaciones socialistas o comunistas. Durante esos años, varios escritores de la Isla que vivieron en Nueva York publicaron obras en español sobre las vidas de los migrantes boricuas. Entre los autores más conocidos se encuentran José Luis González (1926-1996), René Marqués (1919-1979), Pedro Juan Soto (1928-2002), y Emilio Díaz Valcárcel, escritores de la llamada generación de 1950 en Puerto Rico. González publicó la novela corta “Paisa” (1950), así como algunos cuentos como “En Nueva York” (1948) y “El pasaje” (1953) y otros relatos que luego fueron recogidos en su libro “En Nueva York y otras desgracias” (1973). Algunos de los cuentos del autor comparten desenlaces que acentúan la desesperación y las trágicas circunstancias que rodean a los migrantes necesitados. La obra dramática “La carreta” (1955) de Marqués concluye también de manera trágica, con la muerte de uno de los personajes principales y la decisión de la familia de regresar al terruño isleño que abandonaron cuando decidieron emigrar a Nueva York. El libro de cuentos “Spiks” (1956) y la novela “Ardiente fuego, fría estación” (1961) de Soto, introdujeron a los lectores isleños a las vidas enajenadas de los puertorriqueños en Nueva York, tratando de sobrevivir en un ambiente permeado de prejuicios raciales y étnicos, cuestionando su identidad, y enfrentando las condiciones de pobreza que abatían a la población puertorriqueña durante esa época.
En general, estos autores comparten una visión más distanciada de la comunidad boricua neoyorquina, como escritores isleños cuya estadía en la ciudad fue pasajera. Por lo tanto, a veces destacaban los aspectos trágicos de las vidas de los migrantes, o en algunos casos, le reprochan el haber abandonado su tierra, sus valores culturales y su idioma. La obra dramática, “La carreta”, por ejemplo, inspiró a Tato Laviera, uno de los poetas nuyorriqueños más destacados, a adoptar el título “La Carreta Made a U-Turn” (1979) para uno de sus poemarios. De esta manera el autor quiso indicar que para aquellas generaciones de boricuas nacidos o criados en Estados Unidos, la alternativa de regresar a la Isla no era viable, pues sus vidas ya estaban enraizadas en Nueva York o en otras ciudades y, en la mayoría de los casos, aunque tuviesen algún manejo del español, su idioma principal era el inglés, además de haber experimentado diferentes grados de aculturación a la sociedad estadounidense.
La literatura de la diáspora escrita en inglés: Los poetas nuyorriqueños
Según se ha indicado, antes de la década de 1970 la mayor parte de la literatura redactada por aquellos puertorriqueños que migraron a Estados Unidos fue escrita principalmente en español, con algunas excepciones. Por ejemplo, la poeta Julia de Burgos (1914-1953), quien vivió en Nueva York durante la década de 1940 hasta su muerte en 1953, escribió un par de sus últimos poemas en inglés. El periodista y activista comunitario, Jesús Colón, quien se trasladó a Nueva York en 1917 y vivió en la ciudad hasta su fallecimiento en 1974, publicó numerosos artículos periodísticos y crónicas en inglés y en español, que no se dieron a conocer hasta las décadas de 1980 y 1990. Sin duda, la ciudad de Nueva York fue por mucho tiempo el centro principal de población puertorriqueña y del desarrollo literario y artístico de la diáspora. La producción literaria fue inicialmente impulsada por el movimiento poético nuyorriqueño (Nuyorican), neologismo popularizado en la década de 1970 para referirse a las generaciones de puertorriqueños nacidos o criados en Nueva York. Durante esos años también surgieron varios poetas boricuas en Chicago que publicaron en nuevas revistas, tales como “The Rican”, la “Revista Chicano-Riqueña” y “Bilingual Review”. Desde entonces otras comunidades han creado sus propios denominativos para identificarse por su ciudad o estado de origen o residencia (por ejemplo, Chicagoricans, Orlandoricans). El término diasporriqueño (Diasporican) es ahora utilizado con mayor frecuencia para describir colectivamente a la población puertorriqueña de la diáspora en Estados Unidos.

