Antes de la década de 1950 varios artistas puertorriqueños se instalaron en Estados Unidos. Por lo general, trabajaron aislados unos de otros y de los ambientes artísticos de la época. Sus esfuerzos y logros son muy parecidos a las tribulaciones de los puertorriqueños que los antecedieron, sobre todo en lo que respecta a los peregrinajes en busca de maestros y de experiencias formativas fuera de la Isla. La representación de escenas nativas y la creación de símbolos que aluden a ambientes hostiles y ajenos son hasta el presente temas obligados para los artistas boricuas que se fueron a Estados Unidos y aún, aquellos nacidos o criados en esa nación.
Entre ellos estaba Juan De’ Prey, de ascendencia haitiana, y puertorriqueña, quien llegó a Nueva York en 1929 y se dio a conocer por paisajes que muestran nostalgia por su tierra natal. Posteriormente, su estilo ha sido comparado con el de Gauguin, en particular sus retratos de niños y niñas. Antes de convertirse en uno de los más célebres artistas puertorriqueños, Lorenzo Homar estuvo unos años en la urbe neoyorquina en la década de 1930, como diseñador de joyas de la prominente casa Cartier. Rafael D. Palacios llegó a Nueva York en 1938. Era pintor, pero hizo su carrera como ilustrador de libros y cartógrafo para las principales casas editoras de Estados Unidos. Según señala la historiadora de las artes, Marimar Benítez, Olga Albizu fue otra artista puertorriqueña que logró reconocimiento en Nueva York y expuso en la Galería de la Asociación de Estados Americanos, y además diseñó carátulas de discos para la casa RCA Victor.
Durante esos años no era fácil para los artistas puertorriqueños o hispanos abrirse paso en los círculos artísticos estadounidenses. Correspondió a la propia comunidad promover espacios y oportunidades para educar, desarrollar, y exponer a sus artistas. Uno de los primeros intentos fue el establecimiento en 1956 de la sociedad y taller de artes creativas Los Amigos de Puerto Rico, una iniciativa de la artista, cantante, y bailarina puertorriqueña, Amalia Guerrero. En su ensayo sobre los artistas puertorriqueños en Nueva York, Susana Torruella Leval, directora emérita del Museo del Barrio, fundado en 1970, ha señalado que por más de dos décadas, algunos de los mejores artistas de Puerto Rico vinieron al taller de Guerrero a enseñar, aprender, o refinar sus talentos creativos y las técnicas de su profesión artística en un ambiente solidario. Décadas después este grupo también expandió sus esfuerzos a la comunidad artística hispana con la fundación, en 1985, del Museum of Contemporary Hispanic Art (MoCHA; Museo de Arte Hispano Contemporáneo).
Operación Serenidad
Durante los años de la Gran Migración puertorriqueña a Estados Unidos (desde mediados de la década de 1940 a 1960), la actividad cultural de la diáspora se vio influida por una ambiciosa iniciativa del Gobierno de Puerto Rico durante la década de 1950. Para contrarrestar algunos de los efectos de los rápidos cambios que estaban ocurriendo en el País a raíz de la transformación socioeconómica desencadenada por el programa de industrialización, “Operación Manos a la Obra”, el gobernador Luis Muñoz Marín propulsó “Operación Serenidad”. Esta fue una iniciativa cultural de amplio alcance cuyo propósito fue establecer un equilibrio entre la rápida industrialización y modernización de la Isla, y la preservación de los valores distintivos del patrimonio cultural isleño. Algunos de los logros principales de Operación Serenidad fueron la creación del Instituto de Cultura Puertorriqueña (1955), la División de Educación de la Comunidad (DIVEDCO; 1949), el Conservatorio de Música (1959), el Festival Casals (1956) de música clásica, y el Festival de Teatro Puertorriqueño (1956). Otras iniciativas de Operación Serenidad fueron una serie de incentivos a las artes, tales como becas y fondos para viajes, representaciones, exposiciones, películas, y publicaciones.
