Cuentista, dramaturgo, ensayista y abogado nacido en Fajardo el 8 de noviembre de 1903. Belaval formó parte de la generación literaria de la década del treinta. Dedicó su vida a promover la cultura puertorriqueña y a estimular, a través de sus escritos teóricos y sus dramas, la formación de un movimiento teatral autóctono, separado de la tradición dramática española.
Belaval estudió leyes en la Facultad de Derecho de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y obtuvo su diploma en 1927. Se desempeñó como abogado de 1927 al 1941. En su práctica privada atendió en muchas ocasiones, al jíbaro de campo y a la gente común del pueblo; experiencia que plasmará en sus escritos literarios. También fungió en el 1938 como secretario de la Comisión Hays, la que investigó los hechos ocurridos en la Masacre de Ponce. Ejerce entre 1941 al 1953 como juez de distrito en los tribunales de primera instancia en los municipios de Bayamón y San Juan. Más adelante de 1953 al 1967 trabajó como juez asociado en el Tribunal Supremo.
Como jurista criticó con vehemencia la transculturación en el derecho puertorriqueño, abogando por la preservación de las instituciones europeas e hispanas en el ordenamiento jurídico de Puerto Rico. Establece en sus opiniones judiciales la igualdad moral y jurídica de los nacimientos en Puerto Rico, con el propósito de eliminar el prejuicio y descrédito de los hijos nacidos fuera del matrimonio convencional religioso imperante. Propone y reitera, a lo largo de su carrera jurista, la importancia esencial, al momento de emitir un juicio, que tiene la cultura e idiosincrasia del puertorriqueño. Entre sus múltiples planteamientos jurídicos trasluce su vinculación ideológica con los intelectuales e integrantes de la llamada Generación del treinta, en tanto plantea y defiende con insistencia el uso del español en los escritos de agencias gubernamentales para facilitarle la lectura y la comprensión de la misma al ciudadano común; el que por lo general no es bilingüe. Así también, entre otros postulados propios de esa generación, Belaval destaca la importancia de la herencia hispánica en la constitución del Derecho Civil en Puerto Rico.
Como promotor de la cultura isleña, Belaval se involucró en múltiples organizaciones. Fue presidente del Ateneo Puertorriqueño y de Pro-Arte Musical; fundador y director de la Sociedad Dramática Areyto; miembro del Consejo Superior de Enseñanza, del Ateneo Dominicano, miembro fundador de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y de la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico.
En su carrera como escritor, trabajó varios géneros. Como autor de cuentos, rompió con el costumbrismo que había prevalecido hasta el momento. En sus obras reflexiona sobre la realidad puertorriqueña. Entre estas se destacan las colecciones de cuentos: El libro azul (1918), Cuentos para colegiala (1922). Estos primeros dos libros muestran el proceso de formación progresiva del narrador. En sus otras colecciones: Cuentos de la Universidad (1935), Cuentos para fomentar el turismo (1946) y Cuentos de la Plaza Fuerte (1963) Belaval evidencia la madurez alcanzada en las técnicas narrativas. Entre sus mejores relatos se encuentra “El niño morado de la Monsona Quintana”.
Otro género en el que se destacó Belaval fue el del ensayo, con una obra de menor volumen comparativamente con su producción cuentística y teatral. Los temas que predominantemente aborda en los ensayos están relacionados a su quehacer literario. Inicia esta labor con: “Los problemas de la cultura puertorriqueña” (1935), ensayo que denuncia la crisis por la que atravesaba el Derecho en Puerto Rico y otros males culturales, “El teatro como vehículo de expresión de nuestra cultura” (1940) “La intríngulis puertorriqueña” (1952); “El ser de lo viviente en el raciovitalismo orteguiano: resumen de una lectura desinteresada” (1956); y “Cultura de la esencialidad humana- Literatura espíritu y tiempo” (1959). Estos escritos se publicaron en varias revistas y periódicos del País como: Atenea, la revista de la facultad de las Humanidades del Recinto Universitario de Mayagüez, la Revista del Ateneo Puertorriqueño, Antena, Puerto Rico Ilustrado, Asomante, Indice y El Mundo. Posteriormente, recopiló algunos de estos ensayos en el libro Areyto (1948).
No obstante, fue en su labor como dramaturgo que se destacó principalmente. En este ámbito se desempeñó como autor, actor, director y teórico. Su preocupación ante la falta de un teatro netamente puertorriqueño lo llevó a redactar un manifiesto titulado “Lo que podría ser un teatro puertorriqueño” (1939), en el que propone crear y desarrollar un teatro nacional, en el cual todos los elementos sean autóctonos, desde el tema hasta los intérpretes y realizadores.
Además, como creador de la Sociedad Dramática Areyto, propuso montar obras de autores puertorriqueños contemporáneos, implantar nuevas técnicas de realización y atraer a un público fijo. Entre sus obras dramáticas se encuentran: La romanticona (1926), que escribió junto a Amelia Agostini; La novela de una vida simple (1935), una comedia en tres actos; Cuando las flores de Pascua son flores de azahar (1939) comedia de un acto; La presa de los vencedores (1939) también comedia de un acto, Hay que decir la verdad (1940), La muerte (1953), La hacienda de los cuatro vientos (1959), La vida (1959), Cielo caído (1961), Circe o el amor (1963), El puerto y el mar (1965) y Agua de la mala suerte, agua de la buena suerte (1967).
Emilio S. Belaval falleció en San Juan en 1972. El teatro de la Universidad Sagrado Corazón lleva su nombre como recuerdo y honra de su importancia teatral y literaria en general.
Referencias:
Rivera de Alvarez, Josefina. Literatura puertorriqueña, su proceso en el tiempo. Madrid: Ediciones Panteón, 1983.
Gran Enciclopedia de Puerto Rico
Del Rosario, Rubén. Breve Enciclopedia de la Cultura Puertorriqueña. Hato Rey: Ediciones Cordillera, 1976.
Vélez, Rigoberto. Puertorriqueños Ilustres de todos los tiempos. Ponce: Editorial Centro Pedagógico, 1986.

8 de noviembre de 1903
Fajardo
1972
San Juan
Publicado: 16 de septiembre de 2014