Revista The Rican
La literatura producida por los autores fundadores y asociados con el movimiento poético nuyorriqueño, se caracteriza por su tendencia a concentrarse en las diversas experiencias de la población boricua y sus luchas contra el racismo, la segregación, la pobreza, y el trato desigual que han recibido en la sociedad estadounidense. Los autores han resaltado, además, cuestiones de identidad cultural; tratando de definir las tensiones y negociaciones entre la cultura puertorriqueña y el español, y una sociedad dominante que promueve la asimilación a la cultura blanca anglo-estadounidense y el uso del idioma inglés. Algunos de estos escritores han sido navegantes culturales que se desplazan entre el mundo de la Isla y el de las comunidades de la diáspora; otros celebran su hibridez cultural y lingüística, y sus diferencias con las culturas de la Isla y la estadounidense.
En parte, la poesía nuyorriqueña también reflejó las vidas de adolescentes y jóvenes adultos — en su mayoría varones — creciendo en las “calles bravas” de los barrios. Fue inicialmente descrita como “outlaw poetry” (poesía proscrita), enraizada en la experiencia de las calles. En términos estilísticos este grupo de poetas a menudo recurrió al lenguaje coloquial de los barrios, caracterizado por la mezcla del inglés y el español (Spanglish), la práctica de alternar los códigos lingüísticos entre ambos idiomas (code switching), y el uso de la jerga y a veces el lenguaje soez del ambiente callejero para destacar parte de las duras experiencias y realidades de las comunidades marginadas. Como movimiento poético, estos autores también popularizaron el “performance poetry”—poesía representada o interpretada ̶ en el escenario, a menudo acompañada de música y escenografía, dirigida a incitar, cautivar, y concientizar a sus audiencias en vivo y a los lectores de sus obras publicadas.

Nuyoricans Poets Cafe https://www.pinterest.com/pin/436919601322255382/
Los poetas fundadores de este movimiento, el cual surgió de las tertulias literarias en el apartamento en el Bajo Manhattan (Lower East Side) del poeta y catedrático de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey, Miguel Algarín, establecieron el Nuyorican Poets Cafe en 1973. Hoy día, esta reconocida institución todavía prevalece en la ciudad de Nueva York. Los poetas de este movimiento se dieron también a conocer en los círculos literarios después de la publicación de la antología, “Nuyorican Poetry: An Anthology of Puerto Rican Words and Feelings” (1975), editada por Miguel Algarín y Miguel Piñero, y cuando empezaron a publicar sus respectivas colecciones poéticas. En “Nuyorican Poetry” se incluyeron algunos de los poetas más reconocidos y prolíficos de las décadas posteriores. Además de Algarín y Piñero, la antología incluye poemas de Pedro Pietri, Sandra María Esteves, José Ángel Figueroa, y Jesús “Papoleto” Meléndez, entre otros. Algunas de las obras individuales de estos poetas fueron publicadas por reconocidas casas editoriales estadounidenses; otras por Arte Público Press, Bilingual Review Press, o editoriales independientes enfocadas en las artes. Dos poetas nuyorriqueños que también se destacaron durante este periodo fueron Víctor Hernández Cruz y Tato Laviera. Varias de las obras iniciales de Hernández Cruz fueron publicadas por casas editoriales estadounidenses, mientras que la obra poética de Laviera fue publicada mayormente por Arte Público Press.
Entre otros talentosos poetas de esta época que residían en estados y ciudades fuera de Nueva York, se encuentran Martín Espada, Magdalena Gómez, Aurora Levins Morales, Judith Ortiz Cofer y Luz María Umpierre-Herrera. Los escritos de las poetas mencionadas se distinguen por sus perspectivas feministas y el enfoque en diversas experiencias de las mujeres y las condiciones opresivas que le rodean. En el caso de Umpierre-Herrera su poemario “The Margarita Poems” (1987) fue una de las obras precursoras de la literatura LGBTQ de autoras latinounidenses. Este conjunto de poetas mencionados, también destaca temas relacionados a lo que significa ser puertorriqueño/a en la sociedad estadounidense y a la reivindicación social y racial de los sectores oprimidos, y ofrecen perspectivas anticoloniales y emancipadoras.