La División de Migración
En la década del 1950, las artes puertorriqueñas en Nueva York también recibieron respaldo de instituciones tales como el Instituto de Puerto Rico, dirigido por Luis Quero Chiesa, y la División de Migración, establecida por el Gobierno de Puerto Rico, en esos años dirigida por Joseph Monserrat. La División de Migración auspiciaba la Galería Oller-Campeche, donde muchos artistas tuvieron ocasión de dar a conocer sus trabajos. Estas actividades complementaban el esfuerzo de Los amigos de Puerto Rico. La presencia de los talentosos artistas de la Isla, Rafael Tufiño (1922-2008) y Carlos Osorio (1927-1984), en Nueva York también enriqueció la actividad artística. En décadas posteriores, artistas como Antonio Martorell (1939) y Elizam Escobar (1948-2021), entre otros, promovieron vínculos entre la Isla y la diáspora con sus continuas actividades articuladas en ambos lugares. En este sentido pueden ser considerados artistas “transboricuas”, ya que se mueven con relativa frecuencia y facilidad entre los dos contextos culturales.
Nuevas generaciones en Nueva York y otras ciudades
Para las décadas de 1960 y 1970 fue que los puertorriqueños nacidos o criados en Estados Unidos se dejaron sentir en el ámbito artístico, con obras que combinaban las imágenes, símbolos y tradiciones de la patria ausente con elementos de la dura realidad de la vida de los barrios neoyorquinos. A través de murales, carteles, serigrafías, esculturas, pinturas, caricaturas, y fotografías, el universo artístico de la diáspora comenzó a florecer por esos años y a plasmar lo que significa el ser puertorriqueño en un ambiente bicultural. Un gran número de estos artistas capturaron en sus obras las diversas luchas comunitarias sociales y políticas de esa época. También se beneficiaron del auge del movimiento de revitalización étnica y racial de la década de 1970 que se extendió a todos los llamados grupos minoritarios de la nación estadounidense; movimiento influenciado por las luchas por nuevas leyes de derechos civiles (Civil Rights Act), aprobadas por el Congreso de Estados Unidos en 1964.
Aunque a veces los barrios estaban llenos de graffiti, los artistas boricuas supieron utilizar el arte público para canalizar de manera creativa su indignación respecto a las condiciones de racismo y marginalidad socioeconómica enfrentadas por los migrantes de la Isla en la sociedad estadounidense; o para celebrar y afirmar diferentes aspectos de su herencia cultural y el desarrollo de sus comunidades, y defender sus derechos civiles. Las imágenes de un Puerto Rico mítico —la mansión de todo bien— empezaron a engalanar las paredes de los barrios, particularmente en áreas comerciales como La Marketa (réplica de una plaza del mercado isleña), localizada en El Barrio (Spanish Harlem) de Manhattan, y frecuentada por los boricuas en busca de la compra de viandas, frutas, y otros productos típicos de la cocina de su tierra natal.
La añoranza de sus vidas en la Isla, fue un leitmotif importante de la producción artística y literaria. Marimar Benítez ha señalado en su ensayo “The Special Case of Puerto Rico” (1988), que artistas como Johnny Vázquez y Millito López expresaban aspectos de esa nostalgia en sus murales con escenas de la ruralía puertorriqueña. Otros artistas, como Pedro Villarini, crearon pinturas que reubicaban escenas del paisaje campesino y las tradiciones puertorriqueñas en el ambiente frío e incoloro de la ciudad de Nueva York.
