El situado mexicano es el nombre por el que se conocen las transferencias de dinero provenientes de la Nueva España (México hoy día) para sufragar los gastos de defensa militar en la isla de Puerto Rico. Estos fondos provenían de las minas de plata de la Nueva España y se destinaron a Puerto Rico como parte de un plan integral de defensa del territorio indiano. A partir de 1535, América sufrió múltiples ataques de piratas y corsarios que pusieron en peligro el monopolio colonial. Debido a la posición geográfica de Puerto Rico, el plan de defensa naval desarrollado por España incluía a Puerto Rico como parte de un cinturón defensivo compuesto por Florida, La Habana y Santo Domingo, entre otros puntos. El situado mexicano fue consignado primordialmente a la construcción de fortificaciones, adquisición de artillería y al pago de salarios para las tropas.
El situado se instauró con una real cédula aprobada en 1584, sin embargo este no fue el comienzo de las transferencias periódicas, ya que hubo múltiples atrasos. Aun con las demoras, este flujo de capital impactó definitivamente la vida de San Juan por más de doscientos años. Por ejemplo, las embarcaciones que trasportaban el situado se utilizaban para exportar productos nativos. La construcción de las fortificaciones requirieron abundante mano de obra que empleaba a los vecinos y a esclavos que eran rentados por sus amos. Finalmente, los salarios de los soldados promovían el comercio local. En otras palabras, la economía de San Juan en gran medida funcionaba en subordinación a un situado que no era regular y cuyas cantidades eran fluctuantes. Con la llegada de los Borbones a España hubo una revisión del sistema de defensas y se requirieron mayores fondos para mantener y reparar las fortificaciones que fueron testigos de cuatro grandes ataques enemigos. El situado mexicano llegó a su fin en 1810, cuando la Nueva España declaró su independencia y puso fin al situado.
El impacto más evidente del situado mexicano fue la militarización del islote de San Juan. Estudiosos han planteado que las transferencias de capital promovieron en la isla el desarrollo de dos dinámicas económico-sociales paralelas. Por un lado, la vida en San Juan proponía mayores oportunidades económicas, ya que surgían labores en torno a la defensa del Imperio relacionado a la construcción de fortificaciones y siempre en espera de alguna embarcación que permitiera el intercambio comercial. Por el otro, la cotidianidad en el resto de la isla, que no tenía participación en la defensa ni en el comercio legal, dependía de la agricultura de subsistencia y del contrabando de carnes, cueros y otros productos para su sustento. El país estaba dividido en los que participaban de la economía oficial y aquellos que subsistían de la economía de contrabando. El historiador oficial de Puerto Rico, Luis González Vales, propone que aunque el situado mexicano sí cumplió con el objetivo de construir un sistema de defensa prácticamente inexpugnable, no propició el desarrollo económico integral de la isla.
Autor: Gricel Surillo Luna
Publicado: 12 de septiembre de 2014