Selecciones de poemas publicados por la mayor parte de estos autores han sido incluídas en numerosas antologías de literatura latino estadounidense. Dos de las más conocidas son “Herencia: The Anthology of Hispanic Literature of the United States” (2003) y el “Norton Anthology of Latino Literature” (2010), entre varias otras, incluyendo además, varias antologías de literatura americana.
El periodo post-Nuyorican
Nuevas generaciones de poetas puertorriqueños de Nueva York, se han dado a conocer en la década de 1990 y en décadas posteriores. El poeta y crítico literario Urayoán Noel, se refiere a estos años de producción poética como la etapa post-Nuyorican. Varios de estos poetas también han sido asociados con el Nuyorican Poets Café o participaron en sus populares competencias de “spoken word” or “slam poetry” (descargas poéticas) que a menudo contribuían a propulsar o desalentar las carreras artísticas de sus autores-intérpretes. En general, es un estilo de poesía para ser interpretada a sus audiencias de manera oral, sin necesariamente seguir las estructuras o convenciones poéticas tradicionales. En este sentido, a menudo se le caracteriza como “free-form poetry” (poesía de verso libre), conectada al género de “performance poetry”. Poetas tales como Willie Perdomo, María Teresa (Mariposa) Fernández, y Urayoán Noel, entre otros, se han destacado en este renglón. Un número de poetas de las más recientes generaciones trascienden el enfoque nuyocéntrico de la poesía nuyorriqueña, y se han distinguido por la experimentación lingüística y escénica, como es el caso de Edwin Torres, autor de los poemarios “Fractured Humorous” (1999), “Ameriscopia” (2014) y varias otras obras. Por otro lado, la poeta Aracelis Girmay, ha sido reconocida en los círculos poéticos estadounidenses y merece mayor atención de los estudiosos de la literatura latina estadounidense y la puertorriqueña. Girmay nació y se crió en el sur de California y la poeta ha señalado la importancia que tiene su descendencia eritrea, puertorriqueña y afroamericana en su escritura. En general, su obra poética ha tratado de destacar las experiencias diaspóricas africanas y las identidades racializadas en la sociedad estadounidense. Su colección de poemas “Kingdom Animalia” (2011) fue finalista del American Book Award y otra obra más reciente, “The Black Maria” (2016), recibió el Whiting Award for Poetry.
En Chicago, Café Teatro Batey Urbano, fundado en 2005, ha sido un centro importante para los practicantes y fanáticos del “performance poetry” de esa ciudad. Desde la década de 1970, el movimiento de poesía nuyorriqueña dominó la atención de los críticos y el público lector y, en general, se le ha prestado menos atención a escritores basados en otras ciudades y estados. Uno de los poetas y dramaturgos boricuas de Chicago, cuya obra no ha recibido debido reconocimiento, fue Rane Arroyo (1954-2010). Este escritor gay es también un ejemplo del poco interés que los estudiosos le han prestado a la literatura LGBTQ de autores boricuas. La colección “Same Sex Séances” (2008) de Arroyo, ejemplifica el carácter erótico, irreverente, y desafiante de algunos de sus poemas. Además de haber publicado diez colecciones de poesía, Arroyo escribió numerosas obras teatrales. Algunas fueron recopiladas en el volumen “Dancing at Funerals: Selected Plays” (2010). En 2015, Arroyo recibió el reconocimiento póstumo de su introducción al Chicago Literary Hall of Fame.
Las narrativas de formación (Bildungsroman)
Uno de los géneros literarios que contribuyó al surgimiento de una ola de obras enfocadas en las vidas y experiencias de sus respectivos autores o de sus protagonistas en diferentes comunidades etnoraciales de Nueva York o de otros centros urbanos, fueron las novelas del género “Bildungsroman” (novelas de formación). Estas obras empezaron a ser popularizadas por algunas de las grandes casas editoriales estadounidenses a partir de los últimos años de la década de 1960 en adelante. Desde entonces, un sinnúmero de obras de autoras/es latino estadounidenses, incluyendo a los boricuas, han sido publicadas. Por lo general, este género incluye novelas de carácter autobiográfico o memorias, y novelas de ficción basadas en diferentes aspectos de las vidas de sus autores, los cuales crearon protagonistas y otros personajes ficticios para representar muchas de sus propias experiencias.