Arte público

Mural “Sea of Flags” del artista Gamaliel Ramírez localizado en el Paseo Boricua (Colección fotográfica del PRCC)
Al igual que sus compatriotas en la Isla, los artistas afiliados al Taller Alma Boricua (mejor conocido como Taller Boricua), fundado por un grupo de artistas (entre ellos, Marcos Dimas, Adrián García, Carlos Osorio, Manuel “Neco” Otero, Martín Rubio, Fernando Salicrup, Armando Soto, y Jorge Soto) en 1970, continuaron dándole difusión a los carteles y murales, como una manera de llevar el arte y la cultura a las comunidades neoyorquinas y concientizar a sus habitantes. En la ciudad de Filadelfia, el Taller Puertorriqueño, fundado en 1974, también promovió actividades en las artes gráficas, el arte público y otras actividades culturales. Desde entonces, se ha convertido en la organización más grande en promover las artes y la cultura de la comunidad puertorriqueña y de otros grupos latinos. En el medio oeste, la ciudad de Chicago fue otro lugar importante en el fomento de las artes y tradiciones culturales puertorriqueñas. El establecimiento del Centro Cultural Puertorriqueño Juan Antonio Corretjer (Juan Antonio Corretjer Puerto Rican Cultural Center; PRCC) en 1973 en esa ciudad, fue un logro indispensable para impulsar el desarrollo del Paseo Boricua, una de las comunidades puertorriqueñas más reconocidas en Estados Unidos. Entre los más emblemáticos murales del Paseo Boricua se encuentra “Sea of Flags” (Mar de banderas), concebido por el artista, Gamaliel Ramírez en 2004. Ramírez, nació en el South Bronx, pero sus padres se mudaron a Chicago cuando tenía 6 años. El artista solía decir que era un “Chi-Nuyorican”, aunque también vivió en Puerto Rico después de jubilarse de su profesión de maestro de arte en las escuelas de Chicago, y murió de cáncer, siete años después de su regreso a la Isla, donde había continuado sus actividades artísticas.
A la entrada y el final del Paseo Boricua se encuentran unas gigantescas esculturas de acero de la bandera puertorriqueña, que sirven de cruzacalles a Division Street, su vía principal. Estas fueron construidas para durar por varios siglos. El PRCC también apoyó la fundación del Institute of Puerto Rican Art and Culture (Instituto de Arte y Cultura Puertorriqueña) en el 2000, que luego se convirtió en el National Puerto Rican Museum for Art and Culture (Museo Nacional de Arte y Cultura Puertorriqueña; NMPRAC) en el 2016.

Foto de Plaza Betances en Villa Victoria, Boston (Colección fotográfica de Edna Acosta-Belén)
En la comunidad de Villa Victoria en Boston, un proyecto de vivienda que surgió de las luchas de los puertorriqueños para evitar la desaparición de su comunidad en el South End, durante los años de proyectos de renovación urbana de la ciudad que intentaron, desde mediados de la década de 1960 y la década subsiguiente, desplazar a algunas de las comunidades pobres para construir condominios y edificios comerciales. El proyecto residencial Villa Victoria se terminó de construir en 1976. A su entrada se construyó la Plaza Betances. En ésta se creó un mural de cerámica gigantesco en el que participaron muchos de los jóvenes de la comunidad con diseños de su vida cotidiana y otros símbolos de la historia y la cultura puertorriqueñas y su lucha por la libertad; representada en este caso, por los inquilinos boricuas que lucharon por la creación de Villa Victoria y la figura histórica inspiradora de Ramón Emeterio Betances. En la Plaza también se instaló un portal de bienvenida y un letrero que proclama, “Lucha Puertorriqueña, ‘Orgullo Borincano’”.
El arte público se ha convertido en una actividad creativa recurrente entre los artistas boricuas en Estados Unidos. La escultura de acero de Rafael Ferrer “Puerto Rican Sun” (Sol Puertorriqueño), instalada en el sur del Bronx en 1979, impartió un toque tropical a un ambiente urbano estéril y de inviernos fríos, mediante la imagen de tomar el sol bajo las palmeras. Nacido en Santurce en 1933, el artista, quien también es músico, recibió la mayor parte de su educación en Estados Unidos y vivió en Nueva York, antes de radicarse en Filadelfia. En 1988, Manuel (Manny) Vega, nacido en el Bronx en 1956, representó tradiciones musicales afropuertorriqueñas en su mural “Playa de amor”. Un año después, la Autoridad Metropolitana de Transportes de Nueva York comisionó a la artista Nitza Tufiño—nacida en México en 1949, hija de madre mexicana y padre puertorriqueño (el artista Rafael Tufino)—para crear un monumental mural de cerámica en la estación del subterráneo de la calle 103 y avenida Lexington del Barrio. Su impresionante pieza, “Neo-Borikén”, utiliza el motivo de los petroglifos taínos en colores brillantes. Nitza Tufiño fue también la primera mujer en las artes gráficas y el grabado afiliada al Taller Boricua desde su fundación. De manera similar, más de dos décadas y media después, Manny Vega también creó en 2015, una serie de murales de mosaicos bizantinos en la estación del subterráneo de la calle 110 y avenida Lexington del Barrio, recreando aspectos de la gente que trabajaba o hacía sus compras en la Marqueta y otras escenas de tradiciones culturales boricuas. Su mosaico de cristal, “Remembering Julia” (Recordando a Julia; 2006), fue un homenaje a la ilustre poeta puertorriqueña Julia de Burgos, quien vivió en El Barrio hasta su fallecimiento en 1953. El mural se encuentra localizado en la calle 106 entre Lexington y la sexta avenida, la cual lleva el nombre de Julia de Burgos Boulevard.
