Ana Helvia Quintero, Humanista del Año 2008
Agradezco a la Fundación esta distinción, a Fernando Agrait por sus palabras y a todos ustedes por acompañarnos esta noche. Como ha dicho Fernando, mi dedicación principal ha sido dirigida hacia la educación. A medida que trabajo en diversos proyectos educativos descubro opciones para mejorar la enseñanza, así como obstáculos que hay que superar para que todos tengan una educación de calidad.
Por ejemplo, uno de cada cinco estudiantes que comienza su primer grado no termina su cuarto año. Esta proporción aumenta a uno de cada dos entre los estudiantes de bajos ingresos económicos, o sea, la mitad de los jóvenes de este sector social no termina su escuela superior. Ellos constituyen la mayor parte de la fuerza laboral que se clasifica como ociosa; está fuera de la escuela y del mercado de empleo. Además, la mayoría de los jóvenes en instituciones carcelarias, de custodia, y de tratamiento para la adicción a drogas, dejó la escuela sin completar el nivel superior. En efecto, la mayor parte de los jóvenes en nuestras cárceles son desertores escolares, estudiantes a quienes la escuela no les abrió posibilidades.
Corrientemente se justifica esta situación caracterizando a estos jóvenes desertores como personas problemáticas. Compartiendo con jóvenes desertores en las cárceles, a través del Programa de Confinados Universitarios que dirige el padre Fernando Picó, y con jóvenes desertores fuera de la cárcel, en el programa Nuestra Escuela, que dirige Justo Méndez Aramburu, he visto otra cara de esta juventud. Muchachos ingeniosos, deseosos de superarse, en busca de un mejor futuro que la sociedad muchas veces les cierra.
Nos debemos preguntar cómo desarrollar alternativas que permitan que ese ingenio, inteligencia y energía, puedan sobreponerse a los muchos problemas que tiene la mayor parte de estos jóvenes para dedicarse a tareas que enriquezcan nuestra sociedad en lugar de menoscabarla.
En esta búsqueda es preciso considerar el planteamiento del Catalán Ferrés en su libro Educar en una cultura del espectáculo(2000) “…tal vez el fracaso escolar se deba a la incapacidad de la escuela a tender puentes con la cultura y con los intereses y capacidades de las nuevas generaciones” (págs. 37-38).
Mi experiencia trabajando en diversos proyectos en las escuelas, así como en el Programa de Nuestra Escuela para desertores escolares, me lleva a concluir, coincidiendo con Ferrés, que el principal reto educativo que enfrentamos nada tiene que ver con la centralización del Departamento de Educación, sino que estriba en la falta de pertinencia de la escuela para los estudiantes, sobre todo para aquellos que viven en áreas de pobreza urbana. Así lo testimonian unos jóvenes al historiador y educador Fernando Picó, según lo expuso en su libro Vivir en Caimito, con expresiones como las siguientes: “Esas maestras lo que quieren es mandar a uno… no me gusta… te enzorras”; “La escuela hoy en día ya no enseña ná’”; “La mejor escuela que hay en el mundo es la calle”.
Conversando con una maestra en una escuela superior de un residencial en San Juan sobre la realidad de vida de sus estudiantes, comentó: “¡Es que es otro mundo!” Cómo desarrollar una escuela efectiva para atender y comprender a este “otro mundo” es uno de los retos mayores que tenemos como país.
No partimos de cero en esta construcción. Experiencias en escuelas y proyectos que trabajan efectivamente con estudiantes que provienen de áreas de pobreza urbana, tanto en Puerto Rico como en el exterior, apuntan a elementos que es necesario tomar en cuenta. Para comenzar, es necesario reconocer la enorme necesidad de apoyo en lo relacionado al desarrollo emocional de muchos de estos estudiantes. De hecho, al trabajar con los jóvenes desertores de Nuestra Escuela hemos encontrado jóvenes que han sido lacerados emocionalmente en sus vidas, induciendo un comportamiento antagónico a la cultura escolar. La mayoría de estos jóvenes viven desde su niñez en un ambiente de violencia en el círculo familiar; violencia física y sicológica entre sus padres, y hacia ellos; violencia de la sociedad a través de la marginación, la desigualdad, el rechazo a lo diferente y la falta de oportunidades efectivas. Por eso en las clases se desenvuelven con violencia emocional, volcada contra el maestro, que a su vez responde en forma agresiva y hostil. El rechazo por parte del maestro y la estigmatización a que se ve sometido el estudiante por su fracaso, genera una especie de círculo vicioso. Así nos lo expresaron unos jóvenes desertores en un estudio que realicé conjuntamente con Rafael Irizarry y Zinia Pérez:
“Los maestros aburren. Hay cuatro estofones en el salón y se olvidan de los otros estudiantes… los dejan aparte. Y yo, como era el más guapo del salón, pues le decía, le hablaba malo al maestro y me iba porque no me quería atender a mí”. “Cuando yo decidía entrar decían (los maestros) para que yo le voy a explicar a éste, si éste está colgao’, y yo me paraba, prendía el blunt y entonces seguía fumando por ahí”. “Los maestros son unos inútiles que acomplejan”. Ante ellos, “no vales ná’. Dicen, para qué voy a explicar si está colgao’ ”. (Irizarry, Quintero y Pérez, 2006).
