La poesía de Ester Feliciano Mendoza es un mundo distinto, un refugio de amor para los niños. En sus libros (poesías, cuentos, leyendas, mitos, estampas, artículos) se plasma la voz poética de la autora -maternal, culta, moderna. Su poesía tiene por destinatarios especiales a los niños, quienes constituyen el centro indiscutible de su interés.
En su mundo se entrelazan la fantasía y la realidad, se convive en paz y disfrute de la belleza. Sin lugar para el orgullo o la agresividad; tan sólo para el diálogo y la expresión de la ternura, para el respeto y la elevación espiritual. En él, en su ámbito de canción, se dan cita la sencillez y la ilustración; el arte y la pedagogía, la intuición y la experiencia, los entusiasmos y las esperanzas. Es siempre una escuela de balcones abiertos; una isla, y un miradero para contemplar la vida y repartirse los encantos de la naturaleza. Aquí, en este ámbito de nana y de canción, está siempre ella: poeta, madre, maestra.
Ester Feliciano Mendoza nació en Aguadilla, en el extremo oeste de Puerto Rico. Allí cursó la enseñanza primaria y la secundaria y surgen los primeros versos publicados en la revista Ambito que dirige el escritor Enrique Laguerre. Se trasladó a San Juan para los estudios universitarios y muy pronto se relacionó con los jóvenes de Musarañilandia. Con el título de maestra (diploma de Normal, 1938) inició su labor docente en escuelas públicas y privadas.
Al emprender su vida familiar, se trasladó a la ruralía desde donde preparó libros de lectura para el Consejo Superior de Enseñanza; colaboró en la organización de las Bibliotecas Escolares; escribió y publicó algunas de sus obras: Nanas, poesía (1945); Arco Iris, poesía y cuento (1951); Coquí, poesía y cuento (1956); Voz de mi tierra, ensayos, estampas y otros artículos publicados en el periódico El Mundo (1956); Nanas de la Navidad, poesía (1959).
Luego, regresó a la ciudad como estudiante graduada y profesora de la Universidad de Puerto Rico. Obtuvo los grados de Maestra en Artes y el Doctorado en Filosofía y Letras mientras aparecieron nuevas publicaciones: Nanas de la adolescencia, poesía (1963); Cajita de música, cuentos (1968); Antonio Pérez-Pierret, (1968); Sinfonía de Puerto Rico, mitos y leyendas (1968); Nanas, poesía (1970); Ala y trino, poesía (1980); Ronda del Mar, poesía (1981); Juana de Ibarbourou, oficio de poesía, (1981); Ilán-ilán, poesía (1985); Romancero de la conquista, poesía (1986). Como publicación póstuma apareció Islamar (1988). En 1983, después de su retiro por motivos de salud, fue designada Profesora Emeritus, de la Universidad de Puerto Rico.
Otros reconocimientos recibidos fueron el Premio del Club Cívico de Damas (1958), por su libro Coquí y en 1982 por Juana de Ibarbourou: oficio de poesía; primer premio y medalla de oro por Ronda del Mar en el III Certamen Literario Panamericano (1962), otorgado por la Unión de Mujeres Americanas, Guatemala y segundo premio en el V Certamen (1964) por Nanas; y el premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña (1970) por Sinfonía de Puerto Rico y en 1987 por Romancero de la Conquista. En 1983, fue seleccionada Mujer de Puerto Rico por la Unión de Mujeres Americanas.
Algunas de sus obras continúan como libros de lectura en escuelas de Puerto Rico, Venezuela, México, Guatemala y Argentina.
Falleció el 30 de diciembre de 1987.
Su poesía infantil
Una parte de los poemas infantiles de Ester Feliciano Mendoza nacieron a la par de sus labores docentes, en los años en que colaboró como asesora en las Escuelas Ejemplares dirigiendo los círculos de lectura. Eran poemas para disfrutar conocidos primero por vía oral- e instrumentos didácticos de aplicación inmediata en lo poético, idiomático y formativo. Otros poemas surgieron en el ámbito de su familia, inspirados por los hijos y por los niños atendidos en el jardín de infantes.
La poesía escrita para niños tiene sus exigencias; deben acompañarla unas características que están requeridas por la especificidad de la intuición y de la psicología del pequeño destinatario. Aunque de apariencia sencilla, es un arte o aventura de descubrimientos; tarea no accesible a todos los escritores. Para ello hay que aprender a ver ciertas cosas no visibles que sólo los niños descubren y de la manera particular como ellos las sienten y las expresan.
Al niño le gusta el movimiento, la variedad, la anécdota poética, el vuelo de la imaginación, aunque no de manera extravagante, sino ligada a lo conocido, próximo y real. Le gustan lo extraordinario y lo maravilloso; lo que se transfigura de repente y sin explicaciones; las cosas curiosas y sorpresivas; lo expresado musicalmente y con sentido de humor; el lenguaje sencillo, comprensible y colorido. Le deleita todo lo relacionado con la naturaleza: “tesoro de olores, colores y sonidos”. Las plantas, los arboles, los animales con sus costumbres y las formas de comportamiento humano. Acepta con más agrado los asuntos breves contados en forma sintética y entretenida; todo lo que incita su creatividad. Le desagrada, por el contrario, lo monótono y lo extenso. Se fatiga muy pronto con lo que le aburre.
