La deserción escolar ocurre cuando un individuo abandona o se separara del espacio o institución del que recibe algún tipo de educación. Sin embargo, es un fenómeno complejo y multicausal. La forma más adecuada de entender y lograr su mitigación depende, en gran medida, de factores causales tales como: condiciones neurolingüísticas que dificultan el aprendizaje, incapacidad de adaptación a la estructura de la escuela tradicional, problemas de adaptación social en el núcleo familiar, cultivo de intereses ajenos al aprendizaje formal, problemas de conducta antisocial, baja autoestima como resultado de la desigualdad social, entre otros. Gladys Jadue, académica de la Universidad Austral de Chile determina en “Factores psicológicos que predisponen al bajo rendimiento, al fracaso y a la deserción escolar” que los factores de riesgo relacionados con la escuela:
…se refieren a aquellas características y circunstancias específicas ligadas a los docentes y administrativos como los prejuicios y las bajas expectativas de rendimiento de rendimiento, la inhabilidad para modificar el currículo, la falta de recursos y la carencia de estrategias de enseñanza adecuadas, la estructura, el clima organizacional y los valores del sistema escolar (194).
Como resultado, el acercamiento a la deserción escolar requiere documentar, analizar y comprender las particularidades de cada caso para seleccionar cursos de acción por parte de las autoridades escolares y del Estado en el caso de la educación pública.
Para el historiador chileno Igor Goicovic Donoso, según su ensayo “Educación, deserción escolar e integración laboral juvenil”, hay dos enfoques que permiten entender las posibles raíces de este fenómeno. El primer enfoque considera que, con frecuencia, la deserción obedece a situaciones socioeconómicas y psicosociales que afectan a los estudiantes y sus núcleos familiares. Se pueden observar condiciones recurrentes, independientemente de la sociedad en que ocurren, como lo son la pobreza extrema, la marginación, adicciones a diversas sustancias, hogares disfuncionales y patrones de conducta esperados por género que excluyen la educación como una actividad legítima o deseable, entre otras.
El otro enfoque asigna mayor influencia al ambiente escolar, el cual propicia conflictos que afectan directamente al educando. Algunos de estos conflictos ocurren, según Goicovic, en relación con el aprovechamiento académico, problemas de disciplina o problemas de relaciones interpersonales. A la hora de desarrollar e implementar una política pública educativa que atienda este fenómeno, resulta indispensable entender la complejidad de las circunstancias que ambos enfoques resaltan y cómo se pueden influenciar recíprocamente.
La Carta Circular Núm. 16-2013-2014 del Departamento de Educación de Puerto Rico (DEPR) dicta la “política pública para establecer el procedimiento a seguir en la implementación de las normas de retención escolar en el Departamento de Educación”. Al presente, según la sección A-703, Servicios al estudiante, del Compendio de políticas del Departamento de Educación de Puerto Rico (2014), y conforme a la definición dada por la Organización de las Naciones Unidas, se identifica como desertor a “aquel estudiante que deja de asistir a la escuela antes de la terminación de una etapa dada de enseñanza, o en algún momento intermedio o no terminal de un ciclo escolar”. Para enfrentar este problema a nivel institucional y generar una política pública responsable con respecto al abandono escolar, resulta indispensable tomar en cuenta toda la gama de factores que inciden y propician la deserción. El desconocimiento de las raíces del problema puede redundar en el desarrollo de estrategias que no aporten las medidas efectivas en atender las carencias ni reduzcan significativamente los factores que inciden en la deserción escolar.
La sección A-703, a tono con la Ley Núm. 37 del 11 de marzo de 2014, mejor conocida como Ley para crear el Programa de Retención Escolar, establece la política pública para atender a la población de desertores escolares. Este documento normativo levanta un perfil del posible desertor a fin de que se evalúen efectivamente los casos que respondan a dichos indicadores para identificar de manera temprana a individuos que puedan convertirse en futuros desertores e intervenir con ellos con estrategias comprobadas y medibles que permitan evitar que abandonen la escuela.
En abril de 2018, el DEPR difundió, mediante una publicación en el periódico El Nuevo Día, la puesta en marcha de un nuevo mecanismo para contabilizar de manera más efectiva a los estudiantes que abandonan la escuela. Según los datos suministrados por el DEPR, la tasa de deserción escolar para el año 2016-2017 en las escuelas públicas a nivel superior fue de 8.4%. La tasa de deserción escolar en Puerto Rico es mayor que el 6.3% que se calculó a nivel nacional de Estados Unidos, según expresado en el artículo por la actual secretaria de Educación, Julia Keleher.
La nueva herramienta que se utiliza en el DEPR toma en cuenta a los estudiantes desde el décimo grado hasta el duodécimo, e incluye factores causales que antes no se consideraban en el cálculo como, por ejemplo, matricularse en programas de educación alternativa o que abandonaron la escuela para insertarse en el mundo del trabajo. El Instituto de Estadísticas de Puerto Rico analiza, comparte y publica los datos del DEPR respecto a la deserción escolar y están disponibles en la página electrónica del Instituto. La colaboración interagencial en el manejo de problemas psicosociales que redundan en conductas conflictivas y en el abandono escolar necesita convertirse en una prioridad para aquellas agencias gubernamentales que trabajan con las poblaciones con mayores probabilidades de aumentar la deserción escolar. A estos efectos, una de sus prioridades necesita ser la recopilación de datos confiables y fidedignos que posibiliten el manejo más efectivo posible de los datos que se utilizan para la redacción, reevaluación e implantación de políticas públicas relacionadas con la deserción escolar.
La articulación de un plan efectivo para prevenir la deserción, así como la intervención efectiva con los desertores, requiere un análisis riguroso de la política pública existente a la luz de los factores tanto psicosociales como aquellos que permean dentro de la comunidad escolar y de la escuela como institución y que afectan directa o indirectamente a los posibles desertores. La existencia de leyes aprobadas o planes a nivel sistémico para atender este fenómeno no garantiza que se atienda el problema de forma efectiva o eficaz. A su vez, dicha evaluación de políticas públicas vigentes exige un análisis de la relación que se da entre la situación económica que afecta a más del 50% de la población de la isla desde hace décadas, los documentados efectos que tiene vivir por debajo del nivel de pobreza y el aumento en la tasa de deserción escolar en Puerto Rico. La desigualdad social impacta significativamente los desafíos que enfrentan comunidades enteras y los individuos que en ellas viven y, además, redunda en una multiplicidad de condiciones de salud, de escasez de ingreso y de falta de bienestar. La deserción escolar, lejos de ser una excepción, es uno de los efectos que más contribuye al círculo vicioso de la pobreza.
Autor: Elga del Valle