A menudo, el género Bildungsroman fue el inicio de la carrera literaria de varios de los escritores de la diáspora más celebrados. Las novelas autobiográficas de Piri Thomas (1928-2011) “Down these Mean Streets” (1967; Por esas calle bravas), “Savior, Savior, Hold My Hand” (1973), y “Seven Long Times” (1974), inspiradas por obras anteriores similares de autores afroamericanos, tales como Richard Wright y Claude Brown, abrieron una brecha importante en introducir las literaturas de diversas comunidades etnoraciales y, en el caso de Piri Thomas, las experiencias de un puertorriqueño afrodescendiente nacido y criado en Nueva York durante la crisis financiera de la Gran Depresión que comenzó en 1929. En sus tres novelas autobiográficas, Thomas describe su juventud descarriada en las calles bravas del Barrio (Spanish Harlem), su adicción a drogas, su participación en robos y actos de violencia, y su condena de siete años en la infame prisión de Sing Sing, localizada al norte de la ciudad de Nueva York. Al recobrar su libertad, Thomas se concentró en su rehabilitación y el deseo de encarrilar su vida de una manera productiva. Consiguió un trabajo en una agencia comunitaria de orientación juvenil y empezó a reflexionar y escribir sobre las experiencias que contribuyeron a su vida anterior. Después de empezar a darse a conocer como escritor, se convirtió en un orador motivacional, además de ofrecer numerosos recitales e interpretaciones dramáticas de sus poemas y otros escritos. Uno de sus proyectos más populares fue el documental sobre su vida, “Every Child is Born a Poet: The Life and Work of Piri Thomas” (2003).
Otro escritor puertorriqueño del género Bildungsroman fue Edward Rivera (1944-2001), autor de “Family Installments: Memories of Growing Up Hispanic” (1982). En esta obra el autor crea un protagonista ficticio para tratar de conciliar los dos mundos culturales y lingüísticos de su niñez y vida adulta; situación que comenzó cuando Rivera tenía siete años y sus padres decidieron emigrar a El Barrio de Nueva York. En esta obra, el protagonista después de graduarse de escuela superior y comenzar sus estudios universitarios, se enfrenta a la enfermedad de su papá y la decisión de sus padres de regresar a Puerto Rico. Poco tiempo después, durante su regreso a la Isla para el entierro de su progenitor, el protagonista se da cuenta que se sentía como un extranjero en su propia tierra y reconoce que se había convertido en un nuyorriqueño.
