El régimen de la libreta consiste en un sistema compulsorio de trabajo, y se implementa a consecuencia de la falta de mano de obra libre que venía experimentándose en Puerto Rico desde principios del siglo XIX. La mano de obra libre se presentaba problemática a los hacendados por varios factores que impedían confiar en el campesino como fuerza trabajadora. El primer factor que se identifica es el “carácter estacional” del trabajo agrícola y el monocultivo que mantenía al trabajador fuera durante aproximadamente seis meses. El trabajo en el café y la caña solo duraba el tiempo de la zafra o de la recolección del café, pero luego de esto los campesinos quedaban desempleados. Podían mantenerse con lo que sembraban en sus casas y por esto el hábito de trabajo era poco regular y muy indisciplinado. No se podía contar con sus manos de obra. Ante esto es que se impone régimen de la libreta.
En el intento de su establecimiento, el Bando de Policía y Buen Gobierno promulgado en 1838 por el gobernador Miguel López de Baños, se encargó de seleccionar como jornalero a toda persona que no tuviese una propiedad de la que pudiese generar su subsistencia. Esta persona se veía en la obligación de ponerse al servicio de otra por el pago de un salario. Esta empresa consistía en una oficina en cada municipalidad en donde cada ciudadano de la clase libre sin medio de subsistencia debía ir a registrarse. En este proceso se le entregaba al jornalero una boleta con su número de registro y el jornalero que se mantuviera sin oficio durante un mes corrido era considerado de vago y las autoridades lo obligarían a trabajar en una hacienda durante una año. Este primer intento no proveyó gran cantidad de mano de obra. Pero en 1849 bajo el Gobierno de Juan de la Pezuela se emitió un nuevo reglamento y una nueva clasificación para los jornaleros; de esto surgió el régimen de la libreta. Para Pezuela un jornalero ahora era aquella persona que tenía un pedazo de tierra o que sembraba en un terreno ajeno, pero que su producto no le daba para subsistir. Se consideraba a una persona jornalera a los 16 años. A cada jornalero se le entregaba una libreta que, por obligación, debía llevar siempre consigo ya que en ella se estipulaban los términos de la contratación de su trabajo: salario, tiempo, deudas y observaciones sobre su conducta hechas por el patrono. Estas observaciones, en muchas ocasiones, eran desfavorables para el jornalero ya que manchaban su reputación y se les imposibilitaba conseguir trabajo en otro lugar. Así ataban de tal forma al jornalero que se les impedía, además, su libre contratación lo cual los ubicaba en una condición de esclavitud.
Sufrieron un sinnúmero de abusos a manos de patronos que, entre otras cosas, inflaban la cantidad de dinero adeudada por el jornalero a causa de los adelantos de salario y, de esta forma, los explotaban brutalmente obligándolos a trabajar mucho más. De esta manera, la “mano de obra” creció y hasta casi se equiparó la cantidad de trabajo del negro esclavo con la cantidad de trabajo del hombre libre jornalero. En el último tercio del siglo XIX, en 1873 se impuso tanto la abolición de la esclavitud como la de la libreta.
Autor: Zahira Cruz
Publicado: 12 de septiembre de 2014