En una época donde no había música comercial que llegara a las masas, ni había música de moda que dictaran los medios de comunicación (ya que no había radio, ni televisión, ni grabaciones comerciales) el liderato misionero en Puerto Rico se preocupó por educar a los nuevos creyentes en la música de la Iglesia, a tal punto que algunos de sus cánticos se convirtieron en la música predilecta de muchos de los nuevos devotos. Además, algunos misioneros tenían el adiestramiento musical para acompañar los himnos en el armonio. Esto fue de mucha ayuda en la enseñanza de los himnos a las congregaciones. Se aprovecharon diferentes tipos de actividades tales como las campañas de evangelismo, campamentos juveniles, retiros, asambleas de las iglesias, reuniones de pastores y sociedades femeniles y juveniles para aprender nuevas himnos; y el himnario siempre estaba junto con la Biblia en las manos de la feligresía. Pero, sin duda alguna, fue en las escuelas bíblicas dominicales donde el himno tuvo un lugar muy especial en el currículo. Aquí aprendió la niñez y la juventud los himnos que fueron dando formación a su pensamiento bíblico y teológico, como el bien conocido: Cristo me ama. Igualmente, los alumnos adultos fueron afirmando un repertorio básico de himnos evangelistas que todavía se cantan.
Los distintos institutos teológicos, el Instituto Blanche Kellogg, el Instituto Politécnico, hoy UniversidadInteramericana (1912), el Seminario Evangélico de Puerto Rico (1919), la Academia Bautista de Barranquitas, (1926), McLean Conference Grounds y otras instituciones educativas auspiciadas por las iglesias misioneras también contribuyeron a la educación musical religiosa a través de sus ofrecimientos académicos y programas especiales de adiestramiento. Se tomaba muy en serio la educación de himnos de la Iglesia aunque fuera básicamente limitada al material que se ofrecía en los himnarios oficiales de las iglesias.
Desde sus comienzos, el Seminario Evangélico de Puerto Rico mantuvo un curso de lectura musical y otro en himnología a través de los cuales los estudiantes se adiestraban para el liderato musical en sus pastorados. Además, desde el principio, se organizó un coro y conjunto instrumental entre estudiantes y profesores, los cuales llevaban su música a las iglesias en actividades evangélicas y misioneras. Varios líderes en la música comenzaron a surgir como producto de la educación musical misionera. Algunas personas se destacaron como músicos, pianistas, organistas y directores de coro, y otras como traductores de nuevos materiales que no se encontraba en los himnarios. Otras, poco más tarde, comenzaron a destacarse como compositores y escritores de himnos.
La educación musical religiosa se enriqueció con la organización de pequeños conjuntos corales en las iglesias. Esto se debió a que la música de los himnos era a cuatro voces, lo cual proveía suficiente material para el canto coral sencillo pero agradable en sus armonías. Este elemento también resultó novedoso en la cultura puertorriqueña, pues con excepción de los coros de la Catedral que generalmente cantaban al unísono, no había coros parroquiales y muchos menos que cantaran a cuatro voces como lo hacían los grupos corales protestantes.
Entre los primeros coros organizados en las Iglesias evangélicas está el de la Segunda Iglesia Cristiana Discípulos de Cristo en Bayamón y el de la Primera Iglesia Bautista de Río Piedras, ambos fundados en el 1928 y que se han mantenido cantando de forma ininterrumpida desde entonces. El programa de música coral que comenzó en el Instituto Politécnico el Dr. Bartolomé Bover en 1933 al organizar la Masa Coral, sirvió de escuela para cantores y directores corales que luego formaron coros en sus iglesias a lo largo y ancho del país. De igual forma, la creación del Coro lnterdenominacional de San Juan en 1943, bajo la dirección de la misionera Winifred Williams y con el auspicio del Seminario Evangélico, sirvió de cátedra de música coral para muchas personas e iglesias. Un líder coral ponceño producto de la educación misionera, Wilfrido Jiménez Pantojas, organizó el Coro lnterdenominacional de Ponce, agrupación coral que estimuló la creación de muchos coros en las iglesias del sur. En el 1950, el Dr. ángel M. Mattos organizó el Coro Luterano Sión en Bayamón, con el cual hizo una singular contribución al desarrollo de la música coral en Puerto Rico.
Este artículo fue adaptado por el Grupo Editorial.
Autor: Luis Oliveri
Publicado: 30 de marzo de 2016.