Utilizar submarinos (“U-boote”, el término en alemán) para atacar las aguas del Caribe y, con ello, detener el flujo de suministros de guerra desde el Caribe hacia Estados Unidos y Gran Bretaña, dos de los enemigos de la Alemania nazi, fue la estrategia para ganar la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), puesta en marcha por el Gran Almirante Karl Döenitz.
Tanto Gran Bretaña como EE.UU. se abastecían en el Caribe de cromio refractario, níquel, tungsteno, bauxita, algodón de hebra larga y cobre. Además, recibían azúcar, café, frutas, cueros y carnes y, más importante aún, petróleo venezolano refinado en Aruba y Curazao. Döenitz estaba convencido de que, sin acceso a estos indispensables suministros bélicos, el bando aliado se vería obligado a rendirse. La realidad fue que estuvo muy cerca de lograr su objetivo en el 1942.
Aunque el Almirante había solicitado 25 submarinos para la llamada “Operación Neuland”, el líder nazi Adolfo Hitler solo le concedió cinco submarinos a operar simultáneamente para la misión. Éstos llegaron al Caribe el 16 de febrero de 1942 y, con sus certeros ataques, detuvieron el flujo de tanqueros petroleros y de barcos mercantes y de pasajeros hasta diciembre de ese año.
Los submarinos alemanes se valieron de ataques sorpresivos, generalmente en las noches, siempre controlados desde un centro de comando en Alemania. Las noticias acerca de los ataques alemanes mantuvieron en permanente estado de tensión a los marinos mercantes y a la población civil de las islas. Entre febrero y junio de 1942, los submarinos hundieron 100 embarcaciones de carga en el Caribe provocando escasez de combustible y de materiales para la construcción de aviones en el bando aliado.
En Puerto Rico la emergencia provocada por el bloqueo quedó en manos del gobernador estadounidense Rexford G. Tugwell (1941-1946). El funcionario solicitó repetidamente al Congreso estadounidense una asignación de $15 millones de dólares para adquirir una reserva de abastecimientos para tres meses, pero la misma tardó en aprobarse hasta 1944. También pidió infructuosamente para Puerto Rico la exclusión temporera de las disposiciones de la Ley de Cabotaje para que barcos extranjeros amigos pudieran abastecer la Isla y comprar sus exportaciones.
Durante el 1942, todos los caribeños sufrieron escasez de equipos industriales, suministros médicos y alimentos. Puerto Rico recibía regularmente unas 90,718 toneladas métricas al mes en alimentos, medicinas y otros productos. En el primer semestre de 1942, las acciones militares alemanas disminuyeron estas importaciones a entre 9,000 y 18,000, y en septiembre de 1942 solo se recibieron 6,350 toneladas métricas. En septiembre y octubre de 1942 solo arribó un barco carguero.
El año de 1942 fue uno de continua actividad militar: establecimiento de radares y modernos sistemas de comunicación en montañas e islotes, prácticas para la movilización de civiles, instalación de artillería antiaérea y costera, y reclutamiento de soldados. Los ciudadanos alemanes, italianos y japoneses residentes en Puerto Rico fueron tratados como enemigos y, como se sospechaba que podrían cooperar con el enemigo, tuvieron que registrarse y ser vigilados.
La población vivía en una atmósfera de temor. Tugwell recordó en sus memorias:
“Aquí estábamos desvalidos en nuestra isla mientras se hundía barco tras barco con nuestras provisiones, medicinas, equipos de bomberos, municiones y todas las demás necesidades. Nuestras pérdidas gradualmente sobrepasaron los embarques que sobrevivían. Nuestros hospitales estaban repletos de pasajeros y marinos rescatados; las bodegas poco a poco se quedaron vacías, los almacenes de alimentos se agotaron; no fue inusual solicitar al Continente un avión especial con una carga urgente: cloro para el sistema de suministro de agua; insulina y sulfa; repuestos para algunas maquinarias esenciales. Pero los alimentos eran la peor preocupación” (Tugwell, 201).
Cambios en la vida cotidiana
La guerra cambió los hábitos diarios de los puertorriqueños. Por ejemplo, a partir del 16 de febrero de 1942 el Gobierno inició un horario escalonado de servicios para que los trabajadores entraran y salieran a distintas horas: al reducir los tapones de tránsito, se economizaba combustible. Además, se redujo la hora de almuerzo de los empleados públicos de una hora y media a media hora para que no almorzaran en sus casas y economizaran gasolina, y se adelantaron los relojes una hora para aprovechar la luz del sol.
Aunque Tugwell promovió la producción local, la cantidad de alimentos producidos no era suficiente para suplir las necesidades de los puertorriqueños. Era necesario que las plantaciones de azúcar se dedicaran a la producción de alimentos, pero los cosecheros se negaban a hacerlo incluso sabiendo que no había barcos para exportar su azúcar. Ante el Congreso estadounidense, los cosecheros acusaron a Tugwell de ser “fascista” y “socialista”, y pidieron su remoción. Sólo mediante subsidios gubernamentales que igualaban las ganancias para ambos tipos de cosecha se logró que los cosecheros cooperaran en la emergencia.
