Fajardo Sugar Company con la operación de cinco chimeneas.
El cultivo de la caña y la producción de azúcar que se deriva de ésta, forjaron en gran medida la economía e identidad nacional e internacional de Puerto Rico desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Cristóbal Colón en su segundo viaje trajo la planta de caña de azúcar. Donde primero se sembró en América fue en La Española (Santo Domingo), luego fue cultivada en Puerto Rico, Jamaica y Cuba.
Las primeras fincas de cultivo de caña datan del siglo XVI, éstas se conocían como ingenios o haciendas. Hacia 1522, Tomás de Castellón, estableció en Aguada el primer ingenio azucarero en Puerto Rico llamado “San Juan de las Palmas”. Para 1582 había cerca de 11 haciendas azucareras en distintos puntos de la Isla. Por esta época y parte del siglo XVI se exportaron cantidades limitadas del producto a España.
En el siglo siguiente, el desarrollo de la ganadería y la exportación de cueros sustituyeron el azúcar como fuente principal de la economía. Desde 1790 aproximadamente el azúcar se convirtió nuevamente en un producto principal de exportación. La Revolución en el Santo Domingo francés, mejor conocida como la Revolución en Haití o Haitiana (1791-1804) contribuyó al aumento de la producción azucarera en Puerto Rico y en Cuba. Haití era el principal productor y exportador de azúcar y otros cultivos para gran parte del mundo y con la guerra su producción se vio afectada. Para mediados de siglo XIX en Puerto Rico existían 789 haciendas azucareras. A partir de la segunda mitad de aquel siglo, la demanda de azúcar puertorriqueña por parte de Estados Unidos aumentó considerablemente.
No obstante dicho auge, el cultivo y la molienda del azúcar pasó por situaciones críticas a finales del siglo XIX. Diversos factores tuvieron que ver en ello, entre estos, la depreciación del azúcar moscabada y la reducción del volumen de la producción a causa de plagas, sequías y huracanes. Un factor fundamental en la crisis azucarera en la década de 1870 fue la competencia que enfrentó el producto puertorriqueño en el mercado internacional con la producción de azúcar de remolacha en Europa. Ésta tenía fama de ser de mejor calidad. El exceso de producción contribuyó a la reducción de los precios.
Para la segunda mitad del siglo XIX la fuerza trabajadora de la industria azucarera había dejado de ser en su mayoría esclava, también había campesinos agregados y jornaleros sometidos al régimen de la Libreta de Jornaleros. Las disputas entre España y Estados Unidos por cuestiones de tarifas de exportación e importación incidieron adversamente en las condiciones de la industria.
Con el establecimiento en 1873 de la primera Central de azúcar, la Central San Vicente en Vega Baja, la industria y sus diversas formas de producción fueron transformándose. Anteriormente las haciendas azucareras cultivaban, cortaban y procesaban la caña para fabricar el azúcar. El sistema de la central implicó la concentración del trabajo en el procesamiento de la caña con nuevas tecnologías. Las haciendas que cultivaban la caña y no tenían la capacidad económica para la inversión en complejos avances en maquinaria, se dedicaron a venderle las cañas a la central. Surgió la figura del colono puertorriqueño, quien cultivaba la caña y la vendía a las fábricas centrales para su molienda.
En 1898, tras la invasión estadounidense a Puerto Rico, la industria experimentó cambios adicionales. Inversionistas de Estados Unidos sustituyeron a muchos de los inversionistas europeos establecidos en la Isla y sobre todo a los hacendados del País. Se fundaron entonces grandes centrales azucareras con capital ausentista – procedente de Estados Unidos – tales como la Guánica Central y la Fajardo Sugar Co. El aumento de los precios del azúcar en los mercados mundiales, así como las inversiones de capital, contribuyeron a que Puerto Rico se convirtiera en uno de los principales productores internacionales de azúcar.
A pesar del establecimiento de los grandes emporios azucareros estadounidenses, algunas centrales de capital puertorriqueño trataron de subsistir, aunque en desventaja con respecto a la producción y ganancias de las centrales de capital de EE.UU. Para 1930, existían 44 centrales en funcionamiento. A partir de la década de 1940, sin embargo, las centrales comenzaron a perder fuerza por distintos factores. La caída de los precios del azúcar, los malos manejos de algunos administradores, la restricción del crédito a los colonos, así como las huelgas de la caña, crearon condiciones conflictivas que llevaron a la decadencia y posterior cierre de muchas en las décadas siguientes.
Tras la zafra récord de 1952, la industria experimentó un acelerado deterioro. Así también, la producción de azúcar pasó a un segundo plano ante el proyecto de industrialización del País Manos a la Obra. Un total de 17 centrales cesaron operaciones entre 1951 y 1968. A finales de la década de 1960, el Gobierno de Puerto Rico intentó rescatar la industria a través de un programa de rehabilitación. La Autoridad de Tierras adquirió un número significativo de éstas y creó en 1973 la Corporación Azucarera de Puerto Rico. A pesar de que el Gobierno se convirtió en el principal productor de azúcar del País, las centrales, tanto de capital privado como público, fueron cerrando escalonadamente. En el 2000, cesaron operaciones las últimas centrales que aún estaban en funciones: la central Roig en Yabucoa y la central Coloso, que había operado por casi cien años en el municipio de Aguada. Algunas de estas centrales azucareras fueron incluso refinerías y empacadoras de azúcar blanca.
Referencias:
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Zayas Rivera, Duhamel. “El verdor y dulce de nuestra caña de azúcar”. Edición del autor, 2004.
Publicado: 15 de septiembre de 2014
Revisión: Dra. Lizette Cabrera Salcedo, 1 de febrero de 2022