La literatura infantil tal como la ha desarrollado Ester Feliciano Mendoza está situada en el alma del niño, escrita para ser disfrutada. Guarda siempre un equilibrio entre lo poético y lo moralizante; entre lo imaginativo y lo cotidiano, realizado. Crea para el niño un mundo de ilusión, sin arrancarle del mundo en que vive; ayudándole, más bien, a organizarlo, partiendo de la observación y del conocimiento; mejorando el sistema de relaciones con el ambiente, avivando el sentido de la vida, cultivando el respeto y el amor a ella y a las cosas.
Para deleitar, mantener el interés, instruir y educar a sus pequeños lectores, la autora se preocupa por la diversidad, tanto en los motivos y temas como en las formas poéticas. Tres puntos que habría que recorrer con atención en cada uno de los libros; pero que tal vez baste una sencilla enumeración.
Son motivos capitales las situaciones reales o imaginarias de personajes, animales y cosas; encuentros fortuitos, la naturaleza en cualquiera de sus aspectos, los accidentes geográficos, el agua, la lluvia, los ríos, el mar, el viento, los caminos, las estaciones del año, algunas fiestas (Navidad, Los Reyes Magos,…), los cambios en la naturaleza, las variantes del día, el nacimiento y desarrollo de los animales y plantas, las acciones comunes y algunos hechos maravillosos.
Entre los temas más importantes se destacan el amor, la amistad, el conocimiento, la vida, Dios, la naturaleza, los niños, la madre, el trabajo, el respeto, la solidaridad, las relaciones con el ambiente, el significado y sentido de las cosas.
En cuanto a las formas literarias más utilizadas: los poemas y canciones; las nanas, romances y romancillos; cuentos, juegos y fantasías; narraciones y descripciones; mitos, leyendas, recreaciones de personajes y de asuntos literarios o históricos; reflexiones sencillas, plegarias… y sueños.
Entre todas estas formas la autora ha tenido una marcada preferencia por la nana o canción de cuna, conocida también como turuleta. Por sus nanas se la conoce; su nombre va asociado a esta clase de poesía, “la más fina y tierna de nuestra literatura infantil” (I. Freire).
En 1945 aparece un primer libro de Nanas; a las Nanas de Navidad, de 1959 siguen las Nanas de la adolescencia en 1963 y un cuarto libro: Nanas, en 1970, con prólogo de Margot Arce, reimpreso en 1980. Más de tres décadas cantando a los niños y jovencitos en el regazo con el mismo impulso inspiracional, la misma ternura; con una poesía siempre igual y diferente.
Estos libros ponen de relieve la gran sensibilidad de Ester Feliciano. Son poemas que parten -como señala Margot Arce- del folklore, impregnándose del sabor, la soltura y gracejo peculiares de la poesía popular; guardando, por una parte, “la gracia rítmica, el aire ligero que las entrelaza a los ritmos tradicionales españoles de coplas, romances, pareados y seguidillas”, mientras por otro lado, se distinguen por el tono moderno y culto que se manifiesta en la estructura y la índole de las imágenes, en el modo como se aprovecha el tesoro folklórico de juegos, cantares, adivinanzas y trabalenguas, transfigurándolo y adaptándolo al estilo personal, al estado síquico, y sobre todo, en el papel que la naturaleza y el paisaje puertorriqueños juegan como ambiente y soporte de la efusión lírica.
En las manos de Feliciano Mendoza, la poesía es fresca, integrada con la fantasía de los niños, envuelta con su mismo aliento. Usa convenientemente la personificación, como acercamiento y humanización de cualquier ente inanimado y recurre a la animalización, para conseguir efectos particulares (asombro, representación de vicios o virtudes, compasión, camaradería, ridículo…). Como la entrada al mundo del niño y la convivencia en él exigen una adaptación constante, los poemas son siempre breves, variables en el tono, abiertos al diálogo, de muy adecuado ritmo (tanto en la exposición ágil del asunto; como en la musicalidad en los versos. -por la armonía, las rimas, los estribillos, onomatopeyas y aliteraciones).
El arte de terminar los asuntos y los poemas es otro de sus méritos. A todo esto hay que sumar el uso de las imágenes poéticas, originales y sugerentes. Son símbolos, metáforas y comparaciones que provienen de la naturaleza, elemento muy importante en la poesía infantil. Una naturaleza identificada particularmente con la de su isla (Puerto Rico, uno de sus grandes motivos) con asuntos y temas sobre el mar, la flora y la fauna.
La poesía infantil de Ester Feliciano Mendoza, en conclusión, es arte y ternura, pero también, mensaje. Es un excelente instrumento formativo que nutre el intelecto y modela el carácter de los niños. Les enseña a observar el entorno; a considerar lo pequeño e inmediato; a descubrir lo maravilloso; a discernir las voces y los ritmos; los colores y movimientos de la naturaleza; a desarrollar valores estéticos y morales. Los sensibiliza acrecentando, a la par su imaginación.
Adaptado
De la Puebla, M. Ester Feliciano Mendoza: “un mundo aparte”. Mairena: Veinte poetas puertorriqueños del siglo XX, p 138-146, Año XX No. 45-46, 1998. San Juan.
Autor: Mario A. Rodríguez León O. P
Publicado: 15 de septiembre de 2014.