Aunque el Departamento del Interior gestionó alimentos excedentes de los EE.UU. para Puerto Rico, éstos permanecían en los puertos norteamericanos durante meses en espera de espacio de carga hacia Puerto Rico. Y aunque había mercado en Estados Unidos para el ron boricua, no había embarcaciones para transportarlo allá. En abril de 1942 se exportaron unas 183,000 cajas de botellas de ron; en mayo, 150,000; en junio, 25,000; y en julio, menos de 20,000. Para resolver el problema algunas refinerías compraron goletas y yates usados para transportar ellas mismas sus productos.
El desempleo aumentó a medida que las distintas industrias en la Isla se quedaban sin materias primas y sin medios de exportación, mientras el Gobierno federal mostraba poco interés en atender el asunto. En 1942 la tasa de desempleo era de alrededor de 12%. Además, los salarios eran totalmente inadecuados (unos $0.41 diarios) al tiempo que los precios de las importaciones aumentaban por los altos seguros que los embarques pagaban debido a la amenaza de ataques submarinos.
Para atajar el desempleo, el gobierno insular inició proyectos de construcción y reparación de carreteras municipales, edificios, escuelas y hospitales. También se crearon empleos en proyectos agrícolas para aumentar la producción de alimentos de subsistencia. Aunque en otras islas caribeñas se desarrollaron nuevas empresas locales para sustituir las importaciones ausentes, en Puerto Rico esto se dificultó por su gran dependencia de las importaciones norteamericanas.
Incluso las personas que tenían el dinero para comprar eran incapaces de conseguir los productos que buscaban. El Gobierno colonial estableció el racionamiento de alimentos como el arroz, la manteca, la mantequilla, la carne y el café mediante un sistema de libretas de sellos de diferentes colores. Las libretas se distribuían mensualmente y las personas tenían que entregar los sellos correspondientes para poder comprar la cantidad especificada de cada producto. Como en las demás islas caribeñas, se desarrolló un “mercado negro” en donde una libra de arroz que normalmente costaba $0.03 centavos, se vendía en $1.50, pero podían conseguir de todo, hasta chocolates.
Algunos hábitos alimenticios fueron modificados. El arroz, las habichuelas, el bacalao, la carne y la harina, tuvieron que ser reemplazados por malangas, yucas, yautías, panapén y plátanos. El café se mezclaba con garbanzos y otros cereales para rendirlo. El arroz del tradicional “arroz con habichuelas” era sustituido por “funche” o “marota” de harina de maíz. Y al rellenar las tradicionales morcillas, el arroz fue sustituido por pan. La poca carne fresca disponible se encareció y para diciembre de 1942 la única disponible eran rabos y orejas de cerdo.
Cuando escaseó el jabón lavarropas, algunos comenzaron a hacer su propio jabón usando cebo de res. Para que los neumáticos duraran más tiempo, los remendaban con pedazos en buen estado de otros neumáticos sujetados con tornillos. Durante el verano de 1942, la situación se tornó tan seria que por algunos periodos no se vendió gasolina a conductores privados.
En los peores meses del bloqueo, Tugwell tuvo que pedir un puente aéreo de emergencia para un avión de la Marina que trajo 1,000 kg. de cloro, indispensable para potabilizar el agua. También cundió la alarma cuando el combustible diésel, comenzó a escasear. Éste permitía la operación molinos de caña y destilerías de ron, y suplía energía eléctrica a instalaciones militares, hospitales y refrigeradores industriales. En respuesta a la emergencia, el Gobierno decretó el cierre de algunas fábricas, recortó el servicio de electricidad varias horas cada día, y restringió la transportación a unos pocos autobuses públicos.
Mayo, 1943: derrota alemana
Afortunadamente, a partir de agosto de 1942 la supremacía nazi en el Caribe comenzó a mermar gracias al establecimiento del sistema de convoyes (junio, 1942) protegidos por destructores, cazasubmarinos, patrulleros y aviones equipados con radares, entre otras medidas. A partir de diciembre se restauró el flujo de alimentos y se cubrieron otras necesidades. Pronto los precios se estabilizaron y los puertorriqueños comenzaron a sentirse más seguros.
En mayo de 1943 Alemania nazi retiró sus submarinos y aceptó su derrota en la Batalla del Atlántico. Los submarinos alemanes lograron hundir en el Caribe la impresionante cantidad de 400 barcos mercantes, mientras que el Gobierno nazi solo perdió allí 17 de sus submarinos. Evidentemente, el desempeño de los oficiales nazis fue sobresaliente, con altos estándares de ejecución en el ataque.
La experiencia caribeña obligó a Estados Unidos a mirar hacia la región. Esto ayudó a incrementar en la posguerra su influencia en el Caribe, con Puerto Rico como su principal base de operaciones. Por su parte, caribeños quedarían afectados por la traumática experiencia de ser escenario bélico, y por el abandono de sus imperios en tiempos de crisis. El desamparo vivido generaría en la mayoría el germen de la lucha por su autodeterminación.
Referencias:
Döenitz, Karl, “Memoirs. A Documentary of the Nazi Twilight”, New York, Belmont Books, 1961.
Domenech, Ligia T., “Imprisoned in the Caribbean: The 1942 German U-Boat Blockade”, Indiana: iUniverse, 2014.
Rodríguez Beruff, Jorge, editor. “La tierra azotada. Memorias del último gobernador americano de Puerto Rico Rexford Guy Tugwell”. San Juan: Fundación Luis Muñoz Marín, 2009.
Autora: Dra. Ligia T. Domenech Abreu
Publicado: junio de 2021
Revisión: Dra. Lizette Cabrera Salcedo