El enfoque inicial en algunas de las versiones masculinas del género Bildungsroman, inspiró a varias de las mujeres escritoras a producir sus propias versiones de sus experiencias, las cuales, en general, no estuvieron conectadas a las calles bravas de sus comunidades. No obstante, estas mujeres a menudo demuestran su espíritu de resiliencia al enfrentar el machismo, la homofobia, la violencia doméstica y los prejuicios raciales de sus propias comunidades, además del discrimen y las desigualdades que afligen las vidas e identidades marginadas de los boricuas en la sociedad estadounidense. Escritoras como Nicholasa Mohr (n. 1938) en su novela, “Nilda” (1973) y Judith Ortiz Cofer (1952-2016) en “The Line of the Sun” (1989), crearon novelas de ficción que contienen numerosos elementos autobiográficos. Mohr se crió en El Barrio y Ortiz Cofer en Patterson, Nueva Jersey, en esos años una de las ciudades de mayor concentración puertorriqueña en ese estado. A través de estas novelas ambas autoras introducen los desafíos y tribulaciones confrontados por sus respectivas protagonistas y diversas generaciones de mujeres puertorriqueñas en la comunidad y sociedad que les rodea. Son perspectivas que provienen de sus vidas familiares, escolares, y sus transiciones de la niñez, a la adolescencia, y a la vida adulta y, por último, sus inquietudes, creatividad artística, y otros factores que contribuyeron a sus carreras literarias. En el caso de Mohr, se dedicó por un tiempo a las artes gráficas y luego a la literatura. Escribió obras narrativas para adultos, además de literatura juvenil e infantil. Varios de sus libros incluyen ilustraciones de la autora. Por otro lado, Ortiz Cofer tuvo más contacto con la Isla durante su juventud, pues su papá era marino mercante y su mamá, solía regresar con ella y su hermano a la casa de su abuela en Puerto Rico, cuando su esposo se ausentaba por varios meses por razones de trabajo. Fue en la casa de su abuela en Hormigueros que Ortiz Cofer aprendió el arte de contar historias que despertaron, a su vez, su deseo de convertirse en escritora. Su última novela, “The Cruel Country” (2016), de carácter autobiográfico, recrea el periodo que pasó en su pueblo natal durante la enfermedad y muerte de su mamá. Este fue su último viaje a la Isla, ya que su vida fue tronchada por un cáncer del hígado, un año después de la publicación de la novela. La conocida escritora ocupó la Cátedra Franklin en inglés y literatura creativa de la Universidad de Georgia por cerca de treinta años y en 2013 fue incorporada al Salón de la Fama de los Escritores de Georgia.

Portada del libro When I was a Puerto Rican de Esmeralda Santiago
En el caso de Esmeralda Santiago (n. 1948), la destacada autora pasó gran parte de su niñez en Puerto Rico y sus inclinaciones literarias se desarrollaron después de pasar su adolescencia y completar sus estudios universitarios en Estados Unidos. Al terminar sus estudios de bachillerato, regresó a la Isla a trabajar por un tiempo, hasta que decidió establecerse en Boston. Comenzó a escribir artículos para periódicos y revistas, antes de empezar una serie de novelas autobiográficas. La primera, “When I Was Puerto Rican” (1983), relata su vida familiar en Puerto Rico hasta que su mamá decide mudarse con sus once hijas/os al condado de Brooklyn de Nueva York. Esta novela fue bien recibida por la crítica. Las secuelas “Almost a Woman” (1998) y “The Turkish Lover: A Memoir” (2004), también de carácter autobiográfico, recogen su transición de la adolescencia a la vida adulta, y las experiencias personales, educativas y profesionales que contribuyeron a su desarrollo literario.
Aún en épocas más recientes escritoras/es de ascendencia puertorriqueña continúan publicando novelas o memorias exitosas del género Bildungsroman. Entre las más exitosas se encuentra la primera novela de Justin Torres (n. 1980) “We, the Animals” (2018), basada en la historia del autor y sus dos hermanos. Ambos son hijos de una familia biracial de padre puertorriqueño y madre estadounidense. Los hermanos crecieron en un ambiente de violencia doméstica y prejuicios, como residentes de una comunidad rural aislada de la región oeste del estado de Nueva York. Esta obra fue finalista del prestigioso Premio Pulitzer (Pulitzer Prize) de literatura.
Otro ejemplo importante son las memorias de Quiara Alegría Hudes (n. 1977), “My Broken Language: A Memoir” (2021), ganadora del Premio Pulitzer. Nacida y criada en Filadelfia de madre puertorriqueña y padre judío, Alegría Hudes estudió composición musical clásica en la Universidad de Yale. Es además, autora del libro “In the Heights” (2005), que sirvió de base al libreto de la obra musical de Lin-Manuel Miranda. Escribió también el libreto de la película basada en esa obra que se estrenó en 2021.
Los dramaturgos y los teatros
Durante la primera mitad del siglo XX, las obras de teatro en español subieron a las carteleras de los teatros hispanos de Harlem que a menudo combinaban espectáculos en vivo con películas procedentes de México, Argentina o España, junto a las películas de Hollywood a las que se le añadían subtítulos en español. Algunas otras salas estuvieron disponibles para actividades teatrales y musicales. Artistas locales o que vivían en la Isla, a menudo organizaban giras a Nueva York y a diversos países latinoamericanos.