Juan Sánchez

Obra “Conditions that Exist” de Juan Sánchez (Foto provista por Latino(a) Research Review, University at Albany, SUNY)
Quizás el artista que más poderosamente ha plasmado las imágenes, tradiciones y dilemas de la población puertorriqueña en los barrios de Nueva York en sus cuadros y collages, es Juan Sánchez. Nacido en Brooklyn en 1954, de padres procedentes de la Isla, Sánchez es profesor de arte en Hunter College, CUNY, además de trabajar en su estudio en Brooklyn. Sus obras forman parte de las colecciones del Museo Metropolitano, el Museo de Arte Moderno, el Whitney Museum of American Art, el Museo del Barrio en Nueva York, la Biblioteca del Congreso y el Instituto de Cultura Puertorriqueña.
Uno de sus trabajos más reconocidos es “Conditions that Exist” (Condiciones que Existen, 1990), un tríptico pictórico que usa a la bandera puertorriqueña de trasfondo e introduce preguntas escritas en la bandera sobre la identidad puertorriqueña: “¿Dónde está mi casa?, ¿Dónde está mi país?, ¿Para dónde vamos?“. Preguntas que surgen en el contexto bicultural y bilingüe de una diáspora boricua que sigue creciendo a pasos agigantados y produciendo nuevas generaciones de puertorriqueños nacidos en Estados Unidos y que, a su vez, presencia la continua llegada de nuevas generaciones de migrantes que provienen de la Isla. Las preguntas formuladas por Sánchez en esta obra, plantean preocupaciones muy parecidas a las que introdujo la generación de escritores de 1930 en Puerto Rico, para expresar su preocupación fundamental sobre la preservación de la cultura puertorriqueña y el español en un contexto colonial isleño dominado en esos años, por políticas de americanización y de imposición del inglés como el idioma principal de enseñanza en las escuelas públicas, implementadas por gobernadores estadounidenses asignados a la Isla. Estas preocupaciones y discusiones sobre temas relacionados con las identidades de la nación puertorriqueña se extendieron a generaciones subsiguientes, incluyendo los artistas y escritores de la diáspora.
Los investigadores Gladys Jiménez-Muñoz y Kelvin Santiago (1995) en su ensayo “Re/Defining. Re/Imagining Borders: The Artistic Production of Juan Sánchez” (Latino(a) Review of Books, Vol 1, no. 1, 1995), han sintetizado la esencia de la producción artística de Sánchez en la siguiente cita: “¿Acaso no es esto lo que significa ser puertorriqueño, particularmente en Estados Unidos: estar atrapado entre el español y el inglés; ser el híbrido tropical caribeño en el frío yermo de Niuyol City, tratar de negociar entre la [norte] americanidad y la latinoamericanidad, entre el «welfare» y las «936», «cruzar el charco» en la «guagua aérea», etc.? No es casualidad que estos sean los temas que Sánchez incluye (explícita o implícitamente) en sus cuadros recientes”.