Hay que romper este círculo vicioso, es preciso desarrollar ambientes acogedores al estudiante que fomenten su desarrollo social y emocional. Se ha encontrado que estos ambientes favorables, además de apoyar el desarrollo emocional, mejoran su aprovechamiento académico (Catalano, Haggerty, Oesterle, Fleming y Hawkins, 2004; Klem y Connell, 2004). Crear ambientes acogedores requiere contextos de aprendizaje que animan la autoestima; un personal comprometido y con la sensibilidad para trabajar con estos jóvenes; y experiencias educativas que permiten al estudiante identificar sus talentos para encontrar un espacio en la sociedad. Así, los proyectos exitosos parten de la idea de que todo estudiante posee capacidades distintivas que, al ser cultivadas en un ambiente de apoyo y estímulo, habrán de aflorar. Además, se parte del supuesto de que todo estudiante tiene el derecho a recibir una educación que reconozca sus talentos y le brinde las condiciones para su pleno desarrollo.
De hecho, en el Proyecto Nuestra Escuela hemos observado que una vez al estudiante se le reconocen sus talentos, mejora su autoestima y se esfuerza y trabaja por desarrollarlos. Es necesario, pues, crear las condiciones para que lo logren. Ahora bien, este esfuerzo no se limita a los desertores; debe darse para todos los estudiantes, y así se reducirá la deserción.
¿Cómo puede la experiencia escolar apoyar al estudiante a crear una visión de mundo donde pueda encontrar un espacio para sí mismo? ¿Qué papel juegan las humanidades en este proceso?
Las humanidades, especialmente las artes (arquitectura, pintura, danza, música, literatura, teatro…), son un valiosísimo recurso, no solo para una animada vida cívica sino para el autoconocimiento, el desarrollo de la vida interior y la espiritualidad, el placer de admirar la belleza, para la experiencia de descubrir con perspicacia los significados y el poder de la expresión. Las humanidades son fundamentales para apoyar el desarrollo emocional del estudiante. A su vez, aportan al desarrollo de las capacidades de innovación, una de las competencias humanas clave para las economías y, por lo tanto, para la efectiva integración al mercado de empleo (Edelstein, 2010).
Ahora bien, para lograr estos objetivos se requiere rediseñar la enseñanza de las humanidades, de forma que éstas tengan sentido para el estudiante. De hecho, Helen Vendler (2010), profesora de Harvard, sugiere que la enseñanza de las artes liberales no debe centrarse en los textos de historiadores y filósofos y en preguntas epistemólogicas, sino en los productos del quehacer estético. Vendler argumenta que la ventaja de centrar la enseñanza en los productos del quehacer estético está en que las artes atienden a la persona en su totalidad; sus emociones, su individualidad, junto a su realidad colectiva. Se presentan también como ideales para la discusión y estudios de temas históricos y filosóficos.
Un ejemplo, de esta función unificadora y motivadora de las artes lo vi hace unos años en un proyecto del actor y profesor universitario José Felix Gómez, quien desarrolló un taller de teatro con jóvenes de la Escuela Superior Berwind. En ese taller, los estudiantes creaban la obra que luego iban a representar. Los temas que surgieron reflejaban sus vivencias y preocupaciones. Trabajaban así con su desarrollo socioemocional. José Felix logró que los estudiantes vieran la necesidad de conocer sobre la historia y la sociología de Puerto Rico para comprender mejor la temática que ellos mismos habían escogido. Les hizo ver también la necesidad de poder expresarse correctamente, y del valor de la lectura para ampliar sus temáticas y conocimientos. El taller no solo tenía asistencia casi perfecta sino que, al reconocerse la importancia de otras asignaturas, produjo una mejoría en la asistencia a clases de un grupo escolar que con frecuencia incurría en ausentismo. Así, centrar el currículo en las artes puede tener efectos muy positivos, tanto en crear ambientes ordenados y acogedores para los estudiantes como en mejorar su aprovechamiento académico.
