Pocas plantas en la historia de la humanidad han causado tanto impacto como la Saccharum officinarum, usualmente conocida como caña de azúcar. Esta planta oriunda del sureste asiático, sur de China y este de India, se propagó por el mundo gracias al expansionismo musulmán. Fueron los ibéricos, sin embargo, quienes la llevarían más adelante a las islas Canarias, las islas de Madeira, Azores y São Tomé. Fueron estos mismos los que posteriormente la traerían a las tierras americanas a partir de la segunda mitad del siglo XVI. Conquistadores, mercaderes, religiosos y navegantes, entre otros, fueron los responsables de atravesar el Atlántico con esta planta cespitosa.
En Puerto Rico se evidencia una fuerte disminución en los yacimientos acuíferos a partir de la tercera década del siglo XVI, los cuales habían constituido el principal renglón económico durante los primeros años de la colonización. Tras la conquista del territorio azteca en Mesoamérica e inca en los Andes sudamericanos, la isla se despobló rápidamente ante la escasez de oro y las noticias de enormes riquezas en tierra firme. Esto dio paso a que los pocos y empobrecidos españoles que quedaron en Puerto Rico se concentraran cada vez más en la industria agrícola. Dicha industria, que hasta ese entonces cumplía la función básica de abastecimiento de víveres, se convirtió en una economía agraria para la exportación. La caña y el jengibre fueron los productos que mejores expectativas ofrecían. La caña llamó la atención de los más acaudalados y el jengibre de los menos pudientes debido, principalmente, a la escasa inversión que requería.
La caña llegó a Puerto Rico en el siglo XVI, procedente de la isla de la Española. Las riberas del río Toa y, más adelante, La Plata fueron las primeras receptoras de este producto en una finca experimental de los reyes Católicos, don Fernando de Aragón y doña Isabel de Castilla. En los comienzos, la molienda de este producto se realizaba en una rudimentaria máquina llamada trapiche que, por lo general, era operada por esclavos o por bestias. El trapiche era una máquina compuesta por tres rodillos surcados que prensaban la caña de azúcar, ya previamente desmenuzada, y extraían su jugo. Este jugo era concentrado y cocido hasta obtener la cristalización del azúcar.
El primer trapiche en instalarse en la isla fue en la década de 1520 en lo que hoy se conoce como el municipio de Añasco. Los comerciantes Tomás de Castellón y Blas de Villasante fueron los pioneros en el establecimiento de este tipo de industria agraria. Si bien su pequeña e incipiente industria no prosperó, el ejemplo que brindaba el éxito experimentado en la vecina Española fue suficiente para que más colonos se aventuraran en esta empresa; que si bien requería de una importante inversión, prometía fortuna. Más adelante, en la década de 1540, ante las buenas perspectivas que presentaba la empresa, varios vecinos de la isla se animaron a invertir en esta prometedora industria. Las instrucciones redactadas en 1534 por el Cabildo de la Ciudad de Puerto Rico a su procurador en las Cortes reflejan la necesidad de estimular y promover el establecimiento, no ya de simples trapiches, sino de unidades agrarias más complejas y dedicadas al cultivo y manufacturación de la caña de azúcar: los ingenios azucareros. En este documento se ve claramente el llamado de auxilio de los residentes isleños:
[Suplicaréis] a su Majestad que, porque en esta isla no hay otra granjería, sino es la de sacar del oro, y que esto se va apocando; y como esta granjería no sea de calidad que los que la usan tengan sus bienes raíces, antes los tienen en pie, para se poder ir cada y cuando quieren; y que en esta isla residimos, con estar tan adeudados y no haber remedio para poder pagar sin total perdimiento de sus haciendas, viendo el poco aparejo y remedio, se quieren ir de la tierra y no somos parte para los poder retener; que nos parece que su Majestad sea servido en mandar prestar a algunos vecinos de esta ciudad, casados y abonados, y que estén sin deudas, cada [uno] dos mil pesos de oro, para que cada uno haga un ingenio de moler azúcar… (Murga Sanz, pp. 323-324)
La introducción del azúcar marcó el inicio de la transformación económica de la isla de una economía minera —fundamentada en la extracción de oro de yacimientos auríferos para la exportación— a una esencialmente agraria. En un periodo relativamente corto se dio una sorprendente transformación en el perfil económico, social y cultura de Puerto Rico. La transformación económica fue de la mano con un proceso que encerraría en sí importantes cambios en la idiosincrasia y estructura social de la nación: la llegada forzosa de los africanos esclavizados a Puerto Rico. Azúcar y esclavitud fue un binomio inseparable.
El establecimiento de un ingenio azucarero, sin embargo, no era tarea fácil. El proyecto conllevaba grandes inversiones y, por lo tanto, grandes riesgos. Se precisaba, primero, de tierras, que si bien eran abundantes y fértiles, se tenía que contar con la gracia de los reyes o sus vicarios en América para obtenerlas en usufructo. Además, era imprescindible obtener maquinaria importada de Europa y, por último, la desgraciada situación de cientos de miles de seres que fueron arrancados de áfrica para ser esclavizados como mano de obra para el cultivo de la caña y la producción del azúcar. De ellos dependía, en buena parte, la suerte de la industria azucarera en Puerto Rico y, en general, en el Caribe antillano.
El capital siempre fue un problema para el desarrollo de la incipiente industria. Es por ello que en vista de la importante inversión que requería la dulce empresa, se le dirigieron numerosas peticiones solicitando préstamos a las autoridades del gobierno de dineros públicos para quienes se aventuraran en la nueva y prometedora industria. Rodrigo Franquez, por ejemplo, le solicitó al gobierno colonial apoyo para culminar la construcción de un ingenio en las orillas del río Loíza. El ingenio contó eventualmente con un total de 19 seres humanos esclavizados. El proyecto prosperó y dio paso a que más peninsulares se aventuraran en la empresa. Gracias a este y otros aventureros surgió entonces un primer periodo azucarero en Puerto Rico (1540-1550). En este periodo se fundaron al menos 10 ingenios. Entre 1550 y 1625 las exportaciones isleñas en su mayoría fueron de azúcar, seguidas por el jengibre y los cueros.
Una combinación de factores hicieron posibles el florecimiento de la agroindustria azucarera en la isla durante los primeros años de la colonización. No obstante su desarrollo azaroso, la producción del azúcar prosperaría lo suficiente para satisfacer las expectativas de algunos peninsulares ansiosos por enriquecerse. La introducción de la caña de azúcar, además, repercutió en una serie de cambios que forjaron el devenir histórico de Puerto Rico. Durante estos primeros años, el azúcar no solo endulzó el paladar europeo, sino que también contribuyo a transformar el perfil económico, racial y cultural de la isla para siempre.
Autor: Víctor Colón Zayas
Publicado: 5 de noviembre de 2015