Otra de las salas principales para actividades teatrales y artísticas fue el Park Palace de East Harlem. Fue en esta sala que surgió el jazz boricua durante los tiempos del movimiento artístico del Harlem Renaissance (entre las décadas de 1920 y 1930). El dramaturgo puertorriqueño Gonzalo O’Neill, quien se trasladó a Nueva York en la década de 1920, fue uno de los pocos escritores de esos años cuyas obras fueron parte de las carteleras del Park Palace y otros teatros comunitarios. Sus obras “La indiana borinqueña” (1922), “Moncho Reyes” (1923), y “Pabellón de Borinquen: Bajo una sola bandera” (1934) se encuentran entre las más conocidas. La feminista puertorriqueña, Franca de Armiño, una despalilladora de tabaco que fue presidenta de la Asociación Feminista Popular en Puerto Rico y publicó varios artículos en los periódicos obreros “Justicia” y “Unión obrera”, se estableció en Nueva York a fines de la década de 1920. Publicó un par de artículos en el periódico “Gráfico”, editado por Bernardo Vega, además de la obra de teatro “Los hipócritas” (1937). Esta última fue representada en el Park Palace y luego permaneció olvidada por más de medio siglo, antes de ser rescatada por investigadores/as asociados con el Recovery Project.
Motivada por su deseo de llevar el teatro a las comunidades puertorriqueñas e hispanas de la ciudad de Nueva York, la artista de teatro, cine, y televisión, Miriam Colón (1936-2017), fundó en Nueva York el Teatro Rodante Puertorriqueño (Puerto Rican Traveling Theater; PRTT) en 1967, localizado en el distrito teatral de Manhattan. El PRTT se convirtió en una de las instituciones artísticas más conocidas de la comunidad puertorriqueña de la ciudad y por más de cuatro décadas numerosas obras de escritores/as boricuas y de otras nacionalidades han sido representadas en su escenario. Una de sus primeras obras fue “La carreta” del prominente dramaturgo isleño, René Marqués; obra que trata el tema de la migración y fue originalmente estrenada en Nueva York en 1953, antes de su estreno en Puerto Rico.
El Teatro Pregones, localizado en el Bronx, fue fundado en 1979 por su directora artística, la puertorriqueña Rosalba Colón (n.1951). Desde entonces se ha dedicado a promover numerosas obras musicales y dramáticas an español y en inglés, enfocadas en las culturas de los puertorriqueños y de otras nacionalidades representadas en la población latino estadounidense. Cuatro años antes del fallecimiento de Miriam Colón en 2017, ella y Rosalba Colón decidieron unir sus dos instituciones teatrales. Desde entonces, Pregones/PRTT ofrece sus carteleras en ambos teatros.
Varios dramaturgos puertorriqueños nacidos en Estados Unidos han sido premiados por sus obras en el mundo teatral de Broadway. Hasta el presente, el mayor éxito le corresponde a Lin-Manuel Miranda (n. 1980). Miranda escribió la música y las canciones, y fue además protagonista de la obra musical de Broadway, “In the Heights”, la cual recibió el prestigioso Tony Award en 2008. El libreto de la obra fue basada en la novela de ese título escrita por Quiara Alegría Hudes. La segunda gran producción musical de Miranda fue “Hamilton”, para la cual también escribió el libreto, la música, y protagonizó por varios años. La obra recibió el Tony Award del 2015. Ambas obras también han sido llevadas al cine; “Hamilton” en 2020, “In the Heights” en 2021.
El dramaturgo José Rivera (n. 1955) ha tenido una producción fecunda desde la publicación y éxito de su primera obra dramática, “The House of Ramón Iglesia”, basada en su historia y la de su familia como puertorriqueños en Estados Unidos. La obra fue interpretada en una película del Public Broadcasting System (PBS). Sus dos obras dramáticas “Marisol” (1994) y “References to Salvador Dalí Make Me Hot” (2003) recibieron el Obie Award, otorgado a las mejores obras de las carteleras teatrales off-Broadway. Rivera escribió el guión de la película de Hollywood, “The Motorcycle Diaries”, basada en la juventud del famoso guerrillero Che Guevara. El autor fue nominado para el premio Oscar en la categoría de mejor libreto de cine del año 2004.
La obra “La Gringa” (1996) de la dramaturga Carmen Rivera (n. 1964) se enfoca en los dilemas de una boricua de la diáspora tratando de definir su identidad, ya que en la Isla, es considerada una gringa americanizada y no una puertorriqueña genuina, y tampoco es considerada americana auténtica en Estados Unidos. La obra fue ganadora del Obie Award y estuvo en cartelera por muchos años. Otra de las obras más conocidas de Rivera es “Julia: Child of Water”, basada en la vida de la poeta Julia de Burgos. La obra fue estrenada en 1999 y publicada en 2014.

Julia de Burgos
Antes de recibir el Premio Pulitzer en 2021 por el libro de memorias “My Broken Language: A Memoir”, mencionado anteriormente, la reconocida escritora Quiara Alegría Hudes, había recibido su primer Premio Pulitzer en 2012 por su obra teatral, “Water by the Spoonful”. Ha sido hasta 2021, la única escritora de ascendencia puertorriqueña que ha recibido este prestigioso premio dos veces; por la obra teatral mencionada y su libro de memorias. Su drama, “Elliot, A Soldier’s Fugue” (2007), fue finalista de ese mismo premio. Ambas obras se enfocan en Elliot Ortiz, un soldado puertorriqueño veterano de la Guerra de Irak, que regresa a su familia y tiene que lidiar con los trastornos a su salud mental causados por sus síntomas de estrés postraumático, padecimiento que desarrolla por sus experiencias en el campo de batalla.
Las antologías y la crítica literaria
La producción literaria de los puertorriqueños de la diáspora ha sido representada en varias antologías generales de autoras y autores de diferentes países que se han destacado en Estados Unidos, especialmente de aquellas nacionalidades de mayor población (mexicanos, puertorriquenos, cubanos, dominicanos) y que mayormente, aunque no exclusivamente, escriben en inglés. Varias de las antologías más exhaustiva de literatura de los latinos estadounidenses incluyen a “The Latino Reader: An American Literary Tradition from 1542 to the Present” (1997), editada por Harold Augenbraum y Margarite Fernández Olmos; “Divided Arrival: Narratives of the Puerto Rican Migration, 1920-1950” (2003), editado por Juan Flores; “Herencia: The Anthology of Hispanic Literature of the United States” (2003), editada por Nicolás Kanellos; y la “Norton Anthology of Latino Literature” (2010), editada por Ilan Stavans. Estas antologías incluyen una amplia selección de textos de escritores boricuas de la diáspora. La antología bilingüe, “Breaking Ground: Anthology of Puerto Rican Women Writings in New York 1980-2012” (2012), incluye una amplia selección de textos de mujeres escritoras de varias generaciones.
Entre los estudios críticos sobre la literatura de la diáspora y las obras de varios de los autores más destacados, se encuentran: “In Visible Movement: Nuyorican Poetry from the Sixties to Slam” (2016) de Urayoán Noel; “Writing Off the Hyphen: New Critical Perspectives on the Literature of the Puerto Rican Diaspora” (2008), editado por Carmen Haydée Rivera y José L. Padilla; “Kissing the Mango Tree: Puerto Rican Women Rewriting American Literature” (2002) de Carmen S. Rivera; y “Boricua Literature: A Literary History of the Puerto Rican Diaspora (2001) de Lisa Sánchez González.
Referencias:
Hernández, Carmen Dolores. “Puerto Rican Voices in English: Interviews with Writers”. Westport, CT: Praeger, 1997.
Ojeda Reyes, Félix. “Peregrinos de la libertad”. San Juan, PR: Instituto de Estudios del Caribe/Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1992.
Autora: Dra. Edna Acosta-Belén
Publicación: 15 de mayo 2021
Revisión: Dra. Lizette Cabrera Salcedo