Puerto Rican Embassy
Entre otros artistas visuales destacados de la diáspora se encuentra el ya fallecido, Adál Maldonado (1948-2020), nacido en Utuado donde vivió hasta que su familia se mudó a Trenton, Nueva Jersey cuando tenía 13 años. En colaboración con sus colegas también fallecidos, el activista nuyorriqueño y antiguo miembro de los Young Lords, Eddie Figueroa, y el reconocido poeta del movimiento nuyorriqueño Pedro Pietri (1944-2004), Maldonado y Pietri crearon el portal del web, “El Puerto Rican Embassy” (La Embajada Puertorriqueña) en 1994. Este portal se basó en el concepto de “El Spirit Republic of Puerto Rico” (El Espíritu de la República de Puerto Rico), originado por Figueroa, unos años antes de su muerte en 1991. El ahora desaparecido “Puerto Rican Embassy” emitía pasaportes puertorriqueños y compuso un himno nacional puertorriqueño en “Spanglish”. También promovió “un estado mental soberano”, a manera de contrapunto al estado no soberano de Puerto Rico. En resumen, fue un proyecto artístico que dejó su huella, dirigido a descolonizar mentalidades y usar el arte como una estrategia de resistencia y liberación.
“La Borinqueña”: novela gráfica

(Representación del personaje “La Borinqueña”, originado por Edgardo Miranda-Rodríguez, imagen provista por el artista)
El desarrollo de las artes gráficas incluye además la creación de las tirillas cómicas o paquines, los cuales cuentan de una larga tradición popular en la cultura de masas, y las novelas gráficas, género que ha adquirido mayor popularidad desde la década de 1990. La obra artística de Edgardo Miranda-Rodríguez, ha estado influenciada por sus experiencias como escritor con la compañía Marvel Entertainment. Esos lazos le inspiraron a crear la novela gráfica en serie, “La Borinqueña”, nombre que el artista atribuye a la historia de su joven protagonista, una superhéroe puertorriqueña afrodescendiente criada en Nueva York, cuya identidad secreta es la de Marisol Ríos de la Luz, estudiante universitaria en Columbia University. Durante un viaje de investigación a Puerto Rico para completar su tesis subgraduada en estudios ambientales, Marisol visitó unas cuevas indígenas y fue atraída por una estrella brillante de cristal (conocida como “la estrella del camino”/”Star that lights the way”), mencionada en las leyendas de los aborígenes de la Isla. Al tocarla, ésta estrella le concede a la joven algunos de los superpoderes, que en la cultura popular han sido atribuídos a los miembros de las ligas de superhéroes de los paquines, el cine, y la televisión. Como supermujer, Marisol puede volar, es súper fuerte, y se dedica a combatir las injusticias y la maldad, además de ayudar o proteger a su comunidad y al medioambiente. La imagen de este personaje en vuelo apareció en la portada de la primera impresión de La Borinqueña en el 2016, seguida de una secuela publicada en 2018, y otra tercera ya anunciada y por salir en o 2021.
Nacido en Nueva York en 1970 y criado en el South Bronx, Miranda-Rodríguez tuvo la oportunidad de vivir en Puerto Rico, cuando su familia se mudó a la Isla por un tiempo. Esto le permitió familiarizarse con su historia y fortalecer sus lazos culturales con la tierra de sus progenitores. Es hoy día productor ejecutivo, escritor, editor, director artístico, y dueño de la compañía Somos Arte, publicadora de La Borinqueña y de otros libros, localizada en Brooklyn, donde también tiene su estudio. El artista fue también productor de la antología de escritores y artistas de la industria de los cómics, “Ricanstruction: Reminiscing & Rebuilding Puerto Rico” (2018), cuyas ganancias fueron donadas para proveer comida, ropa y lámparas solares a los damnificados del huracán María en Puerto Rico.
Miguel Luciano
Por otro lado, Miguel Luciano nacido en San Juan en 1970, ha sido residente de la ciudad de Nueva York por muchos años, donde es parte de la facultad de la Escuela de Artes Visuales (School of Visual Arts). Luciano se dio a conocer en la comunidad de la diáspora en el año 2000, cuando dio comienzo a su serie de reinterpretaciones satíricas de etiquetas caricaturescas que fueron usadas en las latas de batatas que eran enlatadas y comercializadas en Louisiana y otras partes de Estados Unidos en las décadas del 1930 y 1940, bajo las marcas Uncle Kola’s y Aunt Lody’s Yams (figuras afroamericanas estereotipadas similares a Aunt Jemima, la conocida marca de harina de pancakes y syrup). Las etiquetas de las latas de batatas hacían alusión a los “Louisiana Porto Ricans”, ya que después de la invasión de Puerto Rico en 1898, el comercio entre San Juan y el puerto de Nueva Orleans fue parte de la actividad económica promovida por empresas estadounidenses y éstas a menudo contrataban trabajadores agrícolas de la Isla durante temporadas de siembra o cosecha de sus fincas. En sus diversas reinterpretaciones de estas imágenes mediante una serie de acrílicos, Luciano proyecta visiones críticas contemporáneas sobre la situación colonial de los puertorriqueños, como se demuestra también en la etiqueta inventada de la marca “Cooño” (2000), pieza que recalca los bombardeos de la Marina estadounidense en la isla de Vieques. En otras reinterpretaciones, el artista critica el consumo masivo de productos estadounidenses por parte de los puertorriqueños. Uno de sus trabajos más recientes en este renglón, incluye la etiqueta de un producto de su invención de la marca “Vulture Brand Yams” (Batatas Marca Buitre; 2017). Esta etiqueta, en particular, destaca la rapacidad de los agentes vendedores de bonos de alto riesgo (hedge funds) que contribuyeron a la crisis fiscal de la Isla que se desató en 2014 y la imposición de la Junta de Supervisión Fiscal por el Congreso de Estados Unidos dos años después. (www.miguelluciano.com-louisiana-porto-ricans)
Manifestaciones de la rematriación: Yasmín Hernández
La nueva generación de artistas boricuas de la diáspora también incluye a la talentosa, Yasmín Hernández, nacida en Brooklyn, Nueva York. Hija de madre y padre ponceños, en 2014, Hernández se “rematrió” (palabra que usa en vez de “repatrió”) de Brooklyn a Borikén. En su “Rematration Manifesto” (Manifiesto de Rematriación), la artista describe el significado de su nueva estética: “La trinchera se convierte en una metáfora del agotador viaje de retorno y la lucha por permanecer en la Isla, cuando se toma en consideración los desafíos de la situación colonial. ‘El ‘salir de las trincheras’ se asemeja a la experiencia de no vivir en ellas en el interior de la colonia, sino al retorno desde las entrañas del monstruo, el colonizador, a buscar refugio en la matriz de la madre patria de mis ancestros” (www.yasminhernandez.com/rematriating-boriken). En las culturas indígenas la palabra “rematriación” también se refiere al proceso de reconectar con la Madre Tierra y los ancestros con el fin de lograr la sanación espiritual y mantener la cordura cultural. Desde que se mudó a la Isla, Hernández vive en el pueblo de Moca.

Foto de “De-Debt, Decolonize” de Yasmín Hernández (Foto provista por la artista)
Por lo general, sus obras artísticas han destacado temas sobre la situación colonial de la Isla y las luchas históricas de liberación nacional, y dan debido reconocimiento a mujeres en nuestra historia que han luchado por la liberación de las mujeres y de su patria. Algunas de las piezas más recientes, también visualizan la descolonización de la Isla. Un buen ejemplo es, “De-Debt, Decolonize” (2018), lienzo de técnica mixta que destaca la crisis causada por la deuda del gobierno isleño y la imposición de la Junta y que, a su vez, afirma la necesidad de descolonizar a Puerto Rico.
Las obras anteriores más conocidas de Hernández, incluyen la instalación de paneles “Soul Rebels” (Almas Rebeldes), que fueron colocados en las puertas del Museo del Barrio en 2005. Los paneles son pinturas de boricuas cuyas voces poéticas denunciaron la opresión social, racial, y de las mujeres, que han servido de inspiración a las luchas puertorriqueñas en la urbe neoyorquina: Julia de Burgos, Pedro Pietri, y Piri Thomas, entre otras figuras.
Otro de los proyectos de instalación que la artista comenzó en 2007, es la exhibición “Bieké: Tierra de Valientes” (2009), auspiciada por el Museo del Fortín del Conde de Mirasol de Vieques. Esta última, hace uso de segmentos grabados de sus entrevistas a viequenses, diapositivas de retratos y pinturas de algunos de sus valientes ciudadanos, y fotos de su entorno ecológico, usadas para destacar diferentes aspectos de la lucha social y política de la isla de Vieques. Esta lucha solidaria fue dirigida a conseguir la paz y la justica por los daños devastadores infligidos a la salud de su población y a su ambiente; causados durante más de medio siglo por el establecimiento de una base naval de la Marina estadounidense en 1941, y de sus polémicos bombardeos y ejercicios militares con varios tipos de municiones que finalmente concluyeron en el año 2001, dos años antes de la Marina cerrase sus facilidades en la Isla Nena. La conocida serie “Archivos Subversivos” (2007), creada por Hernández, trata de desenmascarar la práctica sistemática encubierta de las autoridades policiales de la Isla y de Estados Unidos de perseguir a muchos individuos que perdieron sus vidas, fueron encarcelados, o fichados de subversivos por apoyar el nacionalismo o la independencia de Puerto Rico. Su galería titulada “Puerto Rican Liberation” incluye, además, una gama de pinturas de prisioneros políticos nacionalistas que pasaron muchos años en prisión.
Otros artistas fuera de Nueva York
Otros reconocidos artistas que continúan difundiendo el legado artístico puertorriqueño en Estados Unidos, incluyen a Pepón Osorio, nacido en San Juan en 1955 y radicado en Filadelfia, y Bibiana Suárez, nacida en Mayagüez en 1960 y radicada en Chicago. Las numerosas instalaciones de Osorio y su característico uso de técnicas multimedia, incluyen “El Velorio” (1991), la cual dramatizó los efectos funestos de la epidemia del SIDA (AIDS) en las comunidades de origen latino durante esos años. El artista enseña en el Tyler School of Art Institute de Temple University y en 1999 recibió una de las prestigiosas becas del McArthur Foundation; mejor conocidas como “genius grants” (becas para genios). Suárez, catedrática de Arte en De Paul University, ha sido reconocida por sus diversas instalaciones, entre ellas, Memoria/Memory (2011-2012), que usa el estilo de cartas del juego “Memory”, para enfocar las localizaciones, historias, y experiencias de las diversas nacionalidades tradicionalmente identificadas como parte de la población latina; y Domino/Dominó (1998), donde usa su propia experiencia como puertorriqueña que ha residido más de la mitad de su vida en Chicago, para demarcar las diferencias entre aculturarse —es decir, ser parte de un intercambio intercultural entre dos culturas—y resistir la asimilación a la cultura estadounidense.
Sin lugar a dudas, un gran número de destacados artistas boricuas de diversas generaciones han dado a conocer sus respectivas obras en Estados Unidos, Puerto Rico y otros países. Su legado artístico refleja una combinación de temas e imágenes directamente conectadas a su entorno y vidas como parte de las diversas comunidades de la diáspora, y de hechos o situaciones históricas del pasado y el presente que han afectado las vidas de sus compatriotas de la Isla. Muchos otros artistas boricuas en diferentes estados y ciudades continúan enriqueciendo ese legado.
Referencias:
Benítez, Marimar, “The Special Case of Puerto Rico” en The Latin American Spirit: Art and Artists in the United States, 1920-1970. Bronx Museum for the Arts, 1988.
Torruella Leval, Susana. “Los artistas puertorriqueños en Estados Unidos: solidaridad, resistencia, identidad” en Puerto Rico: Arte e identidad. Río Piedras: PR: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998.
Páginas de Web de artistas mencionados:
Yasmín Hernández, www.yasminhernandezart.com
Miguel Luciano, www.miguelluciano.com
Edgardo Miranda-Rodríguez www.somosarte.com; www.la-borinquena.com
Pepón Osorio https://art21.artist/pepon-osorio/
Juan Sánchez www.facebook.com/guaninsanchez
Bibiana Suárez www.bibianasuarez.com
Autoras: Dra. Edna Acosta-Belén y Dra. Margarita Benítez
Actualizado: 15 de marzo de 2021
Revisado: Dra. Lizette Cabrera Salcedo, 16 de marzo de 2021