Otro ejemplo del poder de las artes lo presenta la profesora María Torres Guzmán, de Teachers College, en su libro Freedom at Work. María, a través de una investigación cualitativa, nos presenta el proceso de mejoramiento de la escuela PS 165 en el Upper West Side de la ciudad de Nueva York. La directora de la escuela, Ruth Swinney, narra el papel tan importante que las artes jugaron en enriquecer tanto a estudiantes como a maestros. En el caso de los estudiantes, la directora explica que a través del arte los estudiantes encontraron un medio para expresarse y, a la par, descubrieron su propia belleza. Un ejercicio que apoyó su autoestima y promovió el mejoramiento escolar.
Las artes nos brindan un recurso para apoyar el desarrollo socioemocional del estudiante, a la vez que sirven de ancla para darle sentido a las materias escolares. Ahora bien, es preciso que analicemos los contenidos que incluimos en las materias escolares, de forma que tengan sentido para el estudiante. Es urgente hacer un análisis profundo y sincero para identificar los contenidos que realmente son necesarios, y evaluar la forma y el momento en que se enseñen. En este análisis es importante tener presente que no solo con los clásicos que nosotros estudiamos se alcanzan altos niveles de pensamiento. Así, por ejemplo, Johnson (2005) plantea que la cultura “pop” también requiere pensamiento complejo y analítico.
Un excelente ejemplo del desarrollo del currículo, partiendo de las vivencias del estudiante, lo observamos en un módulo de español que preparó la Dra. Melanie Pérez Ortiz para Nuestra Escuela. En este caso se utiliza la lírica del cancionero popular, por ejemplo la de El cantante, de Rubén Blades, interpretada por Héctor Lavoe; El malo, el bueno y el feo, de Vico C, Edde Dee y Tego Calderón, para introducir el análisis de la poesía. A partir del análisis lírico de estas obras se pasan a analizar, por ejemplo, poemas de Julia de Burgos y de Jorge Luis Borges. Ahora bien, al escoger los temas, el maestro tiene que tener la sensibilidad para investigar qué realmente le interesa al estudiante. Nos ha ocurrido que desarrollamos materiales pensando que son del agrado de los estudiantes… pero al conversar con ellos descubrimos visiones distintas.
No se trata, pues, de sustituir la reflexión, el esfuerzo y el análisis, sino de atemperarlos a las emociones que suscitan, movidos por la expectativa del placer y del interés estudiantil. Con este enfoque, resulta esperanzador ver cómo jóvenes que habían abandonado la escuela aprueban su cuarto año e ingresan a instituciones post secundarias, abriéndose a mayores posibilidades de desarrollo profesional.
Catalano, R.F., Haggerty, K.P, Oesterle, S., Fleming, C.B. y Hawkins, J.D. 2004. “The Importance of Bonding to School for Healthy Development: Findings from the Social Development Research Group” Journal of School Health, 74 (7) 252-261.
Commission on Maine’s Common Core of Learning. 1990. Maine’s Common Core of Learning.
Edelstein, D.2010. How Is Innovation Taught?: On the Humanities and the Knowledge Economy.Liberal Education Winter, pp.14-19.
Ferrés, J. 2000. Educar en una cultura del espectáculo. Barcelona: Paidós.
Irizarry, R., Quintero, A. H. y Pérez, Z. 2006. “El joven desertor y la necesidad de un modelo educativo alternativo para su desarrollo integral: la experiencia de Nuestra Escuela” en Revista Pedagogía, Vol 39, Núm. 1, pp. 125-149.
Johnson, S. 2005. Everything Bad Is Good for You: How Today’s Popular Culture Is Actually Making Us Smarter. Riverhead Books.
Pérez, M. 2005. Manual de Ejercicios, Nuestra Escuela (mimeo)
Picó, F. 1989.Vivir en Caimito. Río Piedras: Ediciones Huracán.
Torres-Guzmán, M. (2010).Freedom at Work. Boulder y London: Paradigm Publishers.
Vendler, H. 2010. Centering Humanistic Study on the Arts. Liberal Education Winter, pp. 6-13.
Autor: Dra. Ana Helvia Quintero
Publicado: 8 de mayo de 2015.