Desde finales del siglo XIX hasta mediados del XX, la economía de Puerto Rico dependió principalmente del cultivo de la caña para la producción de azúcar. Durante esta época se crearon compañías que establecían centrales adquiriendo grandes extensiones de tierra para cultivar el fruto. Estas compañías molían la caña en factorías con maquinarias, que inicialmente funcionaban con vapor, y más adelante con electricidad que la propia central generaba. Cada una de las fábricas tenía cierta capacidad de molienda. Las características particulares de sus estructuras fabriles y de vivienda, variaba según las preferencias de los dueños o de las necesidades de producción. No obstante, existían estructuras arquitectónicas características de las centrales.
Las centrales azucareras no sólo eran centros fabriles. En casi todos los casos, también comprendían pequeñas comunidades donde había residencias individuales o cuarteles para trabajadores. En las centrales más grandes también existían tiendas, hospitales y escuela. Comúnmente, el dueño y su familia residían intermitentemente en la casa principal. El personal gerencial y profesional, como los administradores, químicos e ingenieros, con sus respectivas familias, residían permanentemente en la central. Sus casas, eran típicamente de una planta, levantadas sobre el terreno, construidas en madera y techadas con planchas de acero galvanizado corrugado (zinc). Los balcones solían ser amplios y estaban protegidos de los insectos por tela metálica. Estas residencias se encontraban localizadas cerca de la plaza o de las instalaciones industriales y de las vías de acceso.
La fábrica constituía la estructura principal de las centrales, la cual era típicamente grande, de hasta cuatro niveles, con entrepisos y varias naves. Estaba sostenida por elementos de acero o de madera y techada de planchas de acero galvanizado corrugado. La nave de los molinos, donde entraba el conductor de caña, se encontraba frente al batey, lugar donde se descargaba la caña que llegaba de los sembrados. Al extremo opuesto se encontraban las calderas y el almacén de bagazo. Esta estructura era muy amplia y alta, generalmente era una sola planta. Una grúa de plataforma se utilizaba para mover las pesadas mazas de los molinos. El departamento de calderas y el almacén de bagazo podían ser parte de la nave de los molinos o estar ubicados en edificios independientes. Las calderas eran tan masivas y altas que ocupaban casi todo el espacio del ala, excepto por los anchos pasillos que separaban o circundaban los conjuntos. Las chimeneas se encontraban adosadas a este espacio.
El edificio donde se procesaba el guarapo podía ser aún más alto que la nave de los molinos, pero su espacio podía estar subdividido hasta en cuatro plantas o niveles. La división se hacía en función de los dos procesos que se llevaban a cabo: la clarificación del guarapo y la cristalización y purgado del azúcar. Alguna de la maquinaria que se encontraba en este espacio incluía: los tachos, los tanques recibidores del guarapo, las mezcladoras, los calentadores, los clarificadores y las centrífugas. La organización de la maquinaria y las tuberías que llevaban el guarapo, las mieles, los siropes, el agua y el vapor variaba según la central y según la época, ya que, a medida que se iba integrando tecnologías nuevas, se redistribuían.
Las oficinas administrativas generalmente se encontraban en una sola estructura de dos plantas ubicada adyacente a la plaza. Estaba construida en madera u hormigón, según la época en que se hubiese construido la central en particular. Sin embargo, en algunas centrales las oficinas rompían este patrón debido a que ocupaban estructuras o partes de edificios cuya función original había sido otra.
Existían, a su vez, otras estructuras secundarias que podían o no estar adosadas al complejo principal, tales como los laboratorios los talleres y los almacenes generales. En los laboratorios se analizaban químicamente los guarapos, azúcares y cañas para determinar los respectivos grados de pureza. Por lo general, si en la central operaba un tren, entonces había talleres, los cuales podían ser mecánicos, en los que se hacían refacciones para maquinaria por medio de tronos, taladros, etc., o de herrería, para formar las piezas a base de tratamientos térmicos. Por último, los almacenes generales eran estructuras independientes de tamaño modesto que podían estar ubicadas en cualquier parte de la periferia del área industrial. Podían existir uno o varios y era frecuente que el uso de este espacio cambiara, por lo cual resultaba difícil caracterizarlos.
Adaptado por Grupo Editorial EPR
Fuente original Oficina Estatal de Conservación Histórica, La central azucarera en Puerto Rico (1898-1952), Volúmen I: Contexto histórico y tipología de sus elementos.
Fuentes adicional: Zayas Rivera, Duhamel. El verdor y dulce de nuestra caña de azúcar, 2004.
Publicado: 15 de